“Ha acompañado a
Juan Pablo II en todos sus viajes por el mundo, pero cuéntenos, ¿cómo era y qué
era en su opinión lo más destacado de él?
Juan Pablo II fue de verdad un Papa que dio un gran
cambio a toda la Iglesia porque era un papa joven y estábamos acostumbrados a
papas mayores. Era un montañero polaco que conocía muy bien lo que es el Este
porque él venía de Polonia, un país que ha sido siempre sometido por el nazismo
o por el marxismo y, al mismo tiempo, con ese orgullo de una Polonia cristiana
siempre fiel. Él vino sabiendo que podía ser un cambio grande en una Europa que
estaba dividida, por eso una de sus ilusiones, que los franceses la llamaban la
“utopía Wojtyla”, era unir esa Europa en sus raíces cristianas, cosa que
consiguió porque cayó el muro de Berlín y él fue, dicho por el propio
Gorbachov, artífice importantísimo de esa caída.
Al mismo tiempo, el Papa fue un hombre que desde
que fue sacerdote y luego obispo auxiliar, y más tarde cardenal arzobispo de
Cracovia, siempre creyó en los jóvenes y los amalgamó sabiendo que eran los que
podían ayudarle y a la vez ser “heraldos del evangelio” por el mundo”, y así
inventó las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ). Al mismo tiempo, se dio
cuenta de que a la Iglesia no se la podía dejar en las sacristías o en la plaza
de San Pedro; y, como no podían ir todos a ver al Papa, el Papa tendría que ir
a ellos, por eso se llamó el “párroco del mundo” y por eso se dedicó a viajar.
Un Papa así cambia por completo lo que se entendía por un Papa, aquella figura
tradicional que está en las audiencias en el Vaticano, manda discursos,
homilías, encíclicas, documentos, pero siempre en el Vaticano. Y de repente
viene Juan Pablo II. Todo lo que vemos hoy en día, en el fondo, es gracias a
él. El Papa Francisco, por ejemplo, sería inconcebible sin él.”
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