Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).
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martes, 19 de agosto de 2025

Aquel sábado 19 de agosto del año 2000 - JMJ XV - hace 25 años

 



Me sigue emocionando leer algunos  comentarios:

-          Hace 25 años, yo estaba allí. En Tor Vergata. Entre la multitud de jóvenes que —al borde del milenio— escuchaban a Juan Pablo II gritar con fuerza: “¡No tengáis miedo!”

 

-          Hace 25 años, yo estaba allí. En Tor Vergata. Entre la multitud de jóvenes que —al borde del milenio— escuchaban a Juan Pablo II gritar con fuerza: “¡No tengáis miedo!” Eran otros tiempos, sin duda. Pero algo permanece: el anhelo de sentido, la búsqueda de un nosotros, el hambre de trascendencia.

 

-          Recuerdo perfectamente aquella noche del 19 de agosto del 2000. Caminábamos por la ciudad después de haber peregrinado durante días. Dormíamos en patios de colegios, comíamos con tickets compartidos, nos refrescábamos en fuentes públicas y, sobre todo, hablábamos. En todas las lenguas. Con gestos, canciones, dibujos. Una chica italiana me regaló una estampa con una frase escrita a mano: “Preghiamo insieme per la pace. Siamo uno.” [Recemos juntos por la paz. Somos uno.]

 

-          No he estado ahora allí para ver en los jóvenes de 2025 el mismo brillo en los ojos. Pero lo imagino. Son jóvenes que no buscan fórmulas. Buscan testigos. No necesitan etiquetas. Necesitan un ambiente.

 Y las palabras del Papa Juan Pablo II en aquella Vigila de oración en Tor Vergataaquel sábado 19 de agosto de 2000,  hace 25 años en su discurso de cierre, previa clausura el dia domingo:

 Queridos jóvenes del siglo que comienza, diciendo “sí” a Cristo decís “sí” a todos vuestros ideales más nobles. Le pido que reine en vuestros corazones y en la humanidad del nuevo siglo y milenio. No tengáis miedo de entregaros a Él. Él os guiará, os dará la fuerza para seguirlo todos los días y en cada situación.

Que María Santísima, la Virgen que dijo “sí” a Dios durante toda su vida, que los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y todos los Santos y Santas que han marcado el camino de la Iglesia a través de los siglos, os conserven siempre en este santo propósito.

 Y recordando aquellos días estamos viviendo el hoy:

 


Este Jubileo, impulsado por el papa León XIV, es muy distinto a los anteriores —cada tiempo tiene su contexto, con sus aciertos y sus fallos— pero ha querido ser, por encima de todo, una tregua espiritual: una invitación a reconstruir vínculos y a imaginar un futuro en paz.

 Al volver sobre mis recuerdos del año 2000, me doy cuenta de que no pensábamos en ser héroes, sino en ser testigos. No era tiempo de fundar nada nuevo, sino de abrir una grieta de esperanza. Hoy otros toman el relevo. Con otros lenguajes, con otras heridas, con otras preguntas. Pero con la misma fuerza: una fe que no teme envejecer, porque se deja rejuvenecer por el amor.

 Como entonces, hoy también se canta: “Jesus Christ, you are my life…” Pero ahora muchas otras voces se suman. Otras músicas, otros nombres, otras lenguas. Y eso no empobrece el mensaje: lo amplifica.

 

Fuente parcial: Religion Digital



domingo, 3 de agosto de 2025

Juan Pablo II y “el milagro de aquella noche”

 


Este testimonio escrito por Gianluigi De Palo (*) fue publicado en la revista Totus Tuus (Causa de Beatificación y Canonización de Juan Pablo II) Nr 4 año 2010.

 


Recuerdo aún hoy la noche del 19 de agosto de 2000.  Al anochecer, estaba muerto de cansancio por la marcha para llegar a la explanada y la espalda me quemaba por el peso de la mochila y el calor del sol.  Estaba un poco distraído por el cansancio, y entre bostezos, esperaba ansiosamente el momento de meterme, sin fuerzas, en el saco de dormir, que me había acompañado en Loreto y en París. Y mientras tanto – de verdad – pensaba en otras cosas.  Juan Pablo II comenzó a hablar: «Y vosotros ¿Quién decís que soy yo?” Jesús plantea esta pregunta a sus discípulos…. Jesús quiere que los discípulos… Jesús quiere que los discípulos se den cuenta de lo que está escondido en sus mentes y en sus corazones….» Aquella noche cambió mi vida. Las palabras del Papa fueron como u8na patada ean el estomago cuando menos te lo esperas. Todo lo que decía era aquello que había deseado siempre. Daba voz a las palabras escritas en mi interior. «Hoy estáis reunidos aquí para afirmar que en el nuevo siglo  no os prestaréis a ser instrumentos de violencia y destrucción; defenderéis la paz, incluso a costa de vuestra ida si fuera necesario. No os conformaréis con el mundo en el que otros seres humanos mueren de hambre, son analfabetos, están sin trabajo. Defenderéis la vida en cada momento en su desarrollo terreno; os esforzaréis con todas vuestras energías en hacer que esta tierra sea cada vez más habitable para todos.» No quería darme por contento: quería que mi vida fuese una obra de arte, quería dar mi vida, mi energía, mi entusiasmo por algo grande: me daba cuenta de ello con claridad.  Y sin embargo, hasta ese momento me había resistido. Un freno, algo que me ataba y que no comprendía bien.  Pero sentía que explotaba dentro de mí una fuerza mayor. En aquellas horas, mientras el Papa hablaba, sentía que el Espíritu Santo soplaba en mi corazón. Aquel hombre anciano y enfermo era para mí la voz de Jesús, que me estaba cambiando la vida. Me empujaba a decisiones más fuertes y hermosas.

