Hace bastante tiempo atrás me regalaron un ejemplar atrasado de la revista 30 días (30 giorni) – En la Iglesia y en el mundo, con un reportaje sobre el catolicismo en Francia, donde bajo el subtitulo “Sin inventarse nada” rescaté esta breve descripción del humilde misterio de Ars, texto que, sin estridencias, cuenta la historia de esa «sencilla oración».
"Ars
no es un lugar para reuniones. Pocas casas inmersas en el campo tranquilo: las
carmelitas, el convento de las clarisas, la calle que rodea la iglesia del cura
Jean-Marie Vianney, el santo patrón de los párrocos. Allí dentro hay casi siempre
alguien. Van solos, en grupos pequeños y grandes. Un flujo continuo y discreto.
Casi medio millón de personas al año, «cada año un poco más, y entre ellos, los
sacerdotes son más de ocho mil», añadía el padre Jean-Philippe Nault, entonces joven
rector del santuario (ahora Obispo de Niza). Un aumento registrado en los últimos tiempos, después que
durante lustros pareciera que el olvido había caído sobre san Juan Maria
Vianney. En los años ochenta nació la Societè Jean-Marie Vianney: curas que no
pretenden ninguna espiritualidad particular que no sea la que procede de su
propia ordenación sacerdotal para la salvación de las almas ; el
“programa” sigue siendo el mismo. Sin horario, uno puede confesarse y decir
misa «soltar el peso de los pecados» y saborear un sorbo de misericordia. A cualquier
hora, «desde las seis y media de la mañana hasta la noche». Despues abririan una capilla para la adoración perpetua del Santísimo Sacramento. Algo que pedia la gente del pueblo. Hace diez años – confesaba el padre
Nault entonces – algo así era inimaginable.
Cuando
llegó Jean Marie, en febrero de 1818, la iglesia de Francia salía de las ruinas
de la Revolución. La parroquia de Ars era como una tierra desolada. «Y el
hizo solo lo que todo sacerdote, ordinariamente puede hacer: rezos, catecismo,
confesar, celebrar la eucaristía, ayudar a los pequeños y los pobres» repetia el
obispo Bagnard. «Hasta el minúsculo agujero en el que había sido encerrado
porque estaba incapacitado» escribe Renè Laurentin, «ha hecho que acuda la
muchedumbre a escala nacional. Sin quererlo ha fundado un centro de
peregrinación». Tampoco hoy hay necesidad de organizar nada. Vienen solos. «Es un
santo pobre» repetia el padre Nault, y «encontrar a un pobre no da miedo». Como
Teresita. Como Bernardette. Ellos nos dicen: si tú eres pobre, yo lo soy más
que tú. Somos pobres juntos, frente al Señor. Tú reza por mí y yo por ti»,
«Si
el buen Dios hubiera encontrado un sacerdote más miserable que yo, repetía el
cura de Ars, a él le hubieran pasado todas estas cosas maravillosas». Quizás
también el mundo, en Francia como en cualquier otra parte, siente nostalgia de
una Iglesia así. Una Iglesia que no pretende dictar ley, no se queja de los
tiempos malos. Deja sólo que se asome al horizonte la esperanza del milagro.
«Nos han contado tantas cosas, oh Reina de los apóstoles. Hemos perdido el
gusto por los discursos. No tenemos ya altares sino los tuyos. No sabemos nada
más, que una sencilla oración» (Charles Peguy)"
Invito nuevamente a visitar la pagina del Santuario con abundante informacion y tambien mis otros posts etiquetados Vianney
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