Me sigue emocionando leer algunos comentarios:
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Hace 25 años, yo estaba allí. En Tor Vergata. Entre
la multitud de jóvenes que —al borde del milenio— escuchaban a Juan Pablo II
gritar con fuerza: “¡No tengáis miedo!”
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Hace
25 años, yo estaba allí. En Tor Vergata. Entre la multitud de jóvenes que —al
borde del milenio— escuchaban a Juan Pablo II gritar con fuerza: “¡No tengáis miedo!” Eran otros tiempos, sin duda. Pero algo permanece: el
anhelo de sentido, la búsqueda de un nosotros, el hambre de trascendencia.
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Recuerdo perfectamente aquella noche del 19 de
agosto del 2000. Caminábamos por la ciudad después de haber peregrinado durante
días. Dormíamos en patios de colegios, comíamos con tickets compartidos, nos
refrescábamos en fuentes públicas y, sobre todo, hablábamos. En todas las
lenguas. Con gestos, canciones, dibujos. Una chica italiana me regaló una
estampa con una frase escrita a mano: “Preghiamo insieme per la pace. Siamo
uno.” [Recemos juntos por la paz. Somos uno.]
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No he estado ahora allí para ver en los jóvenes de 2025 el mismo
brillo en los ojos. Pero lo imagino. Son jóvenes que no buscan fórmulas. Buscan
testigos. No necesitan etiquetas. Necesitan un ambiente.
Y las palabras del Papa Juan Pablo II en aquella Vigila de oración en Tor Vergataaquel sábado 19 de agosto de 2000, hace 25 años en su discurso de cierre, previa clausura el dia domingo:
Queridos jóvenes
del siglo que comienza, diciendo “sí” a Cristo decís “sí” a
todos vuestros ideales más nobles. Le pido que reine en vuestros corazones y en
la humanidad del nuevo siglo y milenio. No tengáis miedo de entregaros a Él. Él
os guiará, os dará la fuerza para seguirlo todos los días y en cada situación.
Que
María Santísima, la Virgen que dijo “sí” a Dios durante toda
su vida, que los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y todos los Santos y Santas que
han marcado el camino de la Iglesia a través de los siglos, os conserven
siempre en este santo propósito.
Y recordando aquellos días estamos viviendo el hoy:
Este Jubileo, impulsado por el papa León XIV, es muy distinto a
los anteriores —cada tiempo tiene su contexto, con sus aciertos y sus fallos—
pero ha querido ser, por encima de todo, una tregua espiritual: una invitación
a reconstruir vínculos y a imaginar un futuro en paz.
Al volver sobre mis recuerdos del año 2000, me doy cuenta de que no pensábamos en ser héroes, sino en ser testigos. No era tiempo de fundar nada nuevo, sino de abrir una grieta de esperanza. Hoy otros toman el relevo. Con otros lenguajes, con otras heridas, con otras preguntas. Pero con la misma fuerza: una fe que no teme envejecer, porque se deja rejuvenecer por el amor.
Como entonces, hoy también se canta: “Jesus Christ, you are my life…” Pero ahora muchas otras voces se suman. Otras músicas, otros nombres, otras lenguas. Y eso no empobrece el mensaje: lo amplifica.
Fuente parcial: Religion Digital
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