(En este enlace del sitio oficial de la SantaSede – Congregacion para la Doctrina de la Fe puede
leerse el extenso texto completo del secreto de Fatima titulado El Mensaje de Fátima 1ra, 2da y 3ª parte)
que fuera presentado asi: “ En el tránsito del segundo al tercer milenio, Juan Pablo II
ha decidido hacer público el texto de la tercera parte del « secreto de Fátima
».
Lo siguiente es parte de la segunda mitad del texto Comentario teologico firmado por el Cardenal
Joseph Ratzinger:
Quien lee con atención el texto del llamado
tercer “secreto” de Fátima, que tras largo tiempo, por voluntad del Santo
Padre, viene publicado aquí en su integridad, tal vez quedará desilusionado o
asombrado después de todas las especulaciones que se han hecho. No se revela
ningún gran misterio; no se ha corrido el velo del futuro. Vemos a la Iglesia
de los mártires del siglo apenas transcurrido representada mediante una escena
descrita con un lenguaje simbólico difícil de descifrar. ¿Es esto lo que quería
comunicar la Madre del Señor a la cristiandad, a la humanidad en un tiempo de
grandes problemas y angustias? ¿Nos es de ayuda al inicio del nuevo milenio? O
más bien ¿son solamente proyecciones del mundo interior de unos niños crecidos
en un ambiente de profunda piedad, pero que a la vez estaban turbados por las
tragedias que amenazaban su tiempo? ¿Cómo debemos entender la visión, qué hay
que pensar de la misma?
(…)
Un
intento de interpretación del secreto de Fátima
La
primera y segunda parte del secreto de Fátima han sido ya discutidas tan
ampliamente por la literatura especializada que ya no hay que ilustrarlas más.
Quisiera sólo llamar la atención brevemente sobre el punto más significativo.
Los niños han experimentado durante un instante terrible una visión del
infierno. Han visto la caída de las « almas de los pobres pecadores ». Y se les
dice por qué se les ha hecho pasar por ese momento: para « salvarlas », para
mostrar un camino de salvación. Viene así a la mente la frase de la Primera
Carta de Pedro: « meta de vuestra fe es la salvación de las almas » (1,9). Para
este objetivo se indica como camino -de un modo sorprendente para personas
provenientes del ámbito cultural anglosajón y alemán- la devoción al Corazón
Inmaculado de María. Para entender esto puede ser suficiente aquí una breve
indicación. « Corazón » significa en el lenguaje de la Biblia el centro de la
existencia humana, la confluencia de razón, voluntad, temperamento y
sensibilidad, en la cual la persona encuentra su unidad y su orientación
interior. El «corazón inmaculado » es, según Mt 5,8, un
corazón que a partir de Dios ha alcanzado una perfecta unidad interior y, por
lo tanto, « ve a Dios ». La « devoción » al Corazón Inmaculado de María es,
pues, un acercarse a esta actitud del corazón, en la cual el « fiat »
—hágase tu voluntad— se convierte en el centro animador de toda la existencia.
Si alguno objetara que no debemos interponer un ser humano entre nosotros y
Cristo, se le debería recordar que Pablo no tiene reparo en decir a sus
comunidades: imitadme (1 Co 4, 16; Flp 3,17; 1
Ts 1,6; 2 Ts 3,7.9). En el Apóstol pueden constatar
concretamente lo que significa seguir a Cristo. ¿De quién podremos nosotros
aprender mejor en cualquier tiempo si no de la Madre del Señor?
Llegamos
así, finalmente, a la tercera parte del « secreto » de Fátima publicado
íntegramente aquí por primera vez. Como se desprende de la documentación
precedente, la interpretación que el Cardenal Sodano ha dado en su texto del 13
de mayo, había sido presentada anteriormente a Sor Lucia en persona. A este
respecto, Sor Lucia ha observado en primer lugar que a ella misma se le dio la
visión, no su interpretación. La interpretación, decía, no es competencia del
vidente, sino de la Iglesia. Ella, sin embargo, después de la lectura del
texto, ha dicho que esta interpretación correspondía a lo que ella había
experimentado y que, por su parte, reconocía dicha interpretación como
correcta. En lo que sigue, pues, se podrá sólo intentar dar un fundamento más
profundo a dicha interpretación a partir de los criterios hasta ahora
desarrollados.
Como
palabra clave de la primera y de la segunda parte del « secreto » hemos
descubierto la de « salvar las almas », así como la palabra clave de este «
secreto » es el triple grito: « ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! ». Viene a
la mente el comienzo del Evangelio: « paenitemini et credite evangelio
» (Mc 1,15). Comprender los signos de los tiempos
significa comprender la urgencia de la penitencia, de la conversión y de la fe.
Esta es la respuesta adecuada al momento histórico, que se caracteriza por
grandes peligros y que serán descritos en las imágenes sucesivas. Me permito
insertar aquí un recuerdo personal: en una conversación conmigo Sor Lucia me
dijo que le resultaba cada vez más claro que el objetivo de todas las
apariciones era el de hacer crecer siempre más en la fe, en la esperanza y en
la caridad. Todo el resto era sólo para conducir a esto.
