Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 31 de julio de 2025

El mundo de los ángeles (6 de 6) - La victoria de Cristo sobre el espíritu del mal

 


El 20 de agosto de 1986 tuvo lugar la ultima Audiencia de la serie sobre los ángeles  (parte del grupo de las catequesis sobre Dios, Creador de las cosas "invisibles)  referida a la verdad sobre el maligno o Satanás, no ciertamente querido por Dios, sumo Amor y Santidad, cuya Providencia sapiente y fuerte sabe conducir nuestra existencia a la victoria sobre el príncipe de las tinieblas.”

En este encuentro el Papa de alguna manera nos “consolaba” y reiteraba que “ la Iglesia nos enseña que la potencia de Satanás no es infinita. El es sólo una creatura, potente en cuanto espíritu puro, pero siempre una creatura, con los límites de la creatura, subordinada al querer y el dominio de Dios. Si Satanás obra en el mundo por su odio contra Dios y su reino, ello es permitido por la Divina Providencia que con potencia y bondad ("fortiter et suaviter") dirige la historia del hombre y del mundo. Si la acción de Satanás ciertamente causa muchos daños —de naturaleza espiritual e indirectamente de naturaleza también física— a los individuos y a la sociedad, él no puede, sin embargo, anular la finalidad definitiva a la que tienden el hombre y toda la creación, el bien. El no puede obstaculizar la edificación del reino de Dios, en el cual se tendrá, al final, la plena actuación de la justicia y del amor del Padre hacia las creaturas eternamente "predestinadas" en el Hijo-Verbo, Jesucristo. Más aún, podemos decir con San Pablo que la obra del maligno concurre para el bien y sirve para edificar la gloria de los "elegidos" (cf. 2 Tim 2, 10).

Nos recordaba también el Papa palabras y expresiones de la  Biblia y de los Evangelios  la victoria de Cristo sobre "el príncipe de este mundo" (Jn 12, 31; 14, 30; 16, 11) y las terminantes palabras de Cristo a Satanás:  "Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo servirás" (Lc 4, 8),.

(…)

Y aquellas  severas y confortantes a la vez :"Todo reino en sí dividido será desolado y toda ciudad o casa en sí dividida no subsistirá. Si Satanás arroja a Satanás, está dividido contra sí: ¿cómo, pues, subsistirá su reino?... Mas si yo arrojo a los demonios con el poder del espíritu de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el reino de Dios" (Mt 12, 25-26. 28).  (…)  Las palabras pronunciadas por Cristo a propósito del tentador encuentran su cumplimiento histórico en la cruz y en la resurrección del Redentor.(…)  "El príncipe de este mundo está ya juzgado" (Jn 16, 11); "Y para esto apareció el Hijo de Dios, para destruir las obras del diablo" (1 Jn 3, 8), como nos atestigua San Juan. Así, pues, Cristo crucificado y resucitado se ha revelado como el "más fuerte" que ha vencido "al hombre fuerte", el diablo, y lo ha destronado.

(…) Cristo, en efecto, ha dado a sus discípulos el poder de arrojar los demonios (cf. Mt 10, 1, y paral.; Mc 16, 17). La Iglesia ejercita tal poder victorioso mediante la fe en Cristo y la oración (cf. Mc 9, 29; Mt 17, 19 ss.), que en casos específicos puede asumir la forma del exorcismo.

(…) los creyentes saben que están llamados a luchar para el definitivo triunfo del bien: "No es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires" (Ef 6, 12).

La lucha, a medida que se avecina el final, se hace en cierto sentido siempre más violenta, como pone de relieve especialmente el Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento (cf. Ap 12, 7-9). Pero precisamente este libro acentúa la certeza que nos es dada por toda la Revelación divina: es decir, que la lucha se concluirá con la definitiva victoria del bien. En aquella victoria, precontenida en el misterio pascual de Cristo, se cumplirá definitivamente el primer anuncio del Génesis, que con un término significativo es llamado proto-Evangelio, con el que Dios amonesta a la serpiente: "Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer" (Gen 3, 15). En aquella fase definitiva, completando el misterio de su paterna Providencia, "liberará del poder de las tinieblas" a aquellos que eternamente ha "predestinado en Cristo" y les "transferirá al reino de su Hijo predilecto" (cf. Col 1, 13-14). Entonces el Hijo someterá al Padre también el universo, para que "sea Dios en todas las cosas" (1 Cor 15, 28).

Con esta catequesis concluian las  catequesis sobre “Dios Creador de las "cosas visibles e invisibles" “el misterio del comienzo del mundo y de la historia se une indisolublemente con el misterio del final…el problema del sufrimiento y del mal …

 De la libertad ha nacido también el mal. Pero Dios no se rinde, y con su sabiduría transcendente, predestinándonos a ser sus hijos en Cristo, todo lo dirige con fortaleza y suavidad, para que el bien no sea vencido por el mal…. cómo existen espíritus puros, creaturas de Dios, inicialmente todos buenos, y después por una opción de pecado se dividieron irremediablemente en ángeles de luz y en ángeles de tinieblas. Y mientras la existencia de los ángeles malos nos pide a nosotros el sentido de la vigilancia para no caer en sus halagos, estamos ciertos de que la victoriosa potencia de Cristo Redentor circunda nuestra vida para que también nosotros mismos seamos vencedores.

En esto estamos válidamente ayudados por los ángeles buenos, mensajeros del amor de Dios, a los cuales amaestrados por la tradición de la Iglesia, dirigimos nuestra oración:

"Ángel de Dios, que eres mi custodio, ilumíname, custódiame, rígeme y gobiérname, ya que he sido confiado a tu piedad celeste. Amén".

 

 

lunes, 28 de julio de 2025

El mundo de los ángeles (5 de 6) - La caída de los ángeles rebeldes

 


Continuando con las catequesis anteriores el Papa Juan Pablo II dedico la quinta de la serie a la caida de los ángeles rebeldes  (tema delicado, a veces negado y puesto en duda, pero tan importante y que necesita aclaración, por eso transcribo la catequesis completa, que puede leerse en este enlace) basándose como primer punto en el testimonio del Evangelista Lucas y las palabras que pronuncia Jesús:  "veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo" (Lc 10, 18).

Con estas palabras el Señor afirma que el anuncio del reino de Dios es siempre una victoria sobre el diablo, pero al mismo tiempo revela también que la edificación del reino está continuamente expuesta a las insidias del espíritu del mal. Interesarse por esto, como tratamos de hacer con la catequesis de hoy, quiere decir prepararse al estado de lucha que es propio de la vida de la Iglesia en este tiempo final de la historia de la salvación (así como afirma el libro del Apocalipsis. cf. 12, 7). Por otra parte, esto ayuda a aclarar la recta fe de la Iglesia frente a aquellos que la alteran exagerando la importancia del diablo o de quienes niegan o minimizan su poder maligno.

Las precedentes catequesis sobre los ángeles nos han preparado para comprender la verdad, que la Sagrada Escritura ha revelado y que la Tradición de la Iglesia ha transmitido, sobre Satanás, es decir, sobre el ángel caído, el espíritu maligno, llamado también diablo o demonio.



