…..”Cuando entré, el cardenal camarlengo, Jean Villot, de pie y sonriendo me presentó al nuevo Papa.
Fue un encuentro muy sencillo, pero para mi, colmado de una emoción extraordinaria. El me miraba, quizás intentando comprender que diría viéndolo vestido así. No decía nada, sin embargo me hablaba con aquella mirada penetrante. Me encontraba frente al pastor de la Iglesia universal, el Papa, y en aquel momento comprendí claramente que ya no era el cardenal Karol Wojtyla, sino Juan Pablo II, el sucesor de Pedro.
Se me acercó con el rostro, y solo entonces me habló. Una simple ocurrencia, compuesta de tan solo dos palabras, pero llenas de su humor bastaron para mudar de mi emoción al reencuentro del hombre que conocía….”
Fue un encuentro muy sencillo, pero para mi, colmado de una emoción extraordinaria. El me miraba, quizás intentando comprender que diría viéndolo vestido así. No decía nada, sin embargo me hablaba con aquella mirada penetrante. Me encontraba frente al pastor de la Iglesia universal, el Papa, y en aquel momento comprendí claramente que ya no era el cardenal Karol Wojtyla, sino Juan Pablo II, el sucesor de Pedro.
Se me acercó con el rostro, y solo entonces me habló. Una simple ocurrencia, compuesta de tan solo dos palabras, pero llenas de su humor bastaron para mudar de mi emoción al reencuentro del hombre que conocía….”
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