«¿es difícil creer en un mundo así? En el año 2000, ¿es difícil creer? Sí, es difícil. No hay que ocultarlo. Es difícil, pero con la ayuda de la gracia es posible». ¿Quería una vida fácil y cómoda, quería contentarme de poco? ¿Quería fáciles certezas? No, quería enamorarme cada vez más. Quería saciar una sed de infinito. Y Juan Pablo II me indicaba la vía. «En realidad, es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad: es Él  quien os espera cuando  no os satisface nada de lo que encontráis: es Él la belleza que tanto os atrae» Buscaba la plenitud, pero no encontraba su nombre. El Señor me estaba llamando: era precisamente yo un centinela de la mañana y tenía que prender fuego al mundo. Y el Papa me trazaba un programa de vida, que – aún hoy – continúa marcado en el fondo de mi alma.

En los años sucesivos, he encontrado muchas personas que han vivido el mismo milagro de aquella noche. Mi generación – nacida en 1976 – ha quedado profundamente marcada por Juan Pablo II y por las Jornadas mundiales de la Juventud. Y los frutos de la magnífica intuición de estos “laboratorios de la fe” los veremos en los próximos años, cuando nuestros hijos serán mayores. Y tendremos una generación de jóvenes confiados y trabajadores. Si reflexionamos bien, nos daremos cuenta que nadie ha invertido tanto en los jóvenes como Karol Wojtyla. Nadie había creído en mi como aquel hombre.

En diversas ocasiones, en las JMJ y en los encuentros con los jóvenes romanos he sentido casi como una confianza personal del Papa hacia mí. Era uno de tantos, pero su mirada estaba sobre mi, sus palabras iban dirigidas a mí.  Una sensación muy particular que sè que han percibido otros muchos. Han pasado diez años desde aquel 19 de agosto. Diez años muy intensos. De chiquillo me he convertido en un hombre. De novio  inmaduro me he convertido en esposo y padre de tres hijos. Pero sobre todo, aquel deseo de no resignarme ha dado frutos más allá de mis fuerzas y voluntad.  Llevo a cabo un servicio como Presidente de las Acli de Roma y como Presidente del Forum de las Asociaciones Familiares del Lacio. Dos cargos que me superan, dos responsabilidades inmensas que, a veces, me aplastan.

Aquel dia en Tor Vergata – me doy cuenta sólo hoy – el Papa hablaba de mi presente, me llamaba a ser lo que soy. Pequeño y débil, pero con la consciencia de no tener que resignarme.”

 (*) Presidente Acli de Roma y Forum Asociaciones Familiares del Lacio

 

sábado, 28 de julio de 2012

Juan Pablo II a los “centinelas del mañana” en la Vigilia de Tor Vergata JMJ 2000



Invito ver el video del Papa Juan Pablo II con los jóvenes en la vigilia de oración en Tor Vergata (19 de agosto). Ver el video es volver a vivir aquella inolvidable velada.

En su discurso el Papa decía:
“Cristo dijo a Tomás: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído” (Jn 20,29). Todo ser humano tiene en su interior algo del Apóstol Tomás. Es tentado por la incredulidad y se plantea las preguntas fundamentales: ¿Es verdad que Dios existe? ¿Es verdad que el mundo ha sido creado por Él? ¿Es verdad que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, ha muerto y ha resucitado? La respuesta surge junto con la experiencia que la persona hace de su divina presencia. Es necesario abrir los ojos y el corazón a la luz del Espíritu Santo. Entonces a cada uno le hablarán las heridas abiertas de Cristo resucitado: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído”. “
“En el año 2000, ¿es difícil creer? Sí, es difícil. No hay que ocultarlo. Es difícil, pero con la ayuda de la gracia es posible, como Jesús dijo a Pedro: “No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mt 16,17).”

“Esta tarde os entregaré el Evangelio. Es el regalo que el Papa os deja en esta vigilia inolvidable. La palabra que contiene es la palabra de Jesús. Si la escucháis en silencio, en oración, dejándoos ayudar por el sabio consejo de vuestros sacerdotes y educadores con el fin de comprenderla para vuestra vida, entonces encontraréis a Cristo y lo seguiréis, entregando día a día la vida por Él.

En realidad, es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad; es Él quien os espera cuando no os satisface nada de lo que encontráis; es Él la belleza que tanto os atrae; es Él quien os provoca con esa sed de radicalidad que no os permite dejaros llevar del conformismo; es Él quien os empuja a dejar las máscaras que falsean la vida; es Él quien os lee en el corazón las decisiones más auténticas que otros querrían sofocar. Es Jesús el que suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo grande, la voluntad de seguir un ideal, el rechazo a dejaros atrapar por la mediocridad, la valentía de comprometeros con humildad y perseverancia para mejoraros a vosotros mismos y a la sociedad, haciéndola más humana y fraterna.