2. Esta "caída", que presenta la forma de rechazo de Dios con el consiguiente estado de "condena", consiste en la libre elección hecha por aquellos espíritus creados, los cuales radical e irrevocablemente han rechazado a Dios y su reino, usurpando sus derechos soberanos y tratando de trastornar la economía de la salvación y el ordenamiento mismo de toda la creación. Un reflejo de esta actitud se encuentra en las palabras del tentador a los progenitores: "Seréis como Dios" o "como dioses" (cf. Gen 3, 5). Así el espíritu maligno trata de transplantar en el hombre la actitud de rivalidad, de insubordinación a Dios y su oposición a Dios que ha venido a convertirse en la motivación de toda su existencia.

3. En el Antiguo Testamento, la narración de la caída del hombre, recogida en el libro del Génesis, contiene una referencia a la actitud de antagonismo que Satanás quiere comunicar al hombre para inducirlo a la transgresión (cf. Gen 3, 5). También en el libro de Job (cf. Job 1, 11; 2, 5.7), vemos que satanás trata de provocar la rebelión en el hombre que sufre. En el libro de la Sabiduría (cf. Sab 2, 24), satanás es presentado como el artífice de la muerte que entra en la historia del hombre juntamente con el pecado.

4. La Iglesia, en el Concilio Lateranense IV (1215), enseña que el diablo (satanás) y los otros demonios "han sido creados buenos por Dios pero se han hecho malos por su propia voluntad". Efectivamente, leemos en la Carta de San Judas: " ...a los ángeles que no guardaron su principado y abandonaron su propio domicilio los reservó con vínculos eternos bajo tinieblas para el juicio del gran día" (Jds 6). Así también en la segunda Carta de San Pedro se habla de "ángeles que pecaron" y que Dios "no perdonó... sino que, precipitados en el tártaro, los entregó a las cavernas tenebrosas, reservándolos para el juicio" (2 Pe 2, 4). Está claro que si Dios "no perdonó" el pecado de los ángeles, lo hace para que ellos permanezcan en su pecado, porque están eternamente "en las cadenas" de esa opción que han hecho al comienzo, rechazando a Dios, contra la verdad del bien supremo y definitivo que es Dios mismo. En este sentido escribe San Juan que: "el diablo desde el principio peca" (1 Jn 3, 8). Y "él es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él" (Jn 8, 44).

5. Estos textos nos ayudan a comprender la naturaleza y la dimensión del pecado de satanás, consistente en el rechazo de la verdad sobre Dios, conocido a la luz de la inteligencia y de la revelación como Bien infinito, amor, y santidad subsistente. El pecado ha sido tanto más grande cuanto mayor era la perfección espiritual y la perspicacia cognoscitiva del entendimiento angélico, cuanto mayor era su libertad y su cercanía a Dios. Rechazando la verdad conocida sobre Dios con un acto de la propia libre voluntad, satanás se convierte en "mentiroso cósmico" y "padre de la mentira" (Jn 8, 44). Por esto vive la radical e irreversible negación de Dios y trata de imponer a la creación, a los otros seres creados a imagen de Dios, y en particular a los hombres, su trágica "mentira sobre el Bien" que es Dios. En el libro del Génesis encontramos una descripción precisa de esa mentira y falsificación de la verdad sobre Dios, que satanás (bajo la forma de serpiente) intenta transmitir a los primeros representantes del género humano: Dios sería celoso de sus prerrogativas e impondría por ello limitaciones al hombre (cf. Gen 3, 5). Satanás invita al hombre a liberarse de la imposición de este juego, haciéndose "como Dios".

6. En esta condición de mentira existencial satanás se convierte —según San Juan— también en homicida, es decir, destructor de la vida sobrenatural que Dios había injertado desde el comienzo en él y en las criaturas hechas a "imagen de Dios": los otros espíritus puros y los hombres; satanás quiere destruir la vida según la verdad, la vida en la plenitud del bien, la vida sobrenatural de gracia y de amor. El autor del libro de la Sabiduría escribe:" ...por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen" (Sab 2, 24). En el Evangelio Jesucristo amonesta: "...temed más bien a aquel que puede perder el alma y el cuerpo en la gehena" (Mt 10, 28).

7. Como efecto del pecado de los progenitores, este ángel caído ha conquistado en cierta medida el dominio sobre el hombre. Esta es la doctrina constantemente confesada y anunciada por la Iglesia, y que el Concilio de Trento ha confirmado en el tratado sobre el pecado original (cf. DS 1511): Dicha doctrina encuentra dramática expresión en la liturgia del bautismo, cuando se pide al catecúmeno que renuncie al demonio y a sus seducciones.

Sobre este influjo en el hombre y en las disposiciones de su espíritu (y del cuerpo) encontramos varias indicaciones en la Sagrada Escritura, en la cual satanás es llamado "el príncipe de este mundo" (cf. Jn 12, 31; 14, 30;16, 11) e incluso "el Dios de este siglo" (2 Cor 4, 4). Encontramos muchos otros nombres que describen sus nefastas relaciones con el hombre: "Belcebú" o "Belial", "espíritu inmundo", "tentador", "maligno" y finalmente "anticristo" (1 Jn 4, 3). Se le compara a un "león" (1 Pe 5, 8), a un "dragón" (en el Apocalipsis) y a una "serpiente" (Gen 3). Muy frecuentemente para nombrarlo se ha usado el nombre de "diablo" del griego "diaballein" (del cual "diabolos"), que quiere decir: causar la destrucción, dividir, calumniar, engañar. Y a decir verdad, todo esto sucede desde el comienzo por obra del espíritu maligno que es presentado en la Sagrada Escritura como una persona, aunque se afirma que no está solo: "somos muchos", gritaban los diablos a Jesús en la región de las gerasenos (Mc 5, 9); "el diablo y sus ángeles", dice Jesús en la descripción del juicio futuro (cf. Mt 25, 41).

8. Según la Sagrada Escritura, y especialmente el Nuevo Testamento, el dominio y el influjo de Satanás y de los demás espíritus malignos se extiende al mundo entero. Pensemos en la parábola de Cristo sobre el campo (que es el mundo), sobre la buena semilla y sobre la mala semilla que el diablo siembra en medio del grano tratando de arrancar de los corazones el bien que ha sido "sembrado" en ellos (cf. Mt 13, 38-39). Pensemos en las numerosas exhortaciones a la vigilancia (cf. Mt 26, 41; 1 Pe 5, 8), a la oración y al ayuno (cf. Mt 17, 21). Pensemos en esta fuerte afirmación del Señor: "Esta especie (de demonios) no puede ser expulsada por ningún medio sino es por la oración" (Mc 9, 29). La acción de Satanás consiste ante todo en tentar a los hombres para el mal, influyendo sobre su imaginación y sobre las facultades superiores para poder situarlos en dirección contraria a la ley de Dios. Satanás pone a prueba incluso a Jesús (cf. Lc 4, 3-13) en la tentativa extrema de contrastar las exigencias de la economía de la salvación tal como Dios le ha preordenado.

