Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 14 de septiembre de 2019

Pontificio Instituto Juan Pablo II Roma –ACI entrevista al P. Jose Granados, vicepresidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II (1 de 2)


En una entrevista concedida el Grupo ACI, el P. José Granados, vicepresidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II expresó su preocupación por las consecuencias que tendrán en el futuro de esta institución los estatutos recién establecidos, la reducción de la enseñanza de la teología moral y el retiro de profesores de reconocida calidad académica y fidelidad a la doctrina católica como son Mons. Livio Melina y el P. José Noriega.



A continuación la entrevista completa (1ra parte) concedida por el P. José Granados: (de Aciprensa)

El Papa Francisco ya había anunciado a través del Motu Proprio Summa Familiae Cura de Setiembre del 2017 que el Instituto debía refundarse y ampliar su horizonte académico ¿Por qué la sorpresa ante los actuales cambios?

Desde la aprobación del motu propio hemos estado trabajando por una renovación en la continuidad, como indicaba el Santo Padre Francisco. El deseo del Papa ha sido acoger el Instituto, ampliarlo, promoverlo, como nos dijo desde el principio Mons. Sequeri. Pero en el último momento ha aparecido algo que no tenía que ver con el trabajo común realizado, por sorpresa y en pleno verano, con el singular dolor añadido de que algunos colegas, de una gran importancia en la historia del Instituto, eran despedidos sin justificación. Nos ha dejado estupefactos.
Esto se ha unido a la sorpresa por los estatutos. A quien compara los estatutos antiguos y los nuevos se le hacen claras al menos dos cosas: la primera, disminuye la presencia del consejo de profesores (los profesores estables tienen ahora solo dos representantes, mientras antes participaban todos, desde sus diferentes cátedras). Esto se aplica a toda la vida académica del Instituto: disminuye la aportación colegial de los profesores estables para aprobar las tesis doctorales o el plan de estudios.
La segunda: el nombramiento de nuevos profesores, decisivo para una comunidad académica, queda ahora bajo el influjo directo del Gran Canciller. Si se examina con cuidado el procedimiento se verá que es casi imposible que el claustro de profesores pueda oponerse a un candidato que el Gran Canciller promueva. Antes se requería que el consejo, donde estaban todos los profesores estables, diese su consenso al candidato, lo que se hacía después de un examen de las publicaciones del candidato por tres profesores externos al Instituto. El Gran Canciller se limitaba a aprobar la persona que le presentase el presidente tras obtener el consenso del consejo.
Sobre todo suscita asombro la pérdida de colegialidad, porque en un instituto interdisciplinar, que se caracteriza por estudiar el mismo objeto (matrimonio y familia) desde los distintos puntos de vista de cada materia, se necesita la aportación de todos los profesores en las diferentes cátedras, sea para examinar el plan de estudios, sea para aprobar las tesis doctorales, sea para la elección de los nuevos miembros del claustro. Y esto debería estar reconocido como un derecho en los mismos estatutos, por ser un punto vital de la institución.
Además, en los nuevos estatutos hay un cambio decisivo: la reducción drástica de la teología moral. En el comunicado oficial del Instituto emitido el 29 de Julio se dice que la teología moral encuentra una colocación nueva y se señala que hay dos cátedras de moral, la moral del amor y del matrimonio, por un lado, y la ética de la vida, por otro. Lo que no se dice es que, según los antiguos estatutos, había ya dos cátedras que cubrían estas materias (una cátedra de moral especial, para sexualidad y matrimonio, y una de bioética). Tampoco se dice que en el plan de estudios la moral del matrimonio (equivalente a la moral especial) tiene ahora solo 3 créditos, la mitad que la mayoría de las demás cátedras. La moral, por tanto, se ha reducido a la mitad y no solo eso: se han echado a los profesores que la enseñaban: Melina, Noriega y, para la bioética, Maria Luisa di Pietro.
Especialmente preocupante es la supresión de la cátedra de moral fundamental, la que ocupaba Mons. Melina. Es una cátedra activa desde hace 38 años, en la que enseñó el Cardenal Caffarra, y podríamos decir que es esencial para la labor del Instituto, si tenemos en cuenta que Wojtyla era moralista y que se la confió al primer presidente del Instituto.
Se trata de una cátedra decisiva. Si no se conocen los fundamentos de la moral, si estos no se colocan bien, la moral matrimonial queda en el aire. Según uno se sitúe ante Veritatis Splendor, así se situará ante las cuestiones de moral especial, como la moralidad de la contracepción o de los actos sexuales fuera del matrimonio. Así se situará también ante la grandeza de la vocación a la que Dios llama el hombre y ante la dignidad de la misericordia con que lo regenera en Cristo para que pueda obrar el bien y alcanzar una vida grande y bella. Piénsese que el entonces Cardenal Ratzinger alabó el papel clave del Instituto en el desarrollo de esta disciplina de moral fundamental. Hasta tal punto, que en los estatutos aprobados en 2011 se menciona la moral fundamental entre los fines primordiales del Instituto, algo que ahora se elimina. En efecto, en el artículo 2 de los estatutos de 2011, donde se habla de los fines del Instituto se incluye: “Investigación teológica en el ámbito de los fundamentos de la vida moral cristiana”.
¿Por qué se elimina la cátedra? La razón que da el comunicado de prensa del Instituto es inconsistente. Se dice que es una asignatura de primer ciclo de teología, que los estudiantes tienen que tener ya sabida. Ahora bien, entre las cátedras hay al menos otras dos (antropología teológica, teología fundamental) que están en el mismo caso, y que no parecen crear problemas. Además, es sabido que una cátedra de carácter general, cuando se da al nivel superior de la licencia, no se limita a repetir lo aprendido en el ciclo institucional. Se trata de profundizar en distintos aspectos, como podrá ver quien eche una ojeada a los cursos ofrecidos por Melina en los últimos años. Melina ha profundizado en aspectos concretos de la moral fundamental para iluminar desde allí la moral conyugal y familiar. ¿Y por qué este argumento no ha sido objeción en los 38 años de vida de la cátedra? La razón que se da solo puede explicarse, pues, como una cortina de humo. ¿La razón verdadera y triste? ¿No será que Melina, como titular de la cátedra, ha permanecido fiel a Humanae Vitae y a Veritatis Splendor, y se elimina la cátedra para poder eliminar a Melina?
Y hay otra pregunta: ¿Qué sucederá con el Área de investigación en teología moral fundamental, una vez que falta la cátedra? Es un área instituida por el Cardenal Scola, fue presidida primero por Melina y luego por el profesor Pérez Soba, y ha organizado ya casi veinte coloquios internacionales, con numerosas publicaciones de prestigio, invitando entre otros teólogos a Ratzinger, además de a los moralistas más famosos de los últimos años y de muy variadas tendencias teológicas.

¿En qué medida fue consultado el cuerpo docente del Instituto en el desarrollo de los estatutos, los nuevos profesores y la nueva currícula?

Por desgracia los estatutos no se pueden considerar fruto de un trabajo común con el resto de los consejos del Instituto. Me siento obligado a decirlo, porque se han dado otras informaciones: como vicepresidente de la sede de Roma durante este tiempo de transición, quiero negar cualquier responsabilidad con respecto a los nuevos estatutos, que conocí el mismo día de su publicación. Veo, no solo en los estatutos, sino sobre todo en los cambios de profesorado (y especialmente en los despidos) un peligro para mantener la herencia de san Juan Pablo II.


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