Queridos jóvenes del siglo que comienza, diciendo “sí” a Cristo decís “sí” a todos vuestros ideales más nobles. Le pido que reine en vuestros corazones y en la humanidad del nuevo siglo y milenio. No tengáis miedo de entregaros a Él. Él os guiará, os dará la fuerza para seguirlo todos los días y en cada situación.
Que María Santísima, la Virgen que dijo “sí” a Dios durante toda su vida, que los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y todos los Santos y Santas que han marcado el camino de la Iglesia a través de los siglos, os conserven siempre en este santo propósito. “

Y los jóvenes recibían la luz de Cristo y la bendición del Papa.
Hay un proverbio polaco,  terminaba el Papa,  «Si vives con los jóvenes, también tú deberás ser joven» Así, regreso rejuvenecido! Y emocionado y entusiasmado agradecía el diálogo…..



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miércoles, 20 de agosto de 2008

XV Jornada Mundial de la Juventud - Roma-Tor Vergata Jubileo de los Jóvenes 7

¡no tengáis miedo de ser los santos del nuevo milenio!

Aquellas palabras fuertes, exigentes del Mensaje de Juan Pablo II a los jóvenes y a las jóvenes del mundo previa XV Jornada Mundial de la Juventud marcarían el rumbo, serían el hilo conductor, el alma, de las XV JMJ y no harían más que confirmar los fuertes lazos de amistad del Santo Padre con los jóvenes, su confianza en ellos, que eran su esperanza. “Jóvenes de todos los continentes – decía: ¡no tengáis miedo de ser los santos del nuevo milenio! ¿pero hoy es posible ser santos? Queridos jóvenes, ¡tened la santa ambición de ser santos, como Él es santo! Nos llama a ser “suyos”: quiere que todos seamos santos…nos llama a ser sus hijos, miembros vivos del Cuerpo místico de Cristo, templos luminosos del Espíritu del Amor”.

Y Tor Vergata quedaría en su recuerdo para siempre, como nos confía el Cardenal Stanislaw Dziwisz en breves palabras en Una Vida con Karol : “el Santo Padre Juan Pablo II llevaba en su corazón las Jornadas de Czestochowa, pero las Jornadas de Tor Vergata fueron probablemente la cúspide de los encuentros, el punto más alto. Fue allí que el Santo Padre les pidió a dos millones de jóvenes no tener miedo. No tener miedo de la santidad, de ser santos!”

Ya el 26 de noviembre de 1995 había invitado a los jóvenes a prepararse y a “ mirar hacia la frontera epocal del año 2000 citando Tertio millennio adveniente, 58) reiteraba «el futuro del mundo y de la Iglesia pertenece a las jóvenes generaciones que, nacidas en este siglo, alcanzarán la madurez en el próximo, el primero del nuevo milenio (...). Si (los jóvenes) saben seguir el camino que Él indica, tendrán la alegría de aportar su propia contribución para su presencia en el próximo siglo»

En la Audiencia general del miércoles-23 de agosto de 2000 , concluida las XV Jornada Mundial de la Juventud, trató de volcar su íntimo gozo en palabras:
“Siento un vivísimo deseo de repetir a esos muchachos y muchachas mi alegría por haber podido acogerlos, la tarde de la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, en la plaza de San Juan de Letrán y en la plaza de San Pedro. Persiste en mí la profunda emoción con la que participé, en Tor Vergata, en la vigilia de la noche del sábado, y presidí, al día siguiente, la solemne celebración eucarística conclusiva…. Al sobrevolar esa área en el helicóptero, admiré desde la altura un espectáculo único e impresionante: un enorme tapiz humano de personas gozosas, felices de estar juntas. Nunca podré olvidar el entusiasmo de esos jóvenes. Hubiera querido abrazarlos a todos y expresar a cada uno el afecto que me une a la juventud de nuestro tiempo, a la que el Señor encomienda una gran misión al servicio de la civilización del amor”


El 15 de febrero de 2001 en su Mensaje para la XVI Jornada Mundial de la Juventud, a nivel local, con alcance universal, le recordaba a la juventud italiana aquel “intenso momento de contemplación del misterio del Verbo hecho carne por nuestra salvación” conciente que “los auténticos frutos del jubileo de los jóvenes no se pueden calcular en estadísticas, sino únicamente en obras de amor y justicia, en la fidelidad diaria, valiosa aunque a menudo poco visible” y agregaba “Mientras me dirijo a vosotros con alegría y afecto con ocasión de nuestra tradicional cita anual, conservo en los ojos y en el corazón la imagen sugestiva de la gran "Puerta" en la explanada de Tor Vergata, en Roma. La tarde del 19 de agosto del año pasado, al comienzo de la vigilia de la XV Jornada mundial de la juventud, con cinco jóvenes de los cinco continentes, tomándonos de la mano, crucé ese umbral bajo la mirada de Cristo crucificado y resucitado, como para entrar simbólicamente con todos vosotros en el tercer milenio, Quiero expresar aquí, desde lo más íntimo de mi corazón, mi agradecimiento sincero a Dios por el don de la juventud, que por medio de vosotros permanece en la Iglesia y en el mundo (cf. Homilía en Tor Vergata, 20 de agosto de 2000). Deseo, además, darle vivamente las gracias porque me ha concedido acompañar a los jóvenes del mundo durante los dos últimos decenios del siglo recién concluido, indicándoles el camino que lleva a Cristo, "el mismo ayer, hoy y siempre" (Hb 13, 8). Pero, a la vez, le doy gracias porque los jóvenes han acompañado y casi sostenido al Papa a lo largo de su peregrinación apostólica por los países de la tierra”.

