“El programa
evangélico de las bienaventuranzas es trascendental para la vida del cristiano
y para la trayectoria de todos los hombres. Para los jóvenes y para las jóvenes
es sencillamente un programa fascinante. Bien se puede decir que quien ha
comprendido y se propone practicar las
ocho bienaventuranzas propuestas
por Jesús, ha comprendido y puede hacer realidad todo el Evangelio. En efecto,
para sintonizar plena y certeramente con las bienaventuranzas, hay que captar
en profundidad y en todas sus dimensiones las esencias del mensaje de Cristo,
hay que aceptar sin reserva alguna el Evangelio entero.
Ciertamente el ideal que el Señor propone en las
bienaventuranzas es elevado y exigente. Pero por eso mismo resulta un programa
de vida hecho a la medida de
los jóvenes, ya que la característica fundamental de la juventud es la generosidad, la abertura a
lo sublime y a lo arduo, el compromiso concreto y decidido en cosas que valgan la pena,
humana y sobrenaturalmente. La juventud está siempre en actitud de búsqueda, en
marcha hacía las cumbres, hacia los ideales nobles, tratando de encontrar
respuestas a los interrogantes que continuamente plantea la existencia humana y
la vida espiritual. Pues bien, ¿hay acaso ideal más alto que el que nos propone
Jesucristo?
Por eso yo, Peregrino de la Evangelización, siento el deber de
proclamar esta tarde ante vosotros, jóvenes del Perú, que sólo en Cristo está la respuesta a las ansias más
profundas de vuestro corazón, a la plenitud de todas vuestras aspiraciones;
sólo en el Evangelio de las
bienaventuranzas encontraréis
el sentido de la vida y la luz plena sobre la dignidad y el misterio del hombre
(Cfr. Gaudium et Spes, 22).”
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