Al celebrar la solemnidad de Cristo, rey del Universo recordamos la homilía del Santo Padre Juan Pablo II del domingo 26 de noviembre de 2000, con ocasión del Jubileo del apostolado de los laicos, en la santa misa celebrada junto a la tumba del apóstol san Pedro.
“"Tú lo dices: soy Rey" (Jn 18, 37).
Esta fiesta, situada al final del año litúrgico, nos presenta a Jesús, Verbo eterno del Padre, como principio y fin de toda la creación, como Redentor del hombre y Señor de la historia.
En la primera lectura el profeta Daniel afirma: "Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin" (Dn 7, 14).
Tu realeza se manifiesta paradójicamente en la cruz, en la obediencia al designio del Padre, "que -como escribe el apóstol san Pablo- nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados" (Col 1, 13-14).
Primogénito de los que resucitan de entre los muertos, tú, Jesús, eres el Rey de la humanidad nueva, a la que has restituido su dignidad originaria.
¡Tú eres Rey!
Tu reino es un "reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz" (cf. Prefacio de Jesucristo, Rey del universo), que se manifestará en su plenitud al final de los tiempos, cuando Dios sea todo en todos (cf. 1 Co 15, 28).
La Iglesia, que ya en la tierra puede gustar las primicias del cumplimiento futuro, no deja de repetir:
"¡Venga tu reino!"



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