No se excluye que en ciertos casos el espíritu maligno llegue incluso a ejercitar su influjo no sólo sobre las cosas materiales, sino también sobre el cuerpo del hombre, por lo que se habla de "posesiones diabólicas" (cf. Mc 5, 2-9). No resulta siempre fácil discernir lo que hay de preternatural en estos casos, ni la Iglesia condesciende o secunda fácilmente la tendencia a atribuir muchos hechos e intervenciones directas al demonio; pero en línea de principio no se puede negar que, en su afán de dañar y conducir al mal, Satanás pueda llegar a esta extrema manifestación de su superioridad.

9. Debemos finalmente añadir que las impresionantes palabras del Apóstol Juan: "El mundo todo está bajo el maligno" (1 Jn 5, 19), aluden también a la presencia de Satanás en la historia de la humanidad, una presencia que se hace más fuerte a medida que el hombre y la sociedad se alejan de Dios. El influjo del espíritu maligno puede "ocultarse" de forma más profunda y eficaz: pasar inadvertido corresponde a sus "intereses": La habilidad de Satanás en el mundo es la de inducir a los hombres a negar su existencia en nombre del racionalismo y de cualquier otro sistema de pensamiento que busca todas las escapatorias con tal de no admitir la obra del diablo. Sin embargo, no presupone la eliminación de la libre voluntad y de la responsabilidad del hombre y menos aún la frustración de la acción salvífica de Cristo. Se trata más bien de un conflicto entre las fuerzas oscuras del mal y las de la redención. Resultan elocuentes a este propósito las palabras que Jesús dirigió a Pedro al comienzo de la pasión:" ...Simón, Satanás os busca para ahecharos como trigo; pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe" (Lc 22, 31).

Comprendemos así por que Jesús en la plegaria que nos ha enseñado, el "Padrenuestro", que es la plegaria del reino de Dios, termina casi bruscamente, a diferencia de tantas otras oraciones de su tiempo, recordándonos nuestra condición de expuestos a las insidias del Mal-Maligno. El cristiano, dirigiéndose al Padre con el espíritu de Jesús e invocando su reino, grita con la fuerza de la fe: no nos dejes caer en la tentación, líbranos del Mal, del Maligno. Haz, oh Señor, que no cedamos ante la infidelidad a la cual nos seduce aquel que ha sido infiel desde el comienzo.

jueves, 17 de julio de 2025

El mundo de los ángeles (4 de 6) La participación de los ángeles en la historia de la salvación

 


En la cuarta Audiencia del 6 de agosto de 1986 , el Papa Juan Pablo II  nos recuerda que en las catequesis anteriores veíamos “como la Iglesia, iluminada por la luz que proviene de la Sagrada Escritura, ha profesado a lo largo de los siglos la verdad sobre la existencia de los ángeles como seres puramente espirituales, creados por Dios. Lo ha hecho desde el comienzo con el Símbolo niceno-constantinopolitano y lo ha confirmado en el Concilio Lateranense IV (1215), cuya formulación ha tomado el Concilio Vaticano I en el contexto de la doctrina sobre la creación (Constitución De Fide Catholica., DS 3002). “Dios creó desde el principio ambas realidades: la espiritual y la corporal, el mundo terreno y el angélico.” “Los ángeles no tienen "cuerpo" (si bien en determinadas circunstancias se manifiestan bajo formas visibles a causa de su misión en favor de los hombres)”

“La sagrada Escritura se refiere a los ángeles utilizando también apelativos no sólo personales (como los nombres propios de Rafael, Gabriel, Miguel), sino también "colectivos" (como las calificaciones de: Serafines, Querubines, Tronos, Potestades, Dominaciones, Principados), así como realiza una distinción entre Ángeles y Arcángeles.

(…)


Los autores antiguos y la misma liturgia hablan también de los coros angélicos (nueve, según Dionisio el Areopagita). La teología, especialmente la patrística y medieval, no ha rechazado estas representaciones tratando en cambio de darles una explicación doctrinal y mística, pero sin atribuirles un valor absoluto.

Santo Tomás ha preferido profundizar las investigaciones sobre la condición ontológica, sobre la actividad cognoscitiva y volitiva y sobre la elevación espiritual de estas criaturas puramente espirituales, tanto por su dignidad en la escala de los seres, como porque en ellos podía profundizar mejor las capacidades y actividades propias del espíritu en el estado puro, sacando de ello no poca luz para iluminar los problemas de fondo que desde siempre agitan y estimulan el pensamiento humano: el conocimiento, el amor, la libertad, la docilidad a Dios, la consecución de su reino.”

(…)


“Entre los libros del Nuevo Testamento, los Hechos de los Apóstoles nos hacen conocer especialmente algunos episodios que testimonian la solicitud de los ángeles por el hombre y su salvación. Así, cuando el ángel de Dios libera a los Apóstoles de la prisión (cf. Act 5, 18-20), y ante todo a Pedro, que estaba amenazado de muerte por la mano de Herodes (cf. Act 12, 5-10). O cuando guía la actividad de Pedro respecto al centurión Cornelio, el primer pagano convertido (Act 10, 3-8; 11, 12-13), y análogamente la actividad del diácono Felipe en el camino de Jerusalén a Gaza (Act 8, 26-29).

“Finalmente es oportuno notar - nos aclara el Papa - que la Iglesia honra con culto litúrgico a tres figuras de ángeles, que en la Sagrada Escritura se les llama con un nombre. El primero es Miguel Arcángel (cf. Dan 10, 13.20; Ap 12, 7; Jdt. 9). Su nombre expresa sintéticamente la actitud esencial de los espíritus buenos: "Mica-El" significa, en efecto: "¿quien como Dios?". En este nombre se halla expresada, pues, la elección salvífica gracias a la cual los ángeles "ven la faz del Padre" que está en los cielos. El segundo es Gabriel: figura vinculada sobre todo al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios (cf. Lc 1, 19. 26). Su nombre significa: "Mi poder es Dios" o "Poder de Dios", como para decir que en el culmen de la creación, la Encarnación es el signo supremo del Padre omnipotente. Finalmente el tercer arcángel se llama Rafael. "Rafa-El" significa: "Dios cura", El se ha hecho conocer por la historia de Tobías en el antiguo Testamento (cf. Tob 12, 15. 20, etc.), tan significativa en el hecho de confiar a los ángeles los pequeños hijos de Dios, siempre necesitados de custodia, cuidado y protección.”

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El mundo de los ángeles (3 de 6) Creador de las cosas "invisibles"

 


En la catequesis anterior decía le Papa Juan Pablo II  “nos hemos detenido en el tema de la existencia de los ángeles llamados a declararse en favor de Dios o contra Dios mediante un acto radical e irreversible de adhesión o de rechazo de su voluntad de salvación.”

