El concilio Vaticano II subrayaba una
dimensión específica de la caridad, que nos lleva, a ejemplo de Cristo, a salir
al encuentro sobre todo de los más pobres: «como Cristo fue enviado por el
Padre a "anunciar la buena nueva a los pobres, a sanar a los de corazón
destrozado" (Lc 4, 18), "a buscar y salvar lo que estaba
perdido" (Lc 9, 10), así también la Iglesia abraza con amor a todos los
que sufren bajo el peso de la debilidad humana; más aún, descubre en los pobres
y en los que sufren la imagen de su Fundador, pobre y sufriente, se preocupa de
aliviar su miseria y busca servir a Cristo en ellos» (Lumen Gentium, 8).(catequesis del 27 de octubre de 1999)
Hace falta también hoy «devolver la
esperanza a los pobres», porque acogiéndolos y sirviéndolos, se acoge y se
sirve a Cristo mismo (cf. Mt 25, 40). Los desafíos que en este ámbito interpelan
a los creyentes en Europa son muchos. Pobres son hoy tantas categorías de
personas, entre ellas los desempleados, los enfermos, los ancianos solos o
abandonados, los que no tienen una vivienda, los jóvenes marginados, los
inmigrantes y los prófugos. (Angelus del 10 de agosto 2003)
En esa ocasión el Santo Padre se dirigio a sus huespedes diciendo:
Entre las numerosas citas del jubileo, esta
es para mí seguramente una de las más sentidas y significativas. He querido
encontrarme con vosotros, he querido comer con vosotros para deciros que estáis
en el corazón del Papa. Os abrazo con gran afecto a cada uno, amigos muy
queridos…. Mientras os veo uno a uno, pienso en los que en Roma, y en todas
partes del mundo, atraviesan momentos de prueba y dificultad. Quisiera
acercarme a cada uno para decirle: no te sientas solo, porque Dios te ama.
Amadísimos hermanos, el Papa os quiere, y, junto con él, la Iglesia entera os
abre los brazos de la acogida y de la fraternidad.Gracias a todos por haber
aceptado mi invitación y por haber venido en gran número a este encuentro…..
pocos días antes del Congreso eucarístico internacional en Roma. Nuestra
comida, en su sencillez, representa una significativa preparación para ese
acontecimiento espiritual, que constituye el centro del Año jubilar. En efecto,
hoy nos encontramos en torno a la mesa material; juntos y en mayor número nos
acercaremos la próxima semana a la mesa espiritual, al banquete de la
Eucaristía, para celebrar el amor de Dios, que nos hace hermanos, solidarios
unos con otros. Preparémonos bien para ese extraordinario acontecimiento….Gracias,
una vez más, por vuestra presencia; gracias a los que han organizado y
preparado la comida, así como a los que nos han alegrado con música y cantos,
haciendo que fuera un momento de serenidad y alegría. A todos os imparto de
corazón mi bendición.
Ver todos los documentos del Pontificio Consejo Cor Unum para la promoción humana y
cristiana
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