Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 9 de mayo de 2020

Beatificación Juan Pablo II – Mi diario de viaje (5) 1 de mayo 2011 La fiesta de la fe - Republicacion



“¡Dichoso tú, amado Papa Juan Pablo, porque has creído! Te rogamos que continúes sosteniendo desde el Cielo la fe del Pueblo de Dios. Desde el Palacio nos has bendecido muchas veces en esta Plaza. Hoy te rogamos: Santo Padre: bendícenos”

Como describir ese momento tan esperado? Como comunicar un inmenso gozo y un profundo agradecimiento? Podría quizás graficarlo, “personificarlo” con la mano derecha sobre el corazón o las dos cruzadas sobre el pecho y una leve inclinación de cabeza en señal de agradecimiento…? con los ojos cerrados, incrédula, embelesada por estar realmente allí, vivenciándolo.
Pero describir en palabras aquella “fiesta de la fe” se me hace casi imposible…. tampoco pude tomar muchas fotografias....no,no se podia....

Si soy sincera es como si hubieran “rebalsado” la memoria aquellos momentos que, no obstante, atesoro en mi corazón. Un sentimiento especial. Me costaba creer que estaba allí. Y le pido prestadas sus palabras al nuevo beato que lo ha hecho tan bien por nosotros para explicar esa “comunión de los santos” “admirable comunión que se realiza del modo más alto e intenso en la divina liturgia y, sobre todo, en la celebración del sacrificio eucarístico: en él «nos unimos de la manera más perfecta al culto de la Iglesia del cielo: reunidos en comunión, veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, madre de Jesucristo nuestro Dios y Señor; la de su esposo san José; la de todos los santos Apóstoles y mártires y la de todos los santos» (ib., 50).”
Estábamos todos allí…junto a los amigos del Foro, los lectores del blog…unidos espiritualmente.

Tratare no obstante contar un poco los pequeños momentos de ese gran día:
Aclaro ante todo que estuvimos entre los inmensamente privilegiados que tenían invitación. Aconsejaban estar allí en Piazza del Sant’ Uffizio a las 05.30. Allì vamos con la invitación en mano, que nos iba siendo requerida por el camino…. El control parecía estrictísimo, aunque después descubrimos que no lo era tanto ;) El taxi (porque habian prometido transporte frecuente, pero no se que paso :) me dejo en Puente Príncipe (desde este lado ya no se podía cruzar el puente sin invitación en dirección hacia Porta Cavalleggeri) aunque en dirección contraria o sea hacia el Tevere llegaban oleadas de jóvenes entusiastas portando estandartes y banderas dirigiéndose hacia la entrada habilitada para entrar a la Plaza San Pedro. En Porta Cavallegeri solo se pasaba con invitación. Los sacerdotes entraban con otra de color amarillo. Saludados por la Guardia Suiza, invitación en mano, entramos sin problemas y sin controles cuando aun no había amanecido por Piazza del Sant`Uffizio, si bien se decía que el ingreso a la Plaza seria


a partir de las 8. Muchos polacos, entre ellos polacos importantes, miembros del Parlamento, etc otros vestidos en trajes regionales nos habían ganado de mano pues ya habían ocupado una parte adelante... Todos a nuestro alrededor hablando polaco!

La Plaza San Pedro era una pequeña Polonia.

Intente rezar. Se hacia difícil. Nuestro lado se fue llenando rápidamente. El tiempo seguía amenazante. El pronóstico era lluvia, las estadísticas habían confirmado que el 1ro de mayo siempre llueve en Roma ;) Finalmente el día fue brillante, soleado, una fiesta! No podía ser diferente!