“Según la Sagrada Escritura, los ángeles, en cuanto criaturas puramente espirituales, se presentan a la reflexión de nuestra mente como una especial realización de la "imagen de Dios", Espíritu perfectísimo, como Jesús recuerda a la mujer samaritana con las palabras; "Dios es espíritu" (Jn 4, 24). Los ángeles son, desde este punto de vista, las criaturas más cercanas al modelo divino (…) "mensajeros", "malak", usado en el Antiguo Testamento, significa más propiamente "delegado" o "embajador"…., tienen función de mediación y de ministerio en las relaciones entre Dios y los hombres.”

(…)

“El Antiguo Testamento subraya sobre todo la especial participación de los ángeles en la celebración de la gloria que el Creador recibe como tributo de alabanza por parte del mundo creado. Los Salmos de modo especial se hacen intérpretes de esa voz cuando proclaman, por ejemplo: "Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto. Alabadlo, todos sus ángeles..." (Sal 148, 1-2).De modo semejante en el Salmo 102 (103): "Bendecid a Yavé vosotros sus ángeles, que sois poderosos y cumplís sus órdenes, prontos a la voz de su palabra" (Sal 102/103, 20). Este último versículo del Salmo 102 indica que los ángeles toman parte, a su manera, en el gobierno de Dios sobre la creación, como "poderosos ejecutores de sus órdenes" según el plan establecido por la Divina Providencia. A los ángeles está confiado en particular un cuidado y solicitud especiales para con los hombres, en favor de los cuales presentan a Dios sus peticiones y oraciones, como nos recuerda, por ejemplo, el Libro de Tobías (cf. especialmente Tob 3, 17 y 12, 12), mientras el Salmo 90 proclama: "a sus ángeles ha dado órdenes... te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra"(cf. Sal 90, 1-12). Siguiendo el libro de Daniel, se puede afirmar que las funciones de los ángeles como embajadores del Dios vivo se extienden no sólo a cada uno de los hombres y a aquellos que tienen funciones especiales, sino también a enteras naciones (Dan 10, 13-21).”

“El Nuevo Testamento puso de relieve las tareas de los ángeles respecto a la misión de Cristo como Mesías y, ante todo, con relación al misterio de la encarnación del Hijo de Dios, como constatamos en la narración de la anunciación del nacimiento de Juan el Bautista (cf. Lc 1, 11), de Cristo mismo (cf. Lc 1, 26), en las explicaciones y disposiciones dadas a María y José (cf. Lc 1, 30-37; Mt 1, 20-21), en las indicaciones dadas a los pastores la noche del nacimiento del Señor (cf. Lc 2, 9-15), en la protección del recién nacido ante el peligro de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13).”

(…) “los Evangelios hablan de la presencia de los ángeles durante el ayuno de Jesús en el desierto a lo largo de 40 días (cf. Mt 4, 11) y durante la oración en Getsemaní (cf. Lc 22, 43). Después de la resurrección de Cristo será también un ángel, que se apareció en forma de un joven, quien dirá a las mujeres que habían acudido al sepulcro y estaban sorprendidas por el hecho de encontrarlo vacío: "No os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí... Pero id a decir a sus discípulos..." (Mc 16, 6-7). María Magdalena, que se ve privilegiada por una aparición personal de Jesús, ve también a dos ángeles (Jn 20, 12-17; cf. también Lc 24, 4). Los ángeles "se presentan" a los Apóstoles después de la desaparición de Cristo para decirles: "Hombres de Galilea, ¿qué estáis mirando al cielo?. Ese Jesús que ha sido arrebatado de entre vosotros al cielo, vendrá como le habéis visto ir al cielo" (Act 1, 11). Son los ángeles de la vida, de la pasión y de la gloria de Cristo. Los ángeles de Aquel que, como escribe San Pedro, "está a la diestra de Dios, después de haber ido al cielo, una vez sometidos a Él ángeles, potestades y poderes" (1 Pe 3, 22).”

“Si pasamos a la nueva venida de Cristo, es decir, a la "parusía", hallamos que todos los sinópticos hacen notar que "el Hijo del hombre... vendrá en la gloria de su Padre con los santos ángeles" (así Mc 8, 38, Mt 16, 27 y Mt 25, 31, en la descripción del juicio final; y Lc 9, 26; cf. también San Pablo, 2 Tes 1, 7).”

(…) “De igual modo también toda la Tradición y el Magisterio ordinario de la Iglesia ha atribuido a lo largo de los siglos a los ángeles este carácter particular y esta función de ministerio mesiánico.”

(de la Audiencia del Papa Juan Pablo II - 30 de julio de 1986) 

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El mundo de los ángeles (2 de 6) Creador de los ángeles, seres libres – unos y otros

 


La segunda Audiencia  de la serie, titulada “Creador de los ángeles, seres libres” está dedicada a la libertad de los ángeles. En ella el Papa Juan Pablo II aclara que  “En la perfección de su naturaleza espiritual, están llamados desde el principio, en virtud de su inteligencia, a conocer la verdad y a amar el bien que conocen en la verdad de modo mucho más pleno y perfecto que cuanto es posible al hombre. Este amor es el acto de una voluntad libre, por lo cual también para los ángeles la libertad significa posibilidad de hacer una elección en favor o en contra del Bien que ellos conocen, esto es, Dios mismo.”

Y agrega que : “creando a los seres libres, Dios quiere que en el mundo se realice aquel amor verdadero que sólo es posible sobre la base de la libertad. (…) Creando a los espíritus puros, como seres libres, Dios, en su Providencia, no podía no prever también la posibilidad del pecado de los ángeles”. (…)

Y diferencia: “De hecho, como dice claramente la Revelación, el mundo de los espíritus puros aparece dividido en buenos y malos. Pues bien, esta división no se obró por creación de Dios, sino en base a la propia libertad de la naturaleza espiritual de cada uno de ellos. Se realizó mediante la elección que para los seres puramente espirituales posee un carácter incomparablemente más radical que la del hombre y es irreversible, dado el grado de intuición y de penetración del bien, del que está dotada su inteligencia.” (…)  

 (…) “Precisamente en su condición de seres de naturaleza espiritual, había en su inteligencia la capacidad, el deseo de esta elevación sobrenatural a la que Dios le había llamado, para hacer de ellos, mucho antes que del hombre, "partícipes de la naturaleza divina" (cf. 2 Pe 1, 4), partícipes de la vida íntima de Aquel que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, de Aquel que, en la comunión de las tres Divinas Personas, "es Amor" (1 Jn 4, 16).

(…)

 Los buenos han elegido a Dios como Bien supremo y definitivo, conocido a la luz de la inteligencia iluminada por la Revelación. Haber escogido a Dios significa que se han vuelto a Él con toda la fuerza interior de su libertad, fuerza que es amor. Dios se ha convertido en el objetivo total y definitivo de su existencia espiritual. Los otros, en cambio, han vuelto la espalda a Dios contra la verdad del conocimiento que señalaba en Él el Bien total y definitivo. Han hecho una elección contra la revelación del misterio de Dios, contra su gracia, que los hacía partícipes de la Trinidad y de la eterna amistad con Dios, en la comunión con Él mediante el amor. Basándose en su libertad creada, han realizado una opción radical e irreversible, al igual que la de los ángeles buenos, pero diametralmente opuesta: en lugar de una aceptación de Dios, plena de amor, le han opuesto un rechazo inspirado por un falso sentido de autosuficiencia, de aversión y hasta de odio, que se ha convertido en rebelión.”

