Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Pontificio Instituto Juan Pablo II Roma –Aldo Maria Valli entrevista a Stanisław Grygiel (1 de 2)


(el Profesor Grygiel y su esposa Ludmila)
Aldo María valli realiza una entrevista exclusiva con el profesor Stanisław Grygiel, filósofo polaco, gran amigo de san Juan Pablo II y hasta hace poco, antes de su despido, docente en el Pontificio Instituto teológico fundado precisamente por el papa Wojtyła.
Una entrevista muy amplia, en la que el profesor Grygiel habla del caso que le ha visto implicado, pero sobre todo, explica cuál es, en su opinión, la naturaleza de la crisis actual de la Iglesia y pronuncia palabras muy claras: «La Iglesia actual necesita un Moisés que, llevado por la ira del Dios misericordioso, con el que habla en la montaña, incendie todo los becerros de oro en cuya adoración el pueblo, con el permiso de muchos pastores, busca la felicidad».
Profesor Grygiel, usted, a propósito de la teología actualmente dominante, ha hablado de «pragmatismo teológico». ¿Qué quiere usted decir con esta expresión y cuáles son los objetivos de dicho pragmatismo?
El principio marxista en la manera de pensar es: la praxis precede al y decide sobre el logos, es decir, la verdad. Así ha dado un vuelco no sólo a la vida intelectual del mundo occidental, sino también a la vida de la Iglesia católica. Recuerdo los años 1966-1967, en los que viví en la Universidad Católica de Leuven, en Bélgica, y muchas lecciones de teología y filosofía que seguían este principio. El resultado fue una teología pragmática y una pastoral igualmente pragmática, que no parte de la Persona de Cristo, sino de la descripción sociológica de los distintos comportamientos humanos. Si la mayoría se divorcia, entonces… Muchos teólogos y, sobre todo, muchos pastores en la Iglesia católica se olvidan de hablar con el Hijo del Dios vivo. Les falta la fe en el sentido de la confianza en la Persona de Cristo y, en consecuencia, la fe en el hombre.
La Unión Soviética, al no ser capaz de conquistar Europa occidental con medios militares, intentó penetrar la mentalidad de los intelectuales, para someterla a las órdenes de los señores de este mundo. Lo consiguió a la perfección, como vemos hoy en día, mientras vivimos las desastrosas consecuencias de esa astuta acción de los agentes comunistas y de sus «idiotas útiles» occidentales.
Sabemos que usted ha sido despedido, junto con otros docentes, del Instituto Juan Pablo II sobre el Matrimonio y la Familia. Más allá de su caso particular, ¿qué nos enseña este caso? ¿Por qué esta revolución?
No puedo esconder mi dolor, provocado por el hecho de que el Instituto fundado por san Juan Pablo II haya sido abolido hace dos años. El despido de los profesores representa un acto coherente con esta decisión, por eso no me sorprende. Lamento sólo la confusión a la que han sido arrastrados los estudiantes, y en la que se sienten perdidos. Alguien deberá rendir cuentas un día. San Juan Pablo II preparó con fervor y pasión a los primeros profesores para esta gran misión. Unos meses antes de la fundación del Instituto nos invitó a su apartamento para meditar juntos sobre la situación en la que se encontraba no sólo la Iglesia, sino también el mundo. Quiso crear un Instituto en el que la teología surgiera de la experiencia moral de la persona humana y de la Palabra Divina en la que la verdad del hombre ha sido plenamente revelada. No hay que maravillarse, entonces, que en esa época meditáramos rezando, y rezáramos meditando. Ante Dios y ante el hombre que arde por Él, como ardía la zarza en la montaña en el país de Moria, hay que arrodillarse. En caso contrario, no se comprenderán «el universo y la historia» (cf. Redemptor hominis, n. 1).
Confieso que no llego a comprender por qué razón quienes han ejecutado la decisión papal de abolir el Instituto fundado por san Juan Pablo II hablan de profundización, expansión y ampliación de la enseñanza de Juan Pablo II. No se renueva la casa destruyéndola, incluidos sus fundamentos. Sería mejor hablar clara y francamente según el mandamiento del Evangelio: «Que vuestro hablar sea sí, sí, no,no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno» (Mt 5, 37).
Usted me pregunta: ¿por qué esta revolución? Las razones y los motivos tal vez las revelen los historiadores. Dios, en cambio, los juzgará. Toda revolución parte de cero y llega al punto del que parte. Siempre y por doquier, el revolucionario acaba como empieza: tal es el principio, tal es el fin. Yo veo la situación que se ha creado hoy como un momento de conflicto en marcha entre las dos visiones del hombre. Karol Wojtyła parte de la Palabra de Dios y de la experiencia moral de la persona humana. Por consiguiente, para él son«categorías» fundamentales la verdad que surge del acto de la creación y la mentira que el hombre comete cuando «crea» sus propias verdades. Precisamente por esto la experiencia de la persona humana tiene carácter moral, es decir, consiste en vivir las acciones como buenas o como malas. El «pragmatismo» es una negación total del «centro del universo y de la historia», es decir, del Hijo del Dios vivo.
La Iglesia católica está viviendo un periodo de confusión, marcado por profundas divisiones. ¿Cómo juzga usted la situación?
La Iglesia católica, abriéndose al mundo, se ha encontrado en la situación que atraviesa el mundo posmoderno, marcado por el «pragmatismo». La teología y la filosofía posmodernas se reducen al juego de opiniones (predicados) y ya no miran al hombre como la magna quaestio de san Agustín. La pregunta sobre el sentido de la vida desaparece y su lugar es ocupado por la pregunta sobre la felicidad horizontalmente entendida. Los teólogos y los filósofos para los que la teología y la filosofía son sólo juegos de opinión, no se arrodillan ante Dios, sino ante sus propios productos. Juegan sus cartas, se adoran a sí mismos. Sin embargo, de esta manera corren el riesgo de permanecer víctimas de los estafadores.
La Iglesia actual necesita un Moisés que, llevado por la ira del Dios misericordioso, con el que habla en la montaña, incendie todo los becerros de oro en cuya adoración el pueblo, con el permiso de muchos pastores, busca la felicidad. El nuevo Moisés provocará en las mentes y en los corazones la verdad del amor grabada en las Tablas y por muchos olvidada. La economía de la salvación puede vivir en el caos sólo hasta cierto punto. La ira misericordiosa de Dios tomará la palabra.
Publicado por Aldo Maria Valli en su blog Duc in altum.
Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

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