Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 17 de agosto de 2019

Karol Wojtyla: Aqui en Borek Falecki he aprendido a ser devoto de Maria



En mis frecuentes visitas a las parroquias  suelo comenzar o finalizar mi visita ante la imagen de Nuestra Señora de Jasna Gora.  Hablo como obispo,  pues para un obispo una parroquia es como su casa, al igual que para el párroco. Pero en esta parroquia quiero  hablarles no como obispo sino como parroquiano. Tan profundos son los lazos creados entre nosotros en el pasado. Por eso  -  y de modo muy particular – quiero hoy  hablar  ante ustedes como parroquiano.

 Ustedes saben que si bien nunca viví aquí he trabajado aquí. Esa enorme fábrica de productos químicos sobre la cual les  ha hablado el padre párroco, fue mi lugar de trabajo durante los cuatro años de la ocupación. Y durante esos cuatro años fue justamente aquí que nació mi vocación sacerdotal. Por eso mis lazos tan especiales con esta parroquia. Mi vocación comenzó a formarse mientras trabajaba en la cantera de piedra y terminó de madurar en esta fábrica de soda, en el predio donde se encuentra esta iglesia.  Digo “esta iglesia” pero pienso en aquella otra que ya no existe  y que vuestros hijos seguramente no podrán recordar.  Era una vieja capilla de madera, prácticamente una barraca, que servía como casa de Dios, antes que se terminara de construir esta hermosa, moderna y grande iglesia.  Como parroquiano hoy deseo saludar a Maria Santisima y deseo agradecerle  como vuestro obispo por la gracia sacerdotal que maduró justamente en esta parroquia.
Estos son los profundos lazos que me unen a ustedes. Estos lazos también me unen para siempre con nuestra Madre Santísima. Siempre que paso cerca de esta fabrica, especialmente cuando paso cerca de la Sala de calderas recuerdo el curso y los momentos decisivos de mi vida. A menudo veo ante mis ojos un pequeño librito de tapas celestes. Cuando era operario de Solvay lo llevaba siempre conmigo, junto al pedazo de pan, para el turno de la tarde o de la noche. Durante el turno de mañana era más difícil encontrar un momento para leer.  El librito se titulaba Tratado sobre la devoción a la Santísima Virgen Maria. El autor era - en aquellos tiempos era beato y fue elevado a los altares como santo -  Ludovico Maria Grignon di Monfort.  Permítanme mencionarlo el dia que Nuestra señora inicia su peregrinación en visita a vuestra parroquia.
Aquel pequeño librito de tapas celestes parecía un librito de Misa, y me sirvió de lectura durante muchos días y semanas. No solo lo leía entonces, aún lo conservo. Lo leía, en realidad desde el comienzo al final y lo volvia a empezar.   De este librito he aprendido la devoción a Nuestra Señora.   Ya  traía yo esa devoción de niño,  después como escolar, finalmente como universitario. Pero el verdadero sentido y la profundidad de esta devoción me lo ha enseñado este librito leído durante los turnos de trabajo, en esta fábrica de soda.  Lo he leído tantas veces que tanto por fuera como por dentro estaba impregnado de soda. Recuerdo muy bien aquellas manchas de soda porque justamente esas manchas son con una parte importante de toda mi vida interior. Quería recordarles esto hoy. Les recuerdo este hecho, carísimos hermanos y hermanas, pero ante todo quería recordarte a ti, Madre santísima de cuando venia aquí a la parroquia de Borek Falecki parroquia a la cual debo mi vocación, durante esa particular experiencia de trabajo manual.  Recordándolo quiero agradecértelo Madre Santísima.  Deseo además aparte de mi testimonio personal representar el testimonio de toda la  comunidad. Por eso, Madre Santísima ven a nosotros, que te acogemos en espíritu de perfecta devoción, de completa confianza en ti. Hemos puesto en tus manos nuestro pasado.  Hemos puesto en tus manos nuestro pasado una memorable tarde de aniversario del milenio de la conversión de Polonia, cuando nos visitaste en tu imagen errante. Has estado en la Catedral de Wawel y después en la procesión de Wawel a Skalka y después nuevamente de Skalka a Wawel,  allí en la pared de la capilla de Segismundo. A tu alrededor se encontraban centenares de miles, tus fieles, confesores de Cristo en esta maravillosa capital polaca. Recuerdo en aquel tiempo ante tu imagen pusimos en tus manos todo nuestro pasado. Yo he puesto en tus manos todo nuestro pasado  y  he aprendido a ser tu devoto justamente aquí en Borek Falecki. Ahora que Maria,  carísimos, sin su imagen, se encuentra entre nosotros (1), se eleva aun más la fuerza de nuestra fe. Y además se confirma nuestro acercamiento a la Santa Virgen. La ausencia de su imagen llena nuestros ánimos de desilusiones  viendo como se violan nuestros sentimientos religiosos.  No obstante en esta parroquia queremos confiarte, Madre de Cristo, todo nuestro futuro. Lo hacemos con todo nuestro esmero,  parroquia por parroquia, familia por familia, en especial porque queremos formar una base solida para el  futuro de nuestro pueblo, para el futuro de la Iglesia de Cristo en nuestra nación.  Esta base solida la encontramos en la más completa devoción a a ti, Madre de Cristo, Virgen Santísima porque es profunda nuestra veneración, nuestro amor a ti.  Un poeta polaco J. Lechon, dijo.« Porque aun aquel que en nada cree, cree en ti»   Nuestra fe es la base sobre la cual construimos y a la cual confiamos nuestro futuro.  Te confiamos aquellos que vendrán después de nosotros, para que gocen de unidad de espíritu con nosotros, para que este espíritu no se apague jamás; para que sientan dentro de si al Espíritu Santo cuya esposa eres.
Nos volvemos a ti, Madre santísima, esposa del Espíritu Santo, para que tu solicites y obtengas que el Espiritu Santo sea el Espíritu de nuestra juventud, de nuestros ancianos, de nuestros esposos, de nuestras familias; para que sea el Espíritu de nuestro trabajo, nuestras fabricas, nuestros campos y nuestras casas. Ora por nosotros y obtiene para nosotros el Espíritu Santo cuya esposa eres, o Madre de la divina gracia, Reina de Polonia, Sostén de los fieles, Madre nuestra de Jasna  Gora. Ruega por nosotros y guíanos. En tus manos está todo nuestro pasado, y en tus manos, todo nuestro futuro.  

(1)   En 1966 la imagen en peregrinación es confiscada y enviada al Santuario de Jasna Gora, pero los fieles polacos siguen con las peregrinaciones con  tan solo el marco del cuadro por toda Polonia.  

(Homilia del Obispo Karol Wojtyla en Borek Falecki 8 de noviembre de 1968) 

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