Karol Wojtyła es bien conocido por haber
sido uno de los líderes indiscutibles del siglo XX y comienzos del XXI, pero es
mucho menos conocida su personalidad intelectual y su poderosa aportación
filosófica. Este artículo muestra sus raíces culturales, que posibilitaron el
desarrollo de un humanismo integral, un humanismo que, si bien miraba con
interés hacia los ideales ilustrados franceses, también se nutría de una rica
tradición eslava propia, abierta a las nuevas ideas europeas, pero a la vez
maduramente crítica con algunos aspectos de estas. En sus años de juventud,
Wojtyła se había alimentado intelectualmente de la obra de los románticos
polacos, en especial de la tríada formada por Adam Mickiewicz, Juliusz Słowacki
y Cyprian Norwid, quienes habían vivido muy en contacto con otros países
europeos tras la Gran Emigración, a partir de 1831, y habían desarrollado con
enorme profundidad unos ideales bien distintos a los de la Ilustración
francesa, pero entre los cuales despuntaba una concepción notablemente compleja
de la libertad, tanto individual como colectiva.
Mickiewicz, Słowacki y Norwid
El siglo XIX fue en Europa una época llena de
revoluciones. Y, sin embargo, ese mismo vocablo no significaba exactamente lo
mismo para las diferentes culturas. En su versión francesa tiene una
connotación de ruptura absoluta con el pasado, porque se consideraba que este
era intrínsecamente malo y corrupto, negador de la libertad individual; y en
ese pasado entraba como un ingrediente primordial la cristiandad, que era
considerada un representante eminente del viejo orden. Sin embargo, para los
Románticos polacos, ese mismo término significa algo bien distinto: la
recuperación de un valor perdido, esencial para la conciencia nacional. Lo que
había que hacer con el pasado, por tanto, no era romper con él, ni negarlo, ni
olvidarlo, sino recuperarlo para poder seguir siendo quien se es, sin
repetirlo. Llevarlo dentro para poder seguir viviendo con proyectividad. E
inserto en ese pasado se encuentra el cristianismo y, más en concreto, el
catolicismo, como distintivo peculiar. Por lo tanto, una revolución debería
incluir, desde esta visión peculiar, un vivo interés maduro y desprejuiciado
por todo el legado cristiano. No caben, por tanto, dos interpretaciones del
mismo término más distantes en su significado real e histórico. Ambas han
marcado dos relaciones con el pasado radicalmente distintas y han condicionado
la vida de la nación entera respecto a su propia cultura . Este es el legado
que va a recibir Wojtyła, no solo en las lecciones paternas o en las clases
escolares, sino muy particularmente en el curso jagelloniano y en las intensas
lecturas de ese y los siguientes años. En este breve estudio haremos hincapié
especialmente en tres de los autores leídos por el joven estudiante.
Invito leer articulo completo
Más allá de la Ilustración francesa: El
humanismo polaco de Karol Wojtyła (1ª Parte) Beyond the French Enlightenment:
Karol Wojtyła’s Polish Humanism (Part 1) ––––– NIEVES GÓMEZ ÁLVAREZ
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