“Entre los cristianos no pueden faltar los deseos que expresan la esencia misma y el sentido fundamental de nuestra vida: ¡deseos de llegar a ser cada vez mas santos! San Pablo, en su carta a los romanos, recuerda que somos santos por vocación y que albergamos el germen de santidad recibido en el bautismo, confiado por el Señor a nuestra responsabilidad y cuidado.
¡Ser santos! Pensar en esta realidad, tomar conciencia de lo que significa la llamada bautismal, me recuerda siempre el bellísimo cuadro de Caravaggio que se encuentra en la iglesia de San Luis de los Franceses en Roma: La llamada de Mateo. Jesús que entra en la habitación donde Mateo, con un grupo de hombres inclinados sobre una mesa, está en pleno debate. Mateo se da cuenta de esta presencia y percibe la mano que Jesús tiende hacia ellos. Sorprendido, casi perturbado, se señala a si mismo al mismo tiempo que su gesto y su mano expresan elocuentemente una pregunta: «me lo dices a mi?» ¿Me llamas precisamente a mi?». Toda la dinámica del encuentro entre el Maestro y el publicano contiene el sabor de lo increíble. Mateo está sorprendido, intrigado, confundido. Atónito, consciente de su propia culpa, que como un abismo lo separa de Jesús, se siente, por otro lado, atraído irresistiblemente por la bondad de quien le ofrece su confianza y su amistad. ¡Es el comienzo de una gran aventura!”
(del Prólogo de Mons. Slawomir Oder “Totus Tuus” Boletín mensual de la Postulaciòn de la Causa de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Juan Pablo II - enero 2008)
¡Ser santos! Pensar en esta realidad, tomar conciencia de lo que significa la llamada bautismal, me recuerda siempre el bellísimo cuadro de Caravaggio que se encuentra en la iglesia de San Luis de los Franceses en Roma: La llamada de Mateo. Jesús que entra en la habitación donde Mateo, con un grupo de hombres inclinados sobre una mesa, está en pleno debate. Mateo se da cuenta de esta presencia y percibe la mano que Jesús tiende hacia ellos. Sorprendido, casi perturbado, se señala a si mismo al mismo tiempo que su gesto y su mano expresan elocuentemente una pregunta: «me lo dices a mi?» ¿Me llamas precisamente a mi?». Toda la dinámica del encuentro entre el Maestro y el publicano contiene el sabor de lo increíble. Mateo está sorprendido, intrigado, confundido. Atónito, consciente de su propia culpa, que como un abismo lo separa de Jesús, se siente, por otro lado, atraído irresistiblemente por la bondad de quien le ofrece su confianza y su amistad. ¡Es el comienzo de una gran aventura!”
(del Prólogo de Mons. Slawomir Oder “Totus Tuus” Boletín mensual de la Postulaciòn de la Causa de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Juan Pablo II - enero 2008)
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