Y en el Angelus del 19 de agosto 2001, celebrando el primer aniversario recordaba, casi con nostalgia: El año pasado, precisamente a esta hora, concluía en Roma la XV Jornada mundial de la juventud con el grandioso encuentro de Tor Vergata. Me vuelven a la memoria las imágenes sugestivas de la emotiva vigilia del sábado por la tarde y de la solemne celebración eucarística del domingo, con la que concluyó el encuentro. Aquel acontecimiento extraordinario, situado en el corazón del gran jubileo del año 2000, ha quedado grabado en la memoria de todos, especialmente de los jóvenes, que son los protagonistas de una prometedora primavera de esperanza para la Iglesia y para el mundo. Durante la vigilia les dije con gran afecto: "En vosotros veo a los centinelas de la mañana en este amanecer del tercer milenio"; y, al día siguiente, en la homilía de la misa de clausura, les dije que, si son lo que deben ser, "prenderán fuego al mundo entero".
El 10 de diciembre de 2001 en su Mensaje a los Jóvenes de la Acción Católica Italiana : “ Quisiera renovaros hoy la invitación que os hice en Tor Vergata: sois y debéis ser cada vez más los centinelas de la mañana en esta alba del nuevo milenio….. Hoy, más que nunca, para ser centinelas de esta alba del nuevo milenio es preciso ser santos. ¿Cómo no recordar especialmente el alegre y entusiasta encuentro de los jóvenes? Si hay una imagen del Jubileo del año 2000 que quedará viva en el recuerdo más que las otras es seguramente la de la multitud de jóvenes con los cuales he podido establecer una especie de diálogo privilegiado, basado en una recíproca simpatía y un profundo entendimiento…. Después los vi deambular por la ciudad, alegres como deben ser los jóvenes, pero también reflexivos, deseosos de oración, de sentido y de amistad verdadera. No será fácil, ni para ellos mismos, ni para cuantos los vieron, borrar de la memoria aquella semana en la cual Roma se hizo joven con los jóvenes. No será posible olvidar la celebración eucarística de Tor Vergata (...)”


Claro que no, quien podría borrar de su memoria semejantes recuerdos, quien olvidar al Papa rejuvenecido en medio de los jóvenes?

2000 XV Jornada Mundial de la Juventud - Jubileo de los Jóvenes Roma-Tor Vergata 6


XV JMJ 2000 Roma-Tor Vergata Despedida
Y los cinco días que algunos habían anunciado de Apocalipsis para Roma se convirtieron en todo lo contrario: Orden, armonía, respeto…alegría contagiosa, y muestra de fe, de fe como el Santo Padre Benedicto XVI citaba en su Discurso del 26 de mayo de 2006 en Czestochowa "un contacto con el misterio de Dios", como dijo el Santo Padre Juan Pablo II (ib., 17), porque creer "quiere decir "abandonarse" en la verdad misma de la palabra del Dios viviente, sabiendo y reconociendo humildemente "cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos"

Insondables designios….inescrutables caminos que se vieron reflejados en los testimonios de muchos de los jóvenes que habían emprendido el viaje pensando quizás solo ¡Qué suerte!” para llegar a decir "Señor ten compasión de mí" y volver transformados “Seré el mismo pero no lo mismo”
regresaban a sus hogares y desde Roma, la ciudad de Pedro y Pablo, el Papa los “acompaña con su afecto y, parafraseando una expresión de Santa Catalina de Siena, os dice: «Si sois lo que tenéis que ser, ¡prenderéis fuego al mundo entero!» (cf. Cart. 368)” y ellos dispuestos a hacerlo realidad

El testimonio de Fernando ocho años después de haber participado de las Jornadas Mundiales de la Juventud Jubilares nos ofrece un - UN testimonio de los cientos y cientos, miles y miles….dos millones! de jóvenes que pudieron vivenciar esos preciosos, privilegiados momentos de “bullicio que había impresionado a Roma y Roma no lo olvidaría jamás”, rotas todas las previsiones y las estadísticas. 47º, 2.000 personas con síntomas de deshidratación o insolaciones, unos 25.000 voluntarios, seis millones de botellas de agua distribuidas a lo largo del camino de la peregrinación y en Tor Vergata; los romanos, generosos, refrescándonos con mangueras -¡cómo se agradecía!...-cuando pasábamos junto a sus casas, y reponiendo el agua de nuestras botellas; durante los días de la JMJ, la policía recogió... ¡dos denuncias! (por pérdida de unas carteras); el alcalde de Roma reconocía con gesto de asombro el respeto material a la ciudad... No han arrancado ni una flor” (ver Presentación de FdCdC)
Y se despedian….para reencontrarse en las JMJ de Toronto en el 2002.
Invito leer:
Contundente muestra de fe
Tertulia de Amigos

martes, 19 de agosto de 2008

XV Jornada Mundial de la Juventud 2000 - 5 - Testimonio


Reconozco que iba con pocas ganas a Roma. No porque el plan resultara aburrido sino porque me encontraba cansado después de un verano bastante movido. Sin embargo todo dio un giro de 180º en pocas horas. Y no fue ese cambio lo llamativo sino que lo acontecido allí siguió influyendo decisivamente en mi actividad diaria durante más de un año...
Llegamos a Roma el viernes-18 de agosto al final de la tarde. Dejamos nuestras bolsas y mochilas en la Parroquia del Beato Josemaría (el mismo Juan Pablo II lo canonizaría dos años después), cenamos y nos fuimos a dormir. Al día siguiente tuvimos que madrugar para ir a Misa y comenzar nuestra peregrinación hacia el Campus Universitario de Tor Vergata, donde iba a tener lugar la Vigilia de Oración con el Papa.
La caminata desde que empezamos a andar fue de unos 10-15 kilómetros. Hacía un calor sofocante (el ferragosto romano) y avanzábamos con lentitud, pues allí estábamos convocados dos millones de jóvenes. En contraste, todo era alegría: la gente cantaba (oí por primera vez el himno de la JMJ que después no abandonaría mi memoria) o hablaba pasando de un grupo a otro, saludando a todo el mundo (unas veces en inglés, otras en francés, otras en italiano... ¡o mediante signos!) y esas conversaciones confiadas ofrecían la impresión de un encuentro entrañable entre viejos conocidos.... y adelanto que hubo un hecho -aparentemente insignificante y puntual- que marcó el resto de esos días y cambió -junto al “diluvio” de gracias que recibimos entonces- el rumbo de mi vida. Lo relataré al final de este testimonio.