Ante un cuadro de Jesús Misericordioso (que después fue retirado – quizás alguien debería haber explicado porque lo retiraron sin dejarlo a la vista) a las 9 comenzó la primera parte de la celebración (ver librito de la celebración) con el Canto de apertura y – cantada - la Coronilla de la Divina Misericordia precedida por la lectura de un trozo de la homilía del nuevo beato de la ceremonia de canonización de Sor Maria Faustina Kowalska el 30 de abril del 2000 (leída en polaco)
Continuaba la Coronilla a la Divina Misericordia en italiano, alemán, francés, ingles y polaco. Entre decena y decena - en una verdadera comunión de los santos - trozos de homilías del nuevo beato


En la 3ra de la ceremonia de beatificación de la Madre Teresa de Calcutta (primer párrafo del apartado 4)

En la 4ª nuevamente de la homilía de canonización de Sor Maria Fuastina Kowalska del 30 de abril 2002 (apartado 3)
Y la 5ª leída en Tamil (primer párrafo del Apartado 5)
 
Terminada la coronilla se rezo la Oración por la beatificación y canonización de Juan Pablo II (que en español tiene un pequeño cambio, en lugar de “el favor que imploramos” ahora se reza “la gracia que imploramos” y se canto Jesús en ti confío, para luego dar comienzo a la Solemne Misa de beatificación, rito y formula de beatificación que termino con el Himno al Beato Juan Pablo II.

 El ingreso del Santo Padre Benedicto conmovedor (beatificaría nada menos que a su antecesor y amigo!



Muy aplaudido, pero desde nuestro lugar solo pudimos verlo de lejos. En la pantalla se lo veía alegre, feliz a su paso entre la gente, luego profundamente concentrado durante la ceremonia.


Toda la ceremonia estuvo impregnada – no podía ser de otra manera – del espíritu de la Divina Misericordia. Además era el primer día del mes mariano. Imagino la particular emoción del Santo Padre Benedicto XVI! Que emoción para todos al momento del corrimiento del velo que cubría la imagen!


Emoción y sorpresa! Una fotografía que el fotógrafo polaco, residente en Roma, Grzegorz Galazka se tenia “guardada” : un Juan Pablo II sonriente, pícaro!
 
En su homilía el Santo Padre Benedicto XVI recordaba: “Hace seis años nos encontrábamos en esta Plaza para celebrar los funerales del Papa Juan Pablo II. El dolor por su pérdida era profundo, pero más grande todavía era el sentido de una inmensa gracia que envolvía a Roma y al mundo entero, gracia que era fruto de toda la vida de mi amado Predecesor y, especialmente, de su testimonio en el sufrimiento. Ya en aquel día percibíamos el perfume de su santidad…” “Éste es el segundo domingo de Pascua, que el beato Juan Pablo II dedicó a la Divina Misericordia – decía Benedicto XVI, - Por eso se eligió este día para la celebración de hoy, porque mi Predecesor, gracias a un designio providencial, entregó el espíritu a Dios precisamente en la tarde de la vigilia de esta fiesta……….. Juan Pablo II es beato por su fe, fuerte y generosa, apostólica…..Hoy, su nombre se añade a la multitud de santos y beatos que él proclamó durante sus casi 27 años de pontificado, recordando con fuerza la vocación universal a la medida alta de la vida cristiana, a la santidad, como afirma la Constitución conciliar sobre la Iglesia Lumen gentium. Recordó también su profunda devoción a María. De allí su lema decía Benedicto XVI: «Totus tuus», que corresponde a la célebre expresión de san Luis María Grignion de Monfort, en la que Karol Wojtyła encontró un principio fundamental para su vida: «Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum, Maria -Soy todo tuyo y todo cuanto tengo es tuyo. Tú eres mi todo, oh María; préstame tu corazón». (Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, n. 266)”
 
 En la voz del Papa Benedicto XVI sonaban nuevamente en la Plaza aquellas memorables palabras de Juan Pablo II, «¡No temáis! !Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!», invitación que “el Papa llevó a cabo en primera persona” - decía Benedicto XVI- devolviéndonos la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redemptor hominis, Redentor del hombre: el tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás.”

“El ejemplo de su oración – agregaba el Papa - siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio. Y después, su testimonio en el sufrimiento: el Señor lo fue despojando lentamente de todo, sin embargo él permanecía siempre como una «roca», como Cristo quería. Su profunda humildad, arraigada en la íntima unión con Cristo, le permitió seguir guiando a la Iglesia y dar al mundo un mensaje aún más elocuente, precisamente cuando sus fuerzas físicas iban disminuyendo. Así, él realizó de modo extraordinario la vocación de cada sacerdote y obispo: ser uno con aquel Jesús al que cotidianamente recibe y ofrece en la Iglesia.”
  

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