Examinemos
ahora más de cerca cada imagen. El ángel con la espada de fuego a la derecha de
la Madre de Dios recuerda imágenes análogas en el Apocalipsis. Representa la
amenaza del juicio que incumbe sobre el mundo. La perspectiva de que el mundo
podría ser reducido a cenizas en un mar de llamas, hoy no es considerada
absolutamente pura fantasía: el hombre mismo ha preparado con sus inventos la
espada de fuego. La visión muestra después la fuerza que se opone al poder de
destrucción: el esplendor de la Madre de Dios, y proveniente siempre de él, la
llamada a la penitencia. De ese modo se subraya la importancia de la libertad
del hombre: el futuro no está determinado de un modo inmutable, y la imagen que
los niños vieron, no es una película anticipada del futuro, de la cual nada
podría cambiarse. Toda la visión tiene lugar en realidad sólo para llamar la
atención sobre la libertad y para dirigirla en una dirección positiva. El
sentido de la visión no es el de mostrar una película sobre el futuro ya fijado
de forma irremediable. Su sentido es exactamente el contrario, el de movilizar
las fuerzas del cambio hacia el bien. Por eso están totalmente fuera de lugar
las explicaciones fatalísticas del « secreto » que, por ejemplo, dicen que el
atentador del 13 de mayo de 1981 habría sido en definitiva un instrumento del
plan divino guiado por la Providencia y que, por tanto, no habría actuado
libremente, así como otras ideas semejantes que circulan. La visión habla más
bien de los peligros y del camino para salvarse de los mismos.
Las
siguientes frases del texto muestran una vez más muy claramente el carácter
simbólico de la visión: Dios permanece el inconmensurable y la luz que supera
todas nuestras visiones. Las personas humanas aparecen como en un espejo.
Debemos tener siempre presente esta limitación interna de la visión, cuyos
confines están aquí indicados visivamente. El futuro se muestra sólo « como en
un espejo de manera confusa » (cf. 1 Co 13,12). Tomemos ahora
en consideración cada una de las imágenes que siguen en el texto del « secreto
». El lugar de la acción aparece descrito con tres símbolos: una montaña
escarpada, una grande ciudad medio en ruinas y, finalmente, una gran cruz de
troncos rústicos. Montaña y ciudad simbolizan el lugar de la historia humana:
la historia como costosa subida hacia lo alto, la historia como lugar de la
humana creatividad y de la convivencia, pero al mismo tiempo como lugar de las
destrucciones, en las cuales el hombre destruye la obra de su propio trabajo.
La ciudad puede ser el lugar de comunión y de progreso, pero también el lugar
del peligro y de la amenaza más extrema. Sobre la montaña está la cruz, meta y
punto de orientación de la historia. En la cruz la destrucción se transforma en
salvación; se levanta como signo de la miseria de la historia y como promesa
para la misma.
Aparecen
después aquí personas humanas: el Obispo vestido de blanco (« hemos tenido el
presentimiento de que fuera el Santo Padre »), otros Obispos, sacerdotes,
religiosos y religiosas y, finalmente, hombres y mujeres de todas las clases y
estratos sociales. El Papa parece que precede a los otros, temblando y
sufriendo por todos los horrores que lo rodean. No sólo las casas de la ciudad
están medio en ruinas, sino que su camino pasa en medio de los cuerpos de los
muertos. El camino de la Iglesia se describe así como un viacrucis,
como camino en un tiempo de violencia, de destrucciones y de persecuciones. Se
puede ver representada en esta imagen la historia de todo un siglo. Del mismo
modo que los lugares de la tierra están sintéticamente representados en las dos
imágenes de la montaña y de la ciudad y están orientados hacia la cruz, también
los tiempos son presentados de forma compacta. En la visión podemos reconocer
el siglo pasado como siglo de los mártires, como siglo de los sufrimientos y de
las persecuciones contra la Iglesia, como el siglo de las guerras mundiales y
de muchas guerras locales que han llenado toda su segunda mitad y han hecho
experimentar nuevas formas de crueldad. En el « espejo » de esta visión vemos pasar
a los testigos de la fe de decenios. A este respecto, parece oportuno mencionar
una frase de la carta que Sor Lucia escribió al Santo Padre el 12 de mayo de
1982: « la tercera parte del “secreto” se refiere a las palabras de Nuestra
Señora: “Si no (Rusia) diseminará sus errores por el mundo, promoviendo guerras
y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre
tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán destruidas” ».
