Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 19 de octubre de 2019

Octubre de 1978 Un “no italiano” Pastor universal



“Ha sido un rasgo de confianza y al mismo tiempo de gran valentía el que hayáis querido llamar a ser Obispo de Roma a un "no italiano". Más no se puede decir; sólo inclinar la cabeza ante tal decisión del Sacro Colegio.
Jamás quizá, como en estos últimos acontecimientos que tan profundamente han afectado a la Iglesia dejándola privada de su Pastor universal dos veces en dos meses, el pueblo cristiano ha sentido y experimentado la importancia, la delicadeza y la responsabilidad de las tareas que debía llevar a cabo el Sacro Colegio de los Cardenales; y nunca como en este tiempo —debemos reconocerlo con auténtica satisfacción— los fieles han demostrado estima tan grande y afectuosa y tanta comprensión y benevolencia a los Eminentísimos Padres.
Los aplausos intensos y prolongados que os dedicaron al final de la Misa Pro eligendo Papa y cuando se anunció la elección del nuevo Pontífice, han sido la prueba mas expresiva, exaltante y conmovedora de ello.
Los fieles han comprendido de verdad, venerados hermanos, que la púrpura que lleváis es signo de aquella fidelidad usque ad effusionem sanguinis (hasta derramar la sangre), que prometisteis al Papa con juramento solemne.
Vuestras vestiduras son vestiduras de sangre que recuerdan y hacen presente la sangre que derramaron por Cristo los apóstoles, obispos y cardenales, a través de los siglos. En este momento me viene al pensamiento la figura de un gran obispo, San Juan Fisher, creado cardenal —como es sabido— mientras se encontraba prisionero por su fidelidad al Papa de Roma. La mañana del 22 de junio de 1535, cuando se disponía a ofrecer la cabeza a la espada del verdugo, dirigiéndose a la muchedumbre exclamó: «Pueblo cristiano, he llegado a la muerte por la fe en la Santa Iglesia católica de Cristo».
Me atrevería a añadir que tampoco en nuestra época faltan personas a quienes no se ha ahorrado ni se ahorra ahora la experiencia de la cárcel, de los sufrimientos y de la humillación por Cristo.
Sea siempre esta invencible fidelidad a la Esposa de Cristo el distintivo y la gloria mayor del Colegio Cardenalicio.

Otro elemento quisiera subrayar en este breve encuentro: el sentido de hermandad que en este último tiempo se ha manifestado cada vez más y se ha consolidado en el ámbito del Sacro Colegio: «Oh quam bonum et quam iucundum habitare fratres in unum: Ved cuán bueno y deleitoso es habitar en uno los hermanos» (Sal 132 -133-, 1).

El Sacro Colegio ha tenido que afrontar dos veces, y a brevísima distancia de tiempo, uno de los problemas más delicados de la Iglesia, el de la elección del Romano Pontífice. Y en tal ocasión ha resplandecido la auténtica universalidad de la Iglesia. Se ha podido constatar realmente lo que afirma San Agustín: «Ipsa Ecclesia linguis omnium gentium loquitur... Diffusa Ecclesia per gentes loquitur omnibus linguis: La Iglesia habla en la lengua de todas las gentes... Difundida la Iglesia entre las gentes habla en todas las lenguas» (In Ioannis Evang. Tractat., XXXII, 7; PL 35, 1645).

Experiencias, exigencias, problemas eclesiales complejos, varios e incluso, a veces, diferentes. Pero tal variedad ha sido —y seguirá siendo sin duda— concorde siempre en una única fe, como nos recuerda el mismo obispo de Hipona cuando subraya la belleza y variedad del manto de la Iglesia-reina: «Faciunt istae linguae varietatem vestis reginae huius. Quomodo autem omnes varietas vestis in unitate concordat, sic et omnes linguae ad unam fidem: Estas lenguas comunican variedad al manto de la misma reina. Pero del mismo modo que la variedad del manto se hace concorde en la unidad, así también las lenguas en una única fe» (Enarrat. in Psal. XLIV, 23; PL 36, 509).


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