Cuando acabó la Santa Misa, el domingo-20, yo caminaba agotado, sudoroso... pero inmensamente feliz (como en una nube). Me “perdí” -cosa fácil entre tantas personas- de mi grupo. Los romanos seguían refrescándonos con mangueras que conectaban a sus casas mientras pasábamos (¡cuánto agradecimiento!...). Recuerdo que -iba medio “zombi”- cuando me detuve ante una fuente para beber, éramos tantos que pensaba que nunca conseguiría hacerlo ..... Alguien llenó su botella y me la acercó para que bebiese de ella. Lo hice agradecido y esa persona volvió a esperar para llenarla de nuevo. –“Merci”, respondí sin saber si era francés, sólo por el hecho de que la última conversación que había mantenido fue en ese idioma. ¡Cuánta felicidad!... (estábamos como en el cielo)
Muchos recuerdos de esos días romanos. Y una idea clave: el Papa nos había pedido ser “heraldos de Cristo”, nos había dado una misión concreta para cuando regresáramos y no podíamos defraudarlo sin sentirnos desertores o incluso traidores... Personalmente no sabía manejar en aquella época internet: pero algunos amigos menos prehistóricos que yo sí. Uno de ellos me consiguió los textos de todo lo que nos había dicho el Papa esos días (y también el Mensaje de preparación para la JMJ escrito un año antes). Empecé a hacer fotocopias de esas veintitantas hojas... ¡más de cien copias! Y empecé a repartirlas. Pero no se trataba de soltar documentos sin más, no... Cada entrega iba acompañada de una conversación profunda (de una hora) o -si se trataba de personas que vivían lejos y a las que debía enviar los textos por correo- acompañada de una carta igualmente extensa y encendida... Reconozco que volví cambiado de Roma: solía decir entonces que estaba “como una moto”. En esas conversaciones transmitía lo que el Papa nos había dicho y concretaba según la situación de cada uno: volver a la Misa los domingos, preparar una buena confesión, la pureza, hacer un rato de oración todos los días, la obligación de hacer apostolado y transmitir a los más cercanos lo que Juan Pablo II nos había dicho...
Tanto se prolongó este proceso que recuerdo haber seguido quedando con amigos para hablar y darles esos textos en Navidad de 2000 y -creo que fue entonces cuando terminé- en Semana Santa de 2001. Cada vez que en esas conversaciones recordaba lo de Tor Vergata me emocionaba e iba encendiéndome (así me lo hacían notar esos amigos).
Terminó ese curso. Me había encargado los últimos meses -por enfermedad de un profesor- de un grupo difícil de 2º ESO (13-14 años). Tuve que ser exigente con ellos, pero pensé que también a ese grupo debía transmitir “a fondo” el mensaje del Papa. Como eran muy jóvenes para darles los textos íntegros, decidí preparar un pequeño resumen (con acotaciones y breves comentarios): no iba a resultar difícil, pues tenía los textos originales subrayados y con anotaciones al margen, ¡después de tanto tiempo llevándolos a la oración!... Apenas hubo tiempo (estábamos ya bien entrado el mes de junio): un día les proyecté un breve vídeo-resumen (apenas 10 minutos: emocionantísimo) de la Vigilia de Oración del 19, y les hice un comentario de media hora antes de darles los cuadernillos-resumen.
Ese verano volví a repartir más de cien copias (ahora del cuadernillo-resumen) entre otros amigos y gente conocida...

Años más tarde, cuando aprendí a usar internet colgué en mi web el documento-resumen de aquella JMJ inolvidable...
(...)
El día 19 de agosto por la tarde conocí también a un muchacho de Madrid que se había “instalado” junto a nosotros en Tor Vergata. Hablamos mucho. Cuando se acercaron las 9 de la noche (hora de llegada del Papa) nos acercamos a una de las calles ...que dividían el Campus. Lo hicimos con la esperanza de que Juan Pablo II pasase por allí... y otros miles..... Coincidimos entonces con un chico y una chica franceses.... Tendrían unos veinte años o poco más. En francés nos comentaron que habían estado el año 97 en la JMJ que tuvo lugar en París .... Eran muy entusiastas y comentaban que su encuentro con Juan Pablo II les había marcado interiormente. Habían venido con otros jóvenes en autobús desde París. Desconozco si eran amigos, hermanos o novios. Él se llamaba Xavier.
Cuando el Papa llegó a Tor Vergata y empezó a recorrer el Campus en el papamóvil, su imagen fue recogida en las pantallas gigantes. En ese momento me giré hacia Xavier para hacerle un comentario y... (no le dije nada) lo vi con los ojos cerrados y las manos cruzadas delante de su cara: se había puesto a rezar con todas sus fuerzas nada más aparecer la imagen del Papa, que ya estaba cerca de nosotros. Me emocionó verlo así: ¡cuánto quería a Juan Pablo II ese muchacho alegre y -según pensaba yo hasta ese momento- un poco alocado!... Me dio una lección que ya no iba a olvidar. Esa imagen de Fe no se borraría más de mi memoria...
Lamento no haberle pedido sus datos -su dirección- en ese momento, pues pensé ingenuamente que volveríamos a vernos por ese sector del Campus cuando terminase la Vigilia de Oración. Sólo sé que se llamaba Xavier. Desde entonces -han transcurrido 8 años- rezo frecuentemeente por Xavier Thuram (así lo llamo porque desconozco su apellido y en aquel momento llevaba una camiseta de la selección francesa -que acababa de ganar la Eurocopa- con el nombre de ese jugador). Él no sabe hasta qué punto me ayudó con su ejemplo en ese breve encuentro y nunca he podido agradecérselo..."