(…)

Finalmente  presenta la pregunta: “¿Cómo comprender esta oposición y rebelión a Dios en seres dotados de una inteligencia tan viva y enriquecidos con tanta luz? ¿Cuál puede ser el motivo de esta radical e irreversible opción contra Dios, de un odio tan profundo que puede aparecer como fruto de la locura? Los Padres de la Iglesia y los teólogos no dudan en hablar de "ceguera", producida por la supervaloración de la perfección del propio ser, impulsada hasta el punto de velar la supremacía de Dios que exigía, en cambio, un acto de dócil y obediente sumisión. Todo esto parece expresado de modo conciso en las palabras "¡No te serviré!" (Jer 2, 20), que manifiestan el radical e irreversible rechazo de tomar parte en la edificación del reino de Dios en el mundo creado. "Satanás", el espíritu rebelde, quiere su propio reino, no el de Dios, y se yergue como el primer "adversario" del Creador, como opositor de la Providencia, como antagonista de la amorosa sabiduría de Dios. De la rebelión y del pecado de Satanás, como también del pecado del hombre, debemos concluir acogiendo la sabia experiencia de la Escritura, que afirma: "En el orgullo está la perdición" (Tob 4, 14).”

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miércoles, 16 de julio de 2025

El espíritu carmelitano de Karol Wojtyla

 

El 7 de junio de 1979 Karol Wojtyla, ya como Papa Juan Pablo II en un  discurso muy emotivo demostraba el enorme cariño por su ciudad de origen y decía que llegaba “con gran emoción a la ciudad en que nací, a la parroquia en que fui bautizado y acogido para formar parte de la comunidad eclesial, al ambiente al que estuve vinculado durante 18 años de mi vida: desde el nacimiento hasta el examen de madurez.

  


(Izq. Santuario de San José, en el medio estatua en honor a San Rafael Kalinowski, al fondo convento carmelitano)

Evidentemente no hubo tiempo entonces en acercarse a su querido Santuario de San Jose, parte del Monasterio de los padres carmelitanos, que habían llegado a Wadowice en 1892 y entre  1897/1899 construyeron en “la colina” una iglesia y un monasterio. El arquitecto de la iglesia y prior de la comunidad carmelita había sido San Rafael Kalinowski. En esta Iglesia después de su primera comunión Karol recibió el escapulario de manos del padre Sebastián y la iglesia guarda uno de sus escapularios expuesto en un relicario como un preciado tesoro.

Fue recién durante su viaje de 1983 que pudo rendir el correspondiente  homenaje,  si bien no en Wadowice, sino en Cracovia,  beatificando al padre Rafael Kalinowski, aquel mártir del confesionario”,  que había comenzado su vida carmelitana tardíamente, a los 42 años,  y fue proclamado santo en Roma el 17 de noviembre de 1991, con ocasión de un aniversario por cierto significativo: el IV Centenario de la muerte de San Juan de la Cruz. 

Karol Wojtyla no solía hablar mucho de su propia vida  y de lo que le había acontecido, es por sus amigos, compañeros y maestros que han quedado registrados detalles.   Es así que en Boniecki (Kalendarium) leemos que después de haber sido consagrado obispo visitó su querido convento de “Na Gorce” (en la colina) en Wadowice y su visita quedo anotada en el Convento  con el siguiente comentario firmado por el padre carmelita Boguslaw Woznicki:  “Al visitar el seminario carmelitano ya como obispo auxiliar, inmediatamente después de su consagración, nos decía ” Me alegra compartir con ustedes mi devoción a la Virgen Maria, Madre del Escapulario. Siempre llevo el escapulario que recibí de manos del padre Sylvester el dia de mi primera comunión y si bien vivía casi pegado a la iglesia parroquial, siempre he permanecido muy unido a vuestra iglesia “en la colina” . Entre todos los servicios que encantaban a mi alma de niño, uno de los más preciados era la novena preparatoria a la fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo, durante las vacaciones de verano. En aquellos días no solíamos irnos de vacaciones como ahora.  Yo pasaba mis vacaciones en Wadowice y nunca me perdía la novena durante los años que viví allí. A veces era difícil dejar los amigos, dejar las refrescantes olas del rio Skawa,  pero el poderoso toque de las campanas carmelitanas era más fuerte,  penetraba hasta el alma y así dejaba todo y partía.  Debo reconocer que yo vivía casi pegado a la iglesia de Wadowice, pero “creci” al amparo de la Iglesia de San José.     

Durante sus primeros años de vida en Cracovia fue Jan Tyranowski quien afirmó su devoción carmelitana introduciéndolo en los escritos de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa de Ávila, tal como Juan Pablo II reconoce en Don y Misterio.  Este sastre,  un laico contemplativo  (que formo un grupo de jóvenes llamado rosario viviente) introdujo a Karol a la espiritualidad carmelitana y sobre todo en el conocimiento del místico español San Juan de la Cruz. El sastre intuyó cuanto podía influir la vida de San Juan de la Cruz en este otro poeta,  y no se equivocó,  pues Karol Wojtyla estudiará el español para comprenderlo mejor y escribirá más tarde su obra doctoral  La fe segùn San Juan de la Cruz.  El traductor al español de la obra nos dice que en 1964, Karol Wojtyla encontrará en su camino universitario no al estudiante de Salamanca, sino al santo y al doctor de la Iglesia." 

En Don y Misterio Juan Pablo II además nos cuenta que en Cracovia se “acrecentó su interés por la espiritualidad carmelitana….en la calle Rakowicka, había un monasterio de Padres Carmelitas Descalzos. Tenía contactos con ellos y una vez hice allí mis Ejercicios Espirituales, con la ayuda del P. Leonardo de la Dolorosa. Durante un cierto tiempo consideré la posibilidad de entrar en el Carmelo. Las dudas fueron resueltas por el Arzobispo Cardenal Sapieha, quien -con el estilo que lo caracterizaba- dijo escuetamente: "Es preciso acabar antes lo que se ha comenzado''. Y así fue. “

Su sentir con el Carmelo fue constante y viviente.  Cito aquí solo algunos ejemplos: su visita al Carmelo de Lisieux  donde en su discurso demostraba su profunda cercanía y admiración por la orden.  al igual que su visita en 1982 a las religiosas carmelitas de Avila,   como asi también  su discurso con ocasión del acto de clausura del IV centenario de la muerte de Santa Teresa. 

Invito leer el precioso escrito:  “Juan Pablo II y el Carmelo Teresiano” de  Jesus Castellanos Cervera 


 

El escapulario del Carmen “habito” y “alianza”

 

 (Escapulario de San Juan Pablo II en el Santuario San Jose de los carmelitas descalzos en Wadowice)

El año 2001 habia sido proclamado "Año mariano para toda la Orden Carmelita". Se celebraba el 750 aniversario de la entrega del escapulario a San Simón Stock. Con motivo de la dedicación del año 2001 a Maria el 25 de marzo el Santo Padre Juan Pablo II  le dirigía un Mensaje a la Orden del Carmen.  

