Auschwitz/Oswiecim – Maximiano Kolbe
“Sería
erróneo convertir la figura de Kolbe en un símbolo de rendimiento ante el
opresor, o de rehusar enfrentarse al mal por medios de este mundo. Esta
posición seria más propia del ethos protestante (refiriéndose a las enseñanzas
de Dietrich
Bonhoeffer) pero contrario al espíritu de un pueblo que recuerda con
veneración las victimas de tantas luchas sangrientas por la independencia de su
patria, bajo la guía espiritual del Cardenal Stefan Wyszynski, el capellán de
los insurgentes de Varsovia. En sus actividades dentro de la iglesia
y la sociedad la espiritualidad del padre Kolbe siempre estuvo marcada por virilidad
y espíritu cortés. Sería suficiente recordar el
titulo de su diario, Rycerz
Niepokalanej, El Caballero de la Inmaculada, cuya tirada superaba los
800.000 ejemplares en Polonia antes de la guerra.
El
mensaje de Kolbe es de un equilibrio católico integral: el oprimido puede y
debe luchar por la justicia con armas de este mundo pero la verdadera victoria
es la victoria espiritual, y es la que recupera y reconstruye la verdad en uno
mismo y en los demás. Es solamente con la mirada fija puesta en esta
victoria que es posible evitar cruzar inadvertidamente el límite hacia la
injusticia y perder de vista las razones humanas que convierten la lucha en
digna y noble. Kolbe no tiene nada que ver en las consecuencias de
secularización (que algunos suponen pueden surgir del pensamiento de
Bonhoeffer.) Su vida demuestra que en esta tormentosa era de la historia del
hombre, es cada vez mas imperiosa la capacidad del hombre por la humanización a
fin de que el corazón humano no se rinda ante la barbarie.
Si
tratamos de abreviar en pocas palabras el dictamen sobre la historia
contemporánea que surge de lo que hemos tratado de exponer podemos decir
que el conflicto que marca la historia contemporánea es un conflicto
por o contra la imagen cristiana de lo humano. Existieron
varias formas de totalitarismos que intentaron construir una ciudad sin Dios en
la cual (no obstante sus ocasionales reclamos humanísticos) el hombre se halla
inexorablemente reducido a ser un mero instrumento del poder. En vista de
este conflicto fundamental, en cierto sentido, todos los demás
esfuerzos son secundarios. Nuestra intención no es minimizar la lucha que
divide clases y naciones sino argumentar que estos conflictos pueden resolverse
de manera equitativa, justa y humana solamente si están orientados por una
visión cristiana del hombre: de otra manera terminan por provocar un aumento de
injusticia y finalmente la auto destrucción de la humanidad.
Es
bien fácil establecer como esta visión de historia contemporánea difiere de
aquella que se halla mas divulgada entre nosotros – la idea que las raíces de
la crisis de la civilización europea, que nos ha cargado con terribles y
continuos ciclos de guerras mundiales, debe buscarse en la esfera de la
economía, en la lucha entre clases y entre naciones. Lo que se vislumbra en
primer plano y ocupa mayormente nuestra atención es la lucha entre las
diferentes formas de totalitarismo moderno. Sin dudas, el caos de intereses
conflictivos nos vuelve sordos a la pacifica resistencia de todos aquellos que
rechazan renunciar a su dignidad humana y, en lugar de ponerse de un lado u
otro de estas formas de totalitarismos que compiten entre si por la dominación
mundial, buscan construir una alternativa.
Polonia
se ha visto envuelta en dos de las formas más violentas de totalitarismos
modernos, y frente a estas adversidades reafirmó otra visión del hombre creando
una oposición esencialmente moral. En septiembre de 1939 las estructuras
físicas del estado polaco se rindieron inmediatamente ante la superioridad
alemana. Sin embargo, los nazis no lograron destruir la resistencia moral del
pueblo. Exterminaron a los intelectuales y mataron una sexta
parte de los sacerdotes con la intención de destruir la conciencia
espiritual de la nación. La resistencia moral se reconstruyo a si misma
alrededor de la presencia de testigos de la iglesia católica y, por medio de
ella, por algunos grandes hombres de fe. Ya hemos hablado del padre Maximiliano
Kolbe. En este contexto, debemos mencionar también al cardenal Sapieha,
arzobispo metropolitano de Cracovia, figura gigante de obispo y sacerdote y
símbolo de la resistencia espiritual, en cuya esfera de influencia maduró la
vocación sacerdotal del joven Karol Wojtyla.
Guiada
por otra gran figura de sacerdote y obispo, el Cardenal Stefan Wyszyński, la iglesia también se
opuso al totalitarismo comunista a través de su propia resistencia moral
anclada en la visión del hombre como “imagen visible del Dios invisible”.
Este testigo estimuló la conciencia de la gente. Englobaba la voluntad de continuar
la lucha por la verdad y la libertad, y al mismo tiempo mantenía viva la
conciencia que más importante que la reforma política del régimen dominante es
la reforma de la conciencia – el redescubrimiento, individual y
comunitario, de una perseverancia esencial y una constante humanidad frente a
los reclamos del poder. Los hechos de Danzig en 1979, la protesta pacífica y
firme de todo un pueblo en defensa de la verdad y el derecho, habla de una
manifestación practica de una inclinación espiritual nueva, de la cual habla,
quizás en el testimonio más lúcido que se haya escrito, Józef Stanisław Tischner en
su The Ethics of Solidarity.”
Traducido de Rocco
Buttiglione: KAROL WOJTYLA – The thought of the man who became
Pope por (William B. Erdman Publishing Co. 1997