XV Jornada Mundial de la Juventud 2000 - 4 - Una revolucion cristiana


- Una revolucion cristiana - escrito al regreso de Roma.

"Al poco de regresar de Roma me he sentido empujado a escribir lo que allí he visto, consciente no sólo de haber vivido unos días inolvidables, sino de haber participado en un acontecimiento histórico: la XV Jornada Mundial de la Juventud en Roma, en el año 2000 y con el Papa Juan Pablo II.
Si considerásemos ese viaje como turístico, habría sido un auténtico fracaso: de nueve noches, tres en autobús, una en Tor Vergata (sobre el duro suelo), cuatro en los locales de una parroquia romana (esta vez con el duro suelo amortiguado por una colchoneta de aire), y sólo una en cama: en Roma, calor, caminatas de kilómetros, y comidas casi de supervivencia.
Sin embargo, a ninguno de los dos millones y medio de personas que estábamos por allí nos faltaba una sonrisa de oreja a oreja. ¿Por qué? ¿Quizá nos habíamos vuelto locos? No, sencillamente estábamos en Roma porque nos había convocado el Papa, y todas esas molestias -ofrecidas- eran otra forma de oración por el Santo Padre.
Y los romanos, gastando metros cúbicos de agua regando a los peregrinos para refrescarlos, o dándoles de beber, y llevando cantidades enormes de comida a las parroquias, ¿también estaban locos? ¡Qué va!, se limitaban a corresponder con enorme generosidad a la llamada del Papa.
En Tor Vergata, con unas condiciones que no resultaban cómodas para nadie, se reunieron dos millones y medio de jovenes. No era un concierto de rock -¡ya quisieran para sí la quinta parte de esa audiencia los grupos de música que más éxito tienen en la actualidad!-, pero el ambiente de fiesta resultó inigualable. Le cantamos, le bailamos y le hablamos al Papa (a gritos, pero le hablamos). Juan Pablo II siguió nuestras canciones y nuestros bailes -marcando el ritmo con sus manos, ante el delirio de quienes seguíamos sus gestos por la pantalla gigante-, y se emocionó con nosotros.
Cuando habló (el sábado 19 por la tarde y en la Misa del domingo) fue a la vez cariñoso y exigente: tenéis que ser mártires -nos decía- sin derramar vuestra sangre, pero luchando contra corriente para vivir la pureza en el noviazgo, la fidelidad dentro del matrimonio, la lealtad entre vuestros amigos; tenéis que hacer oración y frecuentar los sacramentos; sólo Jesucristo puede llenar por completo vuestros deseos de amar v satisfacer vuestras ansias de felicidad. Como una despedida, nos pidió que llevásemos su saludo y su abrazo a todos los que encontráramos a nuestro regreso. Y, citando a Santa Catalina de Siena, nos recordó que si éramos lo que debíamos ser, prenderíamos fuego allá donde fuésemos (pirómanos que encienden las almas en el amor de Cristo).

Algunos periodistas italianos que antes se habían mostrado un poco distantes respecto al Papa se preguntaron al ver la respuesta de los jóvenes ya en el acto de acogida (el 15 de agosto) si no estaríamos asistiendo a una verdadera revolución, diferente de todas las anteriores (quizá recordando aquellos movimientos estudiantiles de mayo del 68, entusiastas pero poco duraderos). Sí -les respondo--, estamos asistiendo a una verdadera revolución: a una revolución pacífica, a la revolución cristiana para la que el Papa nos ha convocado en el comienzo del tercer milenio. Por eso, cuando un amigo me comentó al terminar esos días memorables: «Ya se ha acabado esto», le contesté en seguida: «No, esto no ha hecho más que empezar». Es el principio de una gran revolución en la que todos -no sólo los jóvenes- estamos comprometidos. Una revolución que servirá para que en el mundo vuelva a reconocerse la enorme dignidad y el elevado destino al que se encuentran llamadas todas las personas humanas".

XV Jornada Mundial de la Juventud 2000 - Roma-Tor Vergata Jubileo de los Jóvenes 3


“¡Cristo nos ama y nos ama siempre!

