Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 23 de febrero de 2024

Benedicto XVI: Los primeros pasos con Juan Pablo II

 


(Con ocasión de la canonización de Juan Pablo II  al prepararse la publicación de  Accanto a Giovanni Paolo II – gli amici & collaboratori raccontanoedición española :  compilado por Wlodzimierz Redzioch , el Santo Padre Benedicto XVI acepto contribuir con sus recuerdos personales de su predecesor

 Algunas preguntas (de la edición italiana)

Santidad, los nombres de Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger se relacionan de diversas maneras con el Concilio Vaticano II. Ustedes se conocieron durante el Concilio?

 El primer encuentro que recuerdo con el cardenal Wojtyla recién ocurre en el conclave cuando fue elegido Juan Pablo I. Durante el Concilio, ambos colaboramos en la Constitución pastoral La Iglesia y el mundo contemporáneo, pero en secciones diferentes, de modo que no nos encontramos.  En septiembre de 1978, con ocasión de la visita de los obispos polacos a Alemania, yo estaba en Ecuador, como  representante personal de Juan Pablo I.  La iglesia de Frisinga  y la iglesia ecuatoriana  están unidas por un hermanamiento realizado por el arzobispo Echavarria Ruiz (Guayaquil) y el cardenal Döpfner.  Y fue así, que con enorme pesar  no tuve ocasión de conocer personalmente al Arzobispo de Cracovia.  Naturalmente había oído hablar de su obra de  filosofo y pastor, y hacia tiempo que deseaba conocerlo.

Wojtyla, por su parte, había leído mi Introduccion al cristianismo, que había citado también en los Ejercicios Espirituales predicados por él a Pablo VI y la Curia, en la Cuaresma de 1976.  Por eso era como si, interiormente, ambos esperáramos encontrarnos.

Sentí, desde el inicio una simpatía cordial por el Metropolita de Cracovia. En el pre-conclave de 1978 el cardenal Wojtyla analizo para nosotros, de forma asombrosas, la naturaleza del marxismo. Pero sobre todo noté enseguida la fascinación humana que de él emanaba, y de  como rezaba, percibí cuan profundamente estaba unido a Dios.

Que sintió cuando el santo padre Juan Pablo II lo llamo para confiarle la guia de la Congregación para la Doctrina de la Fe?

Juan Pablo II me llamo en 1979 para nombrarme prefecto de la Congregación para la Educación católica. Habían pasado apenas dos años de mi consagración episcopal en Munich y veía imposible dejar tan pronto la sede de San Corbiniano. La consagración episcopal representaba, de alguna manera, una promesa de fidelidad hacia mi diócesis de pertenencia. Por lo tanto le pedi al Papa que pospusiera ese nombramiento […] Fue durante 1980 cuando me dijo que quería nombrarme, a fines de 1981, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como sucesor del cardenal Seper.

Visto que continuaba sintiéndome en obligación hacia mi diócesis de pertenencia, para la aceptación del cargo me permití poner una condición, que sin embargo creí irrealizable.  Dije que sentía el deber de continuar publicando trabajos teológicos. Habría de responder afirmativamente solamente si esto era compatible con la labor de prefecto. El Papa, que conmigo fue siempre muy benévolo y comprensivo, me dijo que se informaría sobre la cuestión para tener una idea. Cuando más tarde le hice una visita me explico que las publicaciones teológicas son compatibles con el oficio de Prefecto, también el cardenal Garrone, me dijo, había publicado trabajos teológicos cuando era prefecto de la Congregación para la Educación católica. Así acepte el encargo, bien consciente de la importancia de la tarea, pero sabiendo también que la obediencia al Papa exigía entonces de mi un SI.

Podría comentarnos como se desarrolló la colaboración entre ustedes?

La colaboración con el santo Padre siempre estuvo caracterizada por la amistad y el afecto. Y se desarrollo sobretodo en dos planos: el oficial y el privado.  El Papa cada viernes, a las seis de la tarde, recibe en audiencia al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de las Fe, y deja a su decisión los problemas surgidos.  Tienen preferencia, naturalmente, los problemas doctrinales, a los que se añaden también las cuestiones de carácter disciplinar: la reducción al estado laical de sacerdotes que lo han solicitado, la concesión del privilegio paulino para aquellos matrimonios en los que uno de los cónyuges no es cristiano, y asi sucesivamente. A continuación, se añadía también el trabajo en curso para la elaboración del catecismo de la Iglesia Católica.

En algunas  ocasiones, el Santo Padre recibía antes la documentación esencial y por lo tanto ya conocía,  por anticipado,  las cuestiones que se tratarían. Así sobre los problemas teológicos siempre teníamos ocasión de conversar detalladamente. El Papa también era buen  conocedor de la literatura alemana contemporánea y siempre resultaba interesante para ambos buscar juntos la decisión justa para estas cosas.

Además de estas reuniones propiamente oficiales siempre había diversos tipos de encuentros semi oficiales o no oficiales. Llamaría semioficiales aquellas audiencias en las cuales,  durante varios años, los días martes por la mañana se trataba la catequesis de los miércoles con distintos grupos.  Por medio de las catequesis el Papa había decidido presentar con el tiempo un catecismo. El indicaba los temas y presentaba algunas breves consideraciones preliminares a desarrollar. Considerando que las reuniones las formaban personas de varias disciplinas varias,  aquellas conversaciones eran siempre muy bellas e instructivas, me gusta recordarlas. En ellas también notábamos la capacidad teológica del Papa. Y con el tiempo he admirado su disponibilidad a aprender.

 También era costumbre del Papa invitar a comer a los obispos en visita ad limina, como asi también a grupos de obispos y sacerdotes de diversos orígenes, y según las circunstancias.  Eran casi siempre “almuerzos de trabajo” en los cuales a menudo se proponía un tema teológico.

Los primeros tiempos hubo  también una serie de almuerzos en los cuales se discutía paso a paso el nuevo Código. Durante aquellos almuerzos trabajamos sobre una versión semi definitiva a efectos de llegar a la definitiva. Y después se discutían temas varios

El gran número de presentes hacia siempre entretenida y de amplio espectro la conversación que sosteníamos. Y siempre quedaba algún tiempo para el buen humor. El Papa reía con ganas y así esas comidas de trabajo, a pesar de la seriedad que se imponía, de hecho eran también ocasiones para disfrutar de una buena compañía.

 

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