Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 1 de noviembre de 2019

El precioso don de la verdad y la libertad



Juan Pablo II nunca dejo de recordar que cuando los hombres  se olvidan de la verdad y su conciencia, “se olvida” en ellos la libertad y,  en consecuencia,  se pierde la capacidad de distinguir el bien del mal.    La distinguen solo los hombres responsables, o sea aquellos que responden al Amor.  En Persona y acto Karol Wojtyla habla de la verdad del hombre y de su libertad,  o sea poseerse a sí mismo, que quiere decir poseer la idoneidad de darse a sí mismo a los demás, cuando su amor los llama a ser amor.  La dramática belleza de la verdad y la libertad la canta en el poema Cuando yo pienso: Patria. El deseo de la verdad del bien y lo bello conduce al acto de la creación, en el cual Dios ve que todo aquello que sus ojos encendieron a su existencia es muy bello y muy bueno, y conduce al Juicio Final, en el cual se rendirá cuenta si el hombre ha cumplido la justicia del Amor. En la comunión con el Rostro (theos) de Dios Karol Wojtyla hacia de su propia vida una obra de arte, buscando que fuera digna respuesta al Amor con el cual la belleza de Su Palabra lo llamaba a la labor,   para resurgir. En toda bella obra de arte, pero ante todo en aquella cuando el hombre es hombre, la invisible belleza eterna de Dios se convierte de alguna manera en algo visible en el tiempo, se refleja en ello en la historia del hombre que se extiende entre el Principio y el Fin, como el cielo estrellado se refleja en las aguas del lago.  Al final veremos hasta qué punto ha sido enturbiado el reflejo del cielo estrellado en nuestras aguas.   

La libertad no se posee como se poseen los objetos comprados. Todos los días hay que luchar por la libertad. Es así que hay que luchar por el amor y su belleza, es así que hay que luchar por la verdad y el bien. Es fácil perderlos y con ellos perderse a si mismo.  «La libertad, la pagas con todo tu ser – por eso llamaras libertad  a aquella, que mientras la pagas, te ayuda a poseerte a ti mismo siempre de nuevo»  El antiguo epigrama que demanda de la libertad- quid sit veritas? Debería también extenderse a la pregunta sobre la libertad – quid sit libertas?  La respuesta debería sonar veritas atque libertas sunt vir qui adest. La verdad y la libertad se producen en el profético ad-sum! De  persona a persona, en su parusía.  De allí la parousia de Dios para todos los hombres. Por medio de la comunión en la presencia reciproca de los hombres se desanuda el camino que conduce a la Comunión con el Padre y con su Palabra filial, o sea al Principio de la verdad y la libertad, que ocurren en la historia, y al Final en la cual encontraran su consumación.

«La libertad es una conquista continua, no basta solo con poseerla?  Nos viene como un regalo. Pero se la mantiene luchando. Regalo y lucha se inscriben en nuestros mapas secretos, y sin embargo, evidentes.» 

Todos hemos recibido el don impagable de la vida, por eso es aun más apreciado el don de la verdad y el de la libertad.  El drama de cada hombre se desanuda en la tensión entre el don de la vida y el don de la verdad y de la libertad. Pero el don de la verdad y de la libertad es necesario pagarlo con el don de la vida. Con ninguna otra cosa,  porque cualquiera que fuese tiene un precio bien determinado. Por eso la vida por la verdad y la libertad es inseparable del heroísmo. En ello se revela la belleza del hombre – de aquel “sacerdote aun no consciente”. De modo particular se revela en el heroísmo del sacerdote de la Eucaristía.

« La verdad es una forma de amor» dice Juan Pablo II a los jóvenes durante uno de los encuentros mundiales de la juventud. La verdad de hecho es la belleza del amor.  Asi como el amor, también la verdad se expresa con el trabajo real, o sea con el servicio a los demás, y con el silencio real más que con las palabras. No debemos maravillarnos que los hombres que viven de una manera tan real, quiere decir aquellos que aman a los demás y les sirven en silencio real, no se arrodillan ni delante a la política ni a la economía. Todo aquello que tiene un precio lo ceden a cambio de la verdad, de la libertad, de la belleza,  que solo pueden consolar al hombre despertando en él la esperanza de no perder al final nada de aquello pagado para conquistarla.  Todo le rendirá ciento por ciento (Mt 19,29).

La belleza de la verdad y del bien que surgen del amor se confía a los hombres sencillos. A los hombres doctos se le confía solo cuando ellos “olvidan” sus construcciones eruditas y se convierten a la sencillez de aquello que no tiene precio. Una vez, en la oscuridad de un atardecer tardío, mi madre, una campesina sencilla,  escuchaba conmigo los Nocturnos de Chopin.  Cuando el piano se silencia me dice sólo esto. «Esta música es tan triste que puede llegar a consolar también a un hombre triste».  En esos momentos el hombre dirige la evolución del universo según las leyes pensadas en el misterio del Principio. Son momentos en los cuales Dios nos revela a los ojos de los hombres un fragmento de Su belleza que le da a la vida el sentido y el valor que no tiene precio. Para esos momentos pascuales de la belleza Juan Pablo II ha escrito su correspondiente antropología. La ha escrito como hombre y como sacerdote  y ante todo con la vida, y solo en segundo término con las palabras.

Stanislaw Gryegel : Dialogando con Juan Pablo II, Cantagalli, 2013

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