“Nos ama incluso cuando lo decepcionamos, cuando no correspondemos a lo que espera de nosotros. Él no nos cierra nunca los brazos de su misericordia. ¿Cómo no estar agradecidos a este Dios que nos ha redimido llegando incluso a la locura de la Cruz? ¿A este Dios que se ha puesto de nuestra parte y está ahí hasta al final? …Queridos jóvenes, al volver a vuestra tierra poned la Eucaristía en el centro de vuestra vida personal y comunitaria: amadla, adoradla y celebradla, sobre todo el domingo, día del Señor. Vivid la Eucaristía dando testimonio del amor de Dios a los hombres…De este testimonio tiene necesidad urgente nuestra sociedad, de él necesitan más que nunca los jóvenes, tentados a menudo por los espejismos de una vida fácil y cómoda, por la droga y el hedonismo, que llevan después a la espiral de la desesperación, del sin-sentido, de la violencia. Es urgente cambiar de rumbo y dirigirse a Cristo, que es también el camino de la justicia, de la solidaridad, del compromiso por una sociedad y un futuro dignos del hombre” de la Homilía del Santo Padre Juan Pablo II, Clausura Jornada Mundial de la Juventud 2000




“El Papa se había ido cerca de la medianoche. Esa noche hizo frío. Habíamos dormido en sacos sobre el suelo de Tor Vergata. Eran las seis de la mañana y muchos estaban ya conversando. Nos “aseamos” un poco con el agua que quedaba en nuestras botellas y nos preparamos para la Misa. El helicóptero del Papa llegó a Tor Vergata a las ocho de la mañana: antes de aterrizar, el Papa pidió al piloto que diese dos vueltas sobre la explanada para contemplar la muchedumbre. Antes de marcharse nos manifestó sus sentimientos: “-Una vez más quisiera dar gracias al Señor Nuestro Dios por esta excepcional y espléndida asamblea que ha superado todas nuestras expectativas”. En la homilía nos pidió centrar nuestra vida personal y familiar en la Eucaristía, especialmente los domingos. Y nos animó a ser “pirómanos” que encendiésemos las almas de quienes nos rodean. Un último detalle que no podemos pasar por alto: ¿alguien se imagina un grupo de mil jóvenes de acampada en completo silencio? Pues en Tor Vergata fueron dos millones: durante la Consagración en la Santa Misa”

Una multitud de jóvenes regresaríamos a nuestros países dispuestos a prender fuego en las almas de amigos y familiares: no podía ser de otro modo...


Una juventud alegre…hubo canciones, alegría, baile, risas, mucho diálogo (nuevas amistades). Pero no se trataba de un concierto de rock. Por eso también hubo oración -mucha oración- y conversiones -muchas conversiones...-. Además, éramos conscientes de que el Papa, en este Jubileo del 2000 nos había convocado para una misión especial. Esa misión (de dejar que Cristo entre hasta el fondo del alma y de vivir con coherencia cristiana) no era sólo para quienes allí estábamos. De ahí la importancia de leer y releer, de meditar, todo lo que nos dijo. Un conocido comentaba, con acierto, al regresar de Roma: “Si cada uno de los dos millones que hemos participado en la JMJ, y cada uno de los que han seguido su desarrollo por los medios de comunicación u otros cauces, nos propusiésemos llevar una vida verdaderamente cristiana y colaborásemos a que doce amigos nuestros empezasen también a vivir cristianamente, de aquí a Toronto-2002... ¡menuda revolución!”pacifica y cristiana…. Lo de Roma sólo fue el comienzo de una gran “aventura”...
El lunes, 21 de agosto (al día siguiente de terminar la JMJ), de varias decenas de miles de jóvenes reunidos en el Circo Máximo, cinco mil manifestaron su deseo de entregarse a Dios “con corazón indiviso” -expresión utilizada por el Papa en la homilía del día anterior-: tres mil chicos como sacerdotes y dos mil muchachas como religiosas ”

Fernando del Castillo del Castillo

XV Jornada Mundial de la Juventud 2000 - Roma-Tor Vergata Jubileo de los Jóvenes 2

XV Jornada Mundial de la Juventud 2000 - Jubileo de los Jóvenes
«La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros (Jn 1,14)

A aquel Cristo enorme daban ganas de decirle: ¡Ojalá rasgases el cielo!..., y bajaras a vivir con nosotros

“En el año 2000, ¿es difícil creer? Sí, es difícil. No hay que ocultarlo. Es difícil, pero con la ayuda de la gracia es posible, como Jesús dijo a Pedro: “No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mt 16,17)
Queridos amigos, en vosotros veo a los “centinelas de la mañana” (cf. Is 21,11-12) en este amanecer del tercer milenio…Hoy estáis reunidos aquí para afirmar que en el nuevo siglo no os prestaréis a ser instrumentos de violencia y destrucción; defenderéis la paz, incluso a costa de vuestra vida si fuera necesario. No os conformaréis con un mundo en el que otros seres humanos mueren de hambre, son analfabetos, están sin trabajo. Defenderéis la vida en cada momento de su desarrollo terreno; os esforzaréis con todas vuestras energías en hacer que esta tierra sea cada vez más habitable para todos…..Queridos jóvenes del siglo que comienza, diciendo “sí” a Cristo decís “sí” a todos vuestros ideales más nobles. Le pido que reine en vuestros corazones y en la humanidad del nuevo siglo y milenio. No tengáis miedo de entregaros a Él. Él os guiará, os dará la fuerza para seguirlo todos los días y en cada situación”. Vigilia de oración en Tor Vergata (sábado, 19.VIII.2000)