Con el signo del escapulario se manifiesta una síntesis eficaz de espiritualidad mariana, que alimenta la devoción de los creyentes, haciéndolos sensibles a la presencia amorosa de la Virgen Madre en su vida. El escapulario es esencialmente un "hábito". Quien lo recibe se une o se asocia, en un grado más o menos íntimo, a la Orden del Carmen, dedicada al servicio de la Virgen para el bien de toda la Iglesia (cf. Fórmula de la imposición del escapulario, en el "Rito de la bendición e imposición del escapulario", aprobado por la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, 5 de enero de 1996). Por tanto, quien se reviste del escapulario se introduce en la tierra del Carmelo, para "comer sus frutos y sus productos" (cf. Jr 2, 7), y experimenta la presencia dulce y materna de María en su compromiso diario de revestirse interiormente de Jesucristo y de manifestarlo vivo en sí para el bien de la Iglesia y de toda la humanidad (cf. Fórmula de la imposición del escapulario).

Así pues, son dos las verdades evocadas en el signo del escapulario:  por una parte, la protección continua de la Virgen santísima, no sólo a lo largo del camino de la vida, sino también en el momento del paso hacia la plenitud de la gloria eterna; y por otra, la certeza de que la devoción a ella no puede limitarse a oraciones y homenajes en su honor en algunas circunstancias, sino que debe constituir un "hábito", es decir, una orientación permanente de la conducta cristiana, impregnada de oración y de vida interior, mediante la práctica frecuente de los sacramentos y la práctica concreta de las obras de misericordia espirituales y corporales. De este modo, el escapulario se convierte en signo de "alianza" y de comunión recíproca entre María y los fieles, pues traduce de manera concreta la entrega que en la cruz Jesús hizo de su Madre a Juan, y en él a todos nosotros, y la entrega del apóstol predilecto y de nosotros a ella, constituida nuestra Madre espiritual.

(del Mensaje del SantoPadre Juan Pablo II a la Orden del Carmen, con motivo de la dedicación del año2001 a Maria)

martes, 15 de julio de 2025

El mundo de los ángeles (1 de 6) Creador de las cosas visibles e invisibles.

 


Terminadas las catequesis sobre la Divina Providencia, que fueron la ultima parte de las reflexiones sobre la Creación comenzadas el 8 de enero de 1986,  El Papa Juan Pablo II le dedico las próximas cuatro a los ángeles. En la primera titulada: "Creador de las cosas visibles e invisibles" comenzaba reflexionando:

“Nuestras catequesis sobre Dios, Creador del mundo, no podían concluirse sin dedicar una atención adecuada a un contenido concreto de la revelación divina: la creación de los seres puramente espirituales, que la Sagrada Escritura llama "ángeles". Tal creación aparece claramente en los Símbolos de la Fe, especialmente en el Símbolo niceno-constantinopolitano: Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas (esto es, entes o seres) "visibles e invisibles". Sabemos que el hombre goza, dentro de la creación, de una posición singular: gracias a su cuerpo pertenece al mundo visible, mientras que, por el alma espiritual, que vivifica el cuerpo, se halla casi en el confín entre la creación visible y la invisible. A esta última, según el Credo que la Iglesia profesa a la luz de la Revelación, pertenecen otros seres, puramente espirituales, por consiguiente no propios del mundo visible, aunque estén presentes y actuantes en él. Ellos constituyen un mundo específico.”

Advertia a su vez que

Hoy, igual que en tiempos pasados, se discute con mayor o menor sabiduría acerca de estos seres espirituales. Es preciso reconocer que, a veces, la confusión es grande, con el consiguiente riesgo de hacer pasar como fe de la Iglesia respecto a los ángeles cosas que no pertenecen a la fe o, viceversa, de dejar de lado algún aspecto importante de la verdad revelada. La existencia de los seres espirituales que la Sagrada Escritura, habitualmente, llama "ángeles", era negada ya en tiempos de Cristo por los saduceos (cf. Hech 23, 8). La niegan también los materialistas y racionalistas de todos los tiempos. Y sin embargo, como agudamente observa un teólogo moderno, "si quisiéramos desembarazarnos de los ángeles, se debería revisar radicalmente la misma Sagrada Escritura y con ella toda la historia de la salvación" (A. Winklhofer, Die Welt der Engel, Ettal 1961, pág. 144, nota 2; en Mysterium salutis, II, 2, pág. 726). Toda la Tradición es unánime sobre esta cuestión. El Credo de la Iglesia, en el fondo, es un eco de cuanto Pablo escribe a los Colosenses: "Porque en Él (Cristo) fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por Él y para Él" (Col 1, 16). O sea, Cristo que, como Hijo-Verbo eterno y consubstancial al Padre, es "primogénito de toda criatura" (Col 1, 15), está en el centro del universo como razón y quicio de toda la creación, como ya hemos visto en las catequesis precedentes y como todavía veremos cuando hablemos más directamente de Él.

La referencia al "primado" de Cristo nos ayuda a comprender que la verdad acerca de la existencia y a la acción de los ángeles (buenos y malos) no constituye el contenido central de la Palabra de Dios. En la Revelación, Dios habla en primer lugar "a los hombres... y pasa con ellos el tiempo para invitarlos y admitirlos a la comunión con Él", según leemos en la Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II (Dei Verbum 2). De este modo "la profunda verdad, tanto de Dios como de la salvación de los hombres", es el contenido central de la Revelación que "resplandece" más plenamente en la persona de Cristo (cf. Dei Verbum 2). La verdad sobre los ángeles es, en cierto sentido, "colateral", y, no obstante, inseparable de la Revelación central que es la existencia, la majestad y la gloria del Creador que brillan en toda la creación ("visible" e "invisible") y en la acción salvífica de Dios en la historia del hombre. Los ángeles no son, creaturas de primer plano en la realidad de la Revelación, y, sin embargo, pertenecen a ella plenamente, tanto que en algunos momentos les vemos cumplir misiones fundamentales en nombre del mismo Dios.”

(…)

Invito visitar: El mundo de los ángeles - en Mercaba.

sábado, 12 de julio de 2025

San Benito, Juan Pablo II y Montecassino

 


“Escuchemos la voz de San Benito: de la soledad interior, del silencio contemplativo, de la victoria sobre el rumor del mundo exterior, de este «habitar consigo mismo», nace el diálogo consigo y con Dios, que lleva hacia las cumbres de la ascética y la mística.” Juan Pablo II 18 de mayo de 1979




Ayer recordamos a San Benito, abad, proclamado patrono y protector de Europa por el Santo Padre Pablo VI, el 24 de octubre de 1964, durante su visita a la Abadía de Montecassino, con ocasión de la Consagración del nuevo templo. San Benito también fue patrono del pontificado del Santo Padre Benedicto XVI.