En
el viacrucis de este siglo, la figura del Papa tiene un papel
especial. En su fatigoso subir a la montaña podemos encontrar indicados con
seguridad juntos diversos Papas, que empezando por Pío X hasta el Papa actual
han compartido los sufrimientos de este siglo y se han esforzado por avanzar
entre ellas por el camino que lleva a la cruz. En la visión también el Papa es
matado en el camino de los mártires. ¿No podía el Santo Padre, cuando después
del atentado del 13 de mayo de 1981 se hizo llevar el texto de la tercera parte
del « secreto », reconocer en él su propio destino? Había estado muy cerca de
las puertas de la muerte y él mismo explicó el haberse salvado, con las
siguientes palabras: « ...fue una mano materna a guiar la trayectoria de la
bala y el Papa agonizante se paró en el umbral de la muerte » (13 de mayo de
1994). Que una « mano materna » haya desviado la bala mortal muestra sólo una
vez más que no existe un destino inmutable, que la fe y la oración son
poderosas, que pueden influir en la historia y, que al final, la oración es más
fuerte que las balas, la fe más potente que las divisiones.
La
conclusión del « secreto » recuerda imágenes que Lucía puede haber visto en
libros de piedad y cuyo contenido deriva de antiguas intuiciones de fe. Es una
visión consoladora, que quiere hacer maleable por el poder salvador de Dios una
historia de sangre y lágrimas. Los ángeles recogen bajo los brazos de la cruz
la sangre de los mártires y riegan con ella las almas que se acercan a Dios. La
sangre de Cristo y la sangre de los mártires están aquí consideradas juntas: la
sangre de los mártires fluye de los brazos de la cruz. Su martirio se lleva a
cabo de manera solidaria con la pasión de Cristo y se convierte en una sola
cosa con ella. Ellos completan en favor del Cuerpo de Cristo lo que aún falta a
sus sufrimientos (cf. Col 1,24). Su vida se ha convertido en
Eucaristía, inserta en el misterio del grano de trigo que muere y se hace
fecundo. La sangre de los mártires es semilla de cristianos, ha dicho
Tertuliano. Así como de la muerte de Cristo, de su costado abierto, ha nacido
la Iglesia, así la muerte de los testigos es fecunda para la vida futura de la
Iglesia. La visión de la tercera parte del « secreto », tan angustiosa en su
comienzo, se concluye pues con un imagen de esperanza: ningún sufrimiento es
vano y, precisamente, una Iglesia sufriente, una Iglesia de mártires, se
convierte en señal orientadora para la búsqueda de Dios por parte del hombre.
En las manos amorosas de Dios no han sido acogidos únicamente los que sufren
como Lázaro, que encontró el gran consuelo y representa misteriosamente a
Cristo que quiso ser para nosotros el pobre Lázaro; hay algo más, del
sufrimiento de los testigos deriva una fuerza de purificación y de renovación,
porque es actualización del sufrimiento mismo de Cristo y transmite en el
presente su eficacia salvífica.
Hemos
llegado así a una última pregunta: ¿Qué significa en su conjunto (en sus tres
partes) el « secreto » de Fátima? ¿Qué nos dice a nosotros? Ante todo, debemos
afirmar con el Cardenal Sodano: « ...los acontecimientos a los que se refiere
la tercera parte del « secreto » de Fátima, parecen pertenecer ya al pasado ».
En la medida en que se refiere a acontecimientos concretos, ya pertenecen al
pasado. Quien había esperado en impresionantes revelaciones apocalípticas sobre
el fin del mundo o sobre el curso futuro de la historia debe quedar
desilusionado. Fátima no nos ofrece este tipo de satisfacción de nuestra
curiosidad, del mismo modo que la fe cristiana por lo demás no quiere y no
puede ser un mero alimento para nuestra curiosidad. Lo que queda de válido lo
hemos visto de inmediato al inicio de nuestras reflexiones sobre el texto del «
secreto »: la exhortación a la oración como camino para la « salvación de las
almas » y, en el mismo sentido, la llamada a la penitencia y a la
conversión.
Quisiera
al final volver aún sobre otra palabra clave del « secreto », que con razón se
ha hecho famosa: « mi Corazón Inmaculado triunfará ». ¿Qué quiere decir esto?
Que el corazón abierto a Dios, purificado por la contemplación de Dios, es más
fuerte que los fusiles y que cualquier tipo de arma. El fiat de
María, la palabra de su corazón, ha cambiado la historia del mundo, porque ella
ha introducido en el mundo al Salvador, porque gracias a este « sí » Dios pudo
hacerse hombre en nuestro mundo y así permanece ahora y para siempre. El
maligno tiene poder en este mundo, lo vemos y lo experimentamos continuamente;
él tiene poder porque nuestra libertad se deja alejar continuamente de Dios.
Pero desde que Dios mismo tiene un corazón humano y de ese modo ha dirigido la
libertad del hombre hacia el bien, hacia Dios, la libertad hacia el mal ya no
tiene la última palabra. Desde aquel momento cobran todo su valor las palabras
de Jesús: « padeceréis tribulaciones en el mundo, pero tened confianza; yo he
vencido al mundo » (Jn 16,33). El mensaje de Fátima nos invita a
confiar en esta promesa.
Joseph
Card. Ratzinger
Prefecto
de la Congregación
para la Doctrina de la Fe