“El campus de Tor Vergata se había convertido esa noche en un hotel de... ¡mil estrellas! (todas las que brillaban sobre nuestras cabezas mientras dormíamos al raso, hablábamos o meditábamos las palabras que el Papa nos había dirigido) Alguien calificó lo sucedido en Roma como una “revolución” cristiana, pues en Tor Vergata el Papa nos dio las “directrices” de esa “revolución”. Fueron palabras exigentes -nos pedía ser mártires “por la fidelidad a Cristo (...) en las situaciones de cada día”- y animantes: “es difícil, pero con la ayuda de la gracia es posible”. Estuvieron cargadas de belleza: “Es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad...” El acto tuvo música y acabó con fuegos artificiales: estábamos de fiesta con el Papa. Pero sobre todo, abundó la oración. Y el Papa disfrutó con nosotros” Fernando del Castillo del Castillo.

lunes, 18 de agosto de 2008

XV Jornada Mundial de la Juventud 2000 - Jubileo de los Jóvenes 1

XV Jornada Mundial de la Juventud 2000 - Jubileo de los Jóvenes
«La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros (Jn 1,14)

Entre los dias 15 y 20 de agosto 2000 Roma se había convertido en la capital de la juventud, inundada por un “río juvenil” . Jóvenes de 160 países de los cinco continentes pasaron una semana durmiendo en el suelo de escuelas, parroquias, cuarteles y casas de familia para cantar, rezar y celebrar juntos la XV Jornada Mundial de la Juventud que se celebraba en Roma – Tor Vergata.
El Papa acogía a los jóvenes en su diócesis, en su “casa”. La Jornada Mundial empezaba oficialmente el martes 15 de agosto del 2000, con la acogida de los jóvenes en la Plaza de San Pedro.

Dos millones de jóvenes en la “ciudad santuario”! La peregrinación más multitudinaria en la historia de Europa, dos millones de jóvenes que dejaron perplejos a los romanos. Todos pudimos verlo en nuestras pantallas y escucharlos en las entrevistas. Pero nada tiene mayor fuerza que los testimonios de quienes estuvieron allí. Estar, palpar el espíritu, compartir experiencias, participar, dar, ver el propio gozo reflejado en otros rostros, corazones que palpitan al mismo tiempo, que se juegan por lo mismo…..
Fernando del Castillo del Castillo estuvo allí, y lo ha documentado maravillosamente agregando textos propios envidiables. Así introduce sus recuerdos:
È giunta un’era di primavera,/ è tempo di cambiare./ È oggi il giorno sempre nuovo/ per ricomiciare,/ per dare svolte, parole nuove/ e convertire il cuore... (Llegó una era de primavera/ el tiempo de cambiar:/ hoy es el día siempre nuevo/ para recomenzar,/ cambiar de ruta, con palabras nuevas/ cambiar el corazón...)
dice el himno de la XV JMJ.
Todo lo sucedido en esos días memorables nos habla de cambiar, de conversión: el himno, el ambiente que hubo y, sobre todo, las palabras y la actitud del Papa. Ahora nosotros, con la mente y el corazón en Tor Vergata –siamo qui/ sotto la stessa luce/ sotto la sua croce/ cantando ad una voce- dispuestos a poner en marcha la revolución cristiana a la que nos llamó el Papa. Eso sí, empezando por convertire il cuore.
El martes 15 de agosto el Papa dio la bienvenida en primer lugar a los jóvenes venidos de Italia, en la plaza de San Juan de Letrán -catedral de Roma- , donde tuvo lugar la primera JMJ. Les habló de amistad, de acoger a todos los venidos de otros países. También agradeció una pancarta que rezaba “Il Papa, un giovane come noi”, “El Papa, un joven como nosotros”, diciendo: “El Papa vive desde hace ochenta años y los jóvenes lo quieren siempre joven. ¿Cómo hacerlo? Gracias por esta catequesis vuestra”
Desde San Juan de Letrán, Juan Pablo II se dirigió a San Pedro, donde sería el Acto de acogida para los jóvenes venidos desde fuera de Italia. Desde lo alto de la colonnata flameaban ciento sesenta banderas, de los países de procedencia de los jóvenes. La plaza de San Pedro y sus alrededores se encontraban a rebosar. El acto iba a empezar a las siete de la tarde, pero la multitud que encontró el Santo Padre en el camino, hizo que se retrasara hasta las siete y media. En su discurso lanzó la pregunta: “¿A quién habéis venido a buscar?”... Y abrió su alma... Y nos animó a hacer oración para escuchar a Dios en el fondo de nuestra alma”.

“En el Via Crucis del dia 18 una gran marea de jóvenes (más de 300.000) acompañaron con las llamas de sus velas la gran Cruz de madera del Jubileo, la Cruz de los jóvenes por las calles de Roma. Esa Cruz descendería por la escalinata de Ara Coeli escoltada por jóvenes con palmas en sus manos y cruces blancas pequeñas, símbolo de los países en guerra y seguirían el camino hacia el Coliseo. Terminado el Vía Crucis la Cruz fue llevada a Tor Vergata, el lugar del encuentro al día siguiente ”(Domenico del Rio Karol el Grande).

Era la Cruz de los jovenes, la que en el año 2000 prosiguió su peregrinación jubilar por Italia y en la última etapa fue llevada a cuestas de Mantua a Roma por un grupo de 200 jóvenes, para ser entregada a los delegados del Foro Internacional de Jóvenes con las testimoniales palabras: “Durante el camino nos hemos enamorado profundamente de esta Cruz…”


Invito visitar la pagina de Fernando del Castillo del Castillo con enlaces y fotografias. Gracias Fernando!
Mensaje Introductorio - 29 de junio de 1999 - del Santo Padre Juan Pablo II a los jóvenes para la XV Jornada Mundial de la Juventud