Con ocasión del viaje a Roma para la beatificación de Juan Pablo II teníamos planeado visitar Mentorella y la Abadia de Montecassino y solo pudimos cumplir con una parte del sueño visitar Mentorella, y Montecassino quedó pendiente. Sin embargo aprovechando la festividad de San Benito quería recordar también Montecassino, un lugar tan significativo y tan caro a Juan Pablo II, por lo sagrado del lugar, por una parte, y por la otra tan trágicamente atado a la historia polaca donde en el cementerio polaco, mas de mil cruces recuerdan el heroísmo de los jóvenes que combatieron y murieron allí (no todos eran polacos).


Juan Pablo II nunca oculto el profundo amor por su patria, tampoco su dolor y su sufrimiento en momentos difíciles. Su discurso en su primer visita a Montecassino como Papa en 1979 con ocasión de conmemorarse los 35 años de aquel 18 de mayo de 1949 cuando “los soldados polacos del General Anders lograban izar la bandera polaca blanca y roja sobre los escombros todavía humeantes de la histórica abadía” es – aun teñido de dolor - un himno a sus compatriotas muertos, un canto de esperanza, en el cual nos invita “trazar un programa de vida a la luz de Montecassino y de San Benito, del mensaje de San Benito, que en síntesis – decía Juan Pablo II – es una invitación a la interioridad.”


Venid a Montecassino! – decía Juan Pablo II en su alocución - ¡Venid a meditar sobre la historia pasada y a comprender el significado auténtico de nuestra peregrinación terrena! ¡ Venid a recuperar paz y serenidad, ternura con Dios, y amistad con los hombres, para llevar de nuevo esperanza y bondad a las frenéticas metrópolis del mundo moderno, atormentadas y desilusionadas en la angustia de tantas almas!”

Como no aceptar una invitación tan abierta, tan sentida?

Es importante leer su alocución de 1979 para adentrarse un poco en el alma de este Papa polaco, poeta y pastor y es casi obligatorio leer su precioso Mensaje para el 50 aniversario de la Batalla de Montecasino para comprender el profundo amor a su patria, su sufrimiento por la tragedia de la guerra y la incomprensión de Occidente por la suerte de Polonia, invadida por este y oeste. Pero Juan Pablo II va mucho más allá de nuestras propias interpretaciones al expresar que “Montecassino encierra un significado mucho más antiguo que el que se le atribuyo en 1944. Hay que volver atrás quince siglos, a los tiempos de san Benito porque fue precisamente en Montecassino donde se erigió una de aquellas abadías benedictinas que iniciaron la formación de Europa, de la Europa cristiana. Montecassino fue el enfrentamiento de dos “proyectos” – dice Juan Pablo II - uno, tanto en oriente como en occidente, tendía a desarraigar a Europa de su pasado cristiano, ligado a sus patronos y en especial, a san Benito: el otro tendía a defender la tradición cristiana de Europa y el “espíritu europeo”. Hemos de orar concluye su Mensaje Juan Pablo II para que sepamos hacer buen uso de la libertad reconquistada a un precio tan alto: para volver a la herencia de san Benito y de san Cirilo y san Metodio, copatronos de Europa del este y del oeste.

En su mensaje al Abad de Montecassino el P. Bernardo D’Onorio, o.s.b. para el 60 aniversario de la destrucción de la Abadia de Montecassino Juan Pablo II recordaba Montecassino como “verdadera arca de un tesoro precioso de espiritualidad, de cultura y de arte. Para nosotros, los creyentes, el hecho de que el antiguo monasterio haya sido totalmente destruido por la guerra y después haya sido perfectamente reconstruido es una invitación a la esperanza, impulsándonos a ver en ello un símbolo de la victoria de Cristo sobre el mal y de la posibilidad que tiene el hombre de superar, con la fuerza de la fe en Dios y del amor fraterno, los conflictos más arduos para hacer que triunfen el bien, la justicia y la concordia.

Fotos de Abadia de Montecassino


 

 

 

viernes, 11 de julio de 2025

Joseph Ratzinger – Papa Benedicto XVI - EL coraje de la fidelidad (2 de 2)

 


Así que el martes 19 de abril, había humo blanco a las 5:50 p.m. (tiempo de Roma) fuera de la chimenea que está por encima de la Capilla Sixtina, indicando la elección de un nuevo Papa. Unos minutos más tarde el Cardenal Medina Estévez, pro Decano del Colegio Cardenalicio, aparecía en el balcón de la Basílica de San Pedro, y anunciaba en latín: "Annuntio vobis gaudium magnum. Habemus Papam: Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, Dominum Josephum Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Ratzinger qui sibi nomen imposuit Benedicti Decimi Sexti." Qué significa: "Os anuncio una gran alegría: ¡Tenemos Papa! El Eminentísimo y Reverentísimo Señor, el Señor Joseph de la Santa Iglesia Romana Cardenal Ratzinger, que ha tomado el nombre de Benedicto XVI

Entonces el 265 Sucesor de San Pedro - primer Papa alemán en mil años, y el Papa de mayor edad en más de 200 años (Juan XXIII fue electo Papa a la edad de 76 años) - aparecía en el balcón, y dirigía su primer mensaje a los fieles (vea página No. 2, mensaje Urbi et Orbi) llamándose "obrero humilde en la viña de Dios", ciertamente S. S. Joseph Ratzinger no había buscado ese trabajo, sabiendo que está humanamente hablando, sobre los límites que un ser humano pueden llevar. Hablando a los peregrinos alemanes reunidos en Roma el 25 de abril,  S.S. Benedicto XVI les dijo:  "Cuando, poco a poco, la tendencia de la votación me llevó a entender que, para decirlo simplemente, el hacha iba a caer sobre mí, mi cabeza empezó a girar. Yo estaba convencido que ya había llevado a cabo el trabajo de mi vida y podría esperar acabar mis días apaciblemente. Con convicción profunda, dije al Señor: ¡No me hagas esto! Tú tienes personas más jóvenes y mejores a tu disposición que pueden enfrentar esta gran responsabilidad con mayor dinamismo y mayor fuerza”. "Entonces fui muy tocado por una breve nota escrita para mí por un hermano Cardenal. Él me recordó que en la ocasión de la Misa fúnebre de Juan Pablo II, yo había basado mi homilía, empezando por el Evangelio, en las palabras del Señor a Pedro en el Lago de Genezaret:  !Sígueme! '. Yo hablé de cómo, de nuevo y de nuevo, Karol Wojtyla recibió esta llamada del Señor, y cómo como él,  tenía que renunciar a mucho y simplemente decir: Sí, yo te seguiré, aun cuando me lleves a donde yo nunca quise ir. Este hermano Cardenal me escribió: Si es el Señor el que le dice ahora, `Sígueme', entonces recuerde lo que usted predicó. ¡No se niegue! Sea obediente de la misma manera que usted describió al gran Papa que ha vuelto a la casa del Padre. Esto me movió profundamente. Los caminos del Señor no son fáciles, pero nosotros no fuimos creados para una vida fácil, pero para las cosas grandes, para la bondad. Así, al final yo tenía que decir ‘sí’. Yo confío en el Señor y confío en ustedes, estimados amigos."

