Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 19 de marzo de 2014

Dichoso San José


«¡Dichoso san José, al que no sólo se concedió ver y oír a Dios, a quien muchos reyes querían ver y no vieron, oír y no oyeron (cf. Mt 13, 17), sino también llevarlo en sus brazos, besarlo, vestirlo y protegerlo! ».
Esta oración nos presenta a san José como el protector del Hijo de Dios. Prosigue con la siguiente petición: «Oh Dios, que nos has concedido el sacerdocio real, haz que, como san José, que mereció tocar y llevar con respeto en sus brazos a tu Hijo unigénito, nacido de María Virgen, obtengamos la gracia de servir en tus altares con pureza de corazón e inocencia de obras, para recibir hoy dignamente el sacratísimo Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, y así merecer el premio eterno en el mundo futuro».

Se trata de una oración muy hermosa. La rezo todos los días antes de la santa misa y, ciertamente, la rezan también muchos sacerdotes en todo el mundo. San José, esposo de María Virgen, padre adoptivo del Hijo de Dios, no fue sacerdote, pero participó en el sacerdocio común de los fieles. Y dado que, como padre y protector de Jesús, pudo tenerlo y llevarlo entre sus brazos, los sacerdotes se dirigen a san José con la ardiente petición de poder celebrar el sacrificio eucarístico con la misma veneración y con el mismo amor con que él cumplió su misión de padre putativo del Hijo de Dios. Estas palabras son muy elocuentes. Las manos del sacerdote que tocan el Cuerpo eucarístico de Cristo quieren obtener de san José la gracia de una castidad y de una veneración igual a la que el santo carpintero de Nazaret tenía con respecto a su Hijo adoptivo. 

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