Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 20 de diciembre de 2018

Tiempo de conversión – 3 de 3




(de la conversación de Benedicto XVI con Peter Seewald en  Luz del mundo,   el Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos, Herder, 2010, cap 6)


Según su propia comprensión, el evangelio no contiene un mensaje proveniente del pasado, un mensaje ya agotado. Por el contrario, la presencia y la dinámica de la revelación de  Cristo consiste justamente en que, en cierta medida, proviene del futuro, y es a su vez de importancia decisiva para el futuro de cada uno y el de todos. Cristo se aparece «la segunda vez, sin relación ya con el pecado, a los que a Él aguardan, para darles la salvación», dice la Carta a los hebreros.
¿La Iglesia no debería informar con mucha más claridad acerca de que, según la Biblia, el mundo no se encuentra solo en el tiempo después de Cristo, sino en medida mucho mayor aun, nuevamente en el tiempo antes de Cristo?

Benedicto XVI:

Esa fue, en efecto, una inquietud de Juan Pablo II, señalar con claridad que nuestra mirada se dirige hacia el Cristo que viene. Es decir que all que ha venido es mucho más aun el que está por venir, y que, en esa perspectiva, vivimos la fe en orientación hacia el futuro.  Eso implica que estemos realmente en condiciones de xponer de vuelta el mensaje de la fe desde la perspectiva del Cristo que viene.

A menudo, esa condición de Cristo que viene se ha proclamado en formulas que, si bien son verdaderas, al mismo tiempo han envejecido. Ya no hablan a nuestra