Fue el Cardenal Ratzinger quien había sido escogido por Juan Pablo II para escribir las meditaciones y oraciones para las Estaciones de la Cruz de viernes Santo, del 25 de marzo de 2005. 

Esto es lo que él escribió como meditación y oración para la novena Estación de la Cruz; Jesús cae por tercera vez,:

“¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? Quizás nos hace pensar en la caída de los hombres en general, en que muchos se alejan de Cristo, en la tendencia a un secularismo sin Dios. Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? ¡Cuántas veces se abusa del santo sacramento de su presencia, en qué vacío y maldad de corazón entra él con frecuencia! ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta siquiera de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y también entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo más profundo del alma: Kyrie, eleison - «Señor, sálvanos» (cf. Mt 8,25).”

Dos días después, cerca del Vaticano,  el Cardenal Ratzinger se encontró en la calle con un Monseñor jubilado de la curia que le pidió la razón por haber dado lo que le parecía una reflexión descorazonada. "Nosotros debemos orar mucho, nosotros debemos orar mucho," le contestó el futuro Benedicto XVI. "Usted no nació ayer; usted entiende lo que estoy hablando; ¡Usted sabe lo que significa - Nosotros sacerdotes! Nosotros sacerdotes"! él concluyó en un tono de suplica, agregando, "Recuerda la oración al Sagrado Corazón en la que nosotros pedimos perdón particular por los pecados de los sacerdotes. Yo sé que hiere el decir que el barco está alojando agua de cada lado, pero es verdad, es verdad. Nosotros sacerdotes..." Golpeado por la manera en la que Ratzinger le dijo, "nosotros sacerdotes, nosotros sacerdotes," el Monseñor reconoció su sufrimiento interno, y no le preguntó nada más. Como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Ratzinger estaba bien consciente del  estado de la Iglesia. En la apertura del Cónclave, él entregó una homilía en la que no escatimó esfuerzos para recordar a los Cardenales electores sobre la gravedad de los tiempos lo que atrajo a comentaristas a decir que Ratzinger ciertamente no tenía ninguna intención de ser electo Papa: "Cuántos vientos de doctrina hemos conocido en recientes décadas, cuántas corrientes ideológicas, cuántas maneras de pensamiento. El barco pequeño del pensamiento de muchos cristianos se ha echado a menudo sobre estas olas - echados de un extremo al otro: del Marxismo al liberalismo, incluso al libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un misticismo religioso vago; del agnosticismo al sincretismo y así continúa. Todos los días nacen nuevas sectas, y lo que San Pablo dice sobre la decepción humana y el engaño que se esfuerzan por incitar a las personas en el error (cf. Ef 4: 14) se hace realidad. "Hoy, el tener una fe clara basada en el Credo de la Iglesia es etiquetada a menudo como fundamentalismo. Considerando que el relativismo, es decir, permitiendo a sí mismo ser ‘tirado aquí y allí, llevado por cada viento de doctrina’, parece la única actitud que puede hacer frente a los tiempos modernos. Nosotros estamos construyendo una dictadura de relativismo que no reconoce nada como definitivo, y cuya última meta consiste solamente en el propio ego de sus deseos."

 

AlainPilote – Michael Journal

 

Y en ese mismo enlace biografia de Joseph Ratzinger


Joseph Ratzinger – Papa Benedicto XVI - El coraje de la fidelidad (1 de 2)

 




En su primera audiencia general del 27 de Abril de2005, S.S. Benedicto XVI explicó la razón del nombre de “Benedicto” que eligió al ser nombrado Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal: He querido llamarme Benedicto XVI para vincularme idealmente al venerado Pontífice Benedicto XV, que guió a la Iglesia en un período agitado a causa de la primera guerra mundial.

Fue intrépido y auténtico profeta de paz, y trabajó con gran valentía primero para evitar el drama de la guerra y, después, para limitar sus consecuencias nefastas. Como él, deseo poner mi ministerio al servicio de la reconciliación y la armonía entre los hombres y los pueblos, profundamente convencido de que el gran bien de la paz es ante todo don de Dios, don —por desgracia— frágil y precioso que es preciso invocar, conservar y construir día a día con la aportación de todos.

El nombre Benedicto evoca, además, la extraordinaria figura del gran "patriarca del monacato occidental", san Benito de Nursia, copatrono de Europa juntamente con san Cirilo y san Metodio, y las santas Brígida de Suecia, Catalina de Siena y Edith Stein. La progresiva expansión de la orden benedictina, por él fundada, ejerció un influjo inmenso en la difusión del cristianismo en todo el continente. Por eso, san Benito es también muy venerado en Alemania y, particularmente, en Baviera, mi tierra de origen; constituye un punto de referencia fundamental para la unidad de Europa y un fuerte recuerdo de las irrenunciables raíces cristianas de su cultura y de su civilización.

De este padre del monacato occidental conocemos la recomendación que hizo a los monjes en su Regla:  "No antepongáis absolutamente nada a Cristo" (Regla 72, 11; cf. 4, 21). Al inicio de mi servicio como Sucesor de Pedro pido a san Benito que nos ayude a mantener firmemente a Cristo en el centro de nuestra existencia. Que él ocupe siempre el primer lugar en nuestros pensamientos y en todas nuestras actividades.”

Muchos Cardenales decian que fue su homilía en el entierro del Papa, y la manera en la que él se manejó los días siguientes, lo que los convenció de que él sería el mejor candidato para ser el próximo Papa. Todos sabíamos que él era el amigo más íntimo de Juan Pablo II en la Curia, el más inteligente de todos los Cardenales, y ciertamente uno de los más santos. Incluso antes del entierro, nadie le hubiera dado oportunidad alguna al Cardenal Ratzinger para el Papado, teniendo en mente lo que los medios de comunicación seculares dijeron sobre él, "Él es demasiado viejo, demasiado conservador, demasiado polémico (detestado por los liberales)," etc.

Pero el milagro sucedió: Dentro de las 24 horas después del inicio del Cónclave, el Cardenal Joseph Ratzinger consiguió de los 115 Cardenales electores, por encima de los 77 votos necesarios en la cuarta papeleta de voto, (unas dos-terceras partes de la mayoría) para ser el próximo Soberano Pontífice. (Según la Revista Time, en el cuarto voto, Ratzinger había ganado 95 de los 115 votos.) Como Eggy Noonan del Periódico Wall Street escribió: "Era imposible. Pero sucedió. Nadie realmente estaba considerando al Cardenal Ratzinger, hasta esa Misa (funeral).  Se decia “para aquéllos que están siguiendo la canonización de Juan Pablo II, por favor noten: su primer milagro es Benedicto XVI." El Cardenal Meisner de Colonia dijo: "Yo he conocido al Papa (Ratzinger) durante 35 años; él tiene la inteligencia de 12 profesores y es tan pío como un niño en el día de su Primera Comunión, y nosotros somos amigos. Cuando miré que a los 78 años, una edad cuando otros están jubilados, él debía encargarse de semejante gran misión, y lo hizo así con tal deleite e inteligencia, yo fui agobiado interiormente, y las lágrimas fluyeron."