Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 23 de enero de 2013

San Francisco de Sales, “doctor del amor divino”




“Francisco de Sales, consejero de Papas y de príncipes, dotado de grandes cualidades espirituales, pastorales y diplomáticas, fue un hombre de unidad en una época en que las divisiones constituían una herida en el costado de la Iglesia. Se preocupó, en particular, por restablecer la unidad de su diócesis y por mantener la comunión en la fe, basando su acción en la confianza en Dios, en la caridad que todo lo puede, en la ascesis y en la oración, como subrayó en un auténtico discurso programático poco después de su ordenación sacerdotal, puesto que -decía- es así como debemos vivir la regla cristiana y comportarnos verdaderamente como hijos de Dios (cf. Sermón para el arciprestazgo:  Oeuvres complètes, edición de Annecy, VII, p. 99 ss). Más tarde explicaría lo que es en verdad la caridad teologal:  "La caridad es un amor de amistad, una amistad de dilección, una dilección de preferencia, pero de preferencia incomparable, soberana y sobrenatural, que es como un sol en toda el alma para embellecerla con sus rayos, en todas las facultades espirituales para perfeccionarlas, en todas las potencias para moderarlas, y en la voluntad, como su sede, para residir allí y hacer que quiera y ame a su Dios sobre todas las cosas" (Tratado del amor de Dios:  Oeuvres complètes, IV, p. 165)”

San Francisco de Sales tuvo como modelo a San Carlos Borromeo, el santo patrono de Juan Pablo II y se esmeró – decía el Santo Padre Juan Pablo II con ocasión del IV Centenario de la Consagración Episcopal de San Francisco de Sales - por formar a los sacerdotes, sobre todo instituyendo para ellos conferencias mensuales, a fin de dar a las ovejas sin pastor pastores misericordiosos que les enseñaran el misterio cristiano y celebraran cada vez más dignamente los sacramentos de la Eucaristía y de la reconciliación. Puso especialmente cuidado en hacer que el clero y los fieles descubrieran que la penitencia es un momento de encuentro con el amor del Señor, que acoge a todos los que van a pedirle humildemente perdón.”

Francisco de Sales – continuaba en su Mensaje Juan Pablo II  “doctor del amor divino, no descansaba hasta que los fieles acogían el amor de Dios, para vivirlo plenamente, orientando su corazón a Dios y uniéndose a él (cf. Tratado del amor de Dios:  Oeuvres complètes, IV, p. 40 ss). Así, bajo su guía, numerosos cristianos han recorrido el camino de la santidad. Él les mostró que todos están llamados a vivir una intensa vida espiritual, cualquiera que sea su situación y su profesión, ya que, al ser "la Iglesia un jardín esmaltado de flores infinitas, necesita tenerlas de diversas grandezas, de diversos colores, de diversos perfumes, en suma, de diferentes perfecciones. Todas tienen su valor, su gracia y su esplendor, y todas en conjunto, con su variedad, forman una perfección muy agradable de belleza" (ib., p. 111).

Hombre bondadoso y dulce, que sabía manifestar la misericordia y la paciencia de Dios a aquellos con quienes se encontraba, propuso una espiritualidad exigente pero serena, fundada en el amor, dado que amar a Dios "es la mayor felicidad del alma en esta vida y por toda la eternidad" (Carta a la Madre Marie-Jacqueline Favre, 10 de marzo de 1612:  Oeuvres complètes XV, p. 180). Con gran sencillez, formó a todos en la oración:  "Es necesario que se postre ante Dios y permanezca allí a sus pies; así él comprenderá que, con esta humilde actitud, usted es suya y quiere su ayuda, aunque no pueda hablar" (Carta a Juana Francisca Frémyot de Chantal, 14 de octubre de 1604: Oeuvres complètes XII, p. 352). Se esforzó por conducir las almas hasta las cimas de la perfección, procurando unir a las personas en torno a lo que es el centro de la existencia, la vida de intimidad con el Señor, gracias a la cual el hombre puede recibir la perfección y hacerse mejor (cf.Tratado del amor de Dios:  Oeuvres complètes, IV, p. 49). Se preocupaba de que cada uno volviera a Cristo y recomenzara desde él, para llevar una vida buena, puesto que Dios ha dado a cada uno el gobierno de sus facultades, que conviene poner bajo el primado de la voluntad (cf. ib.,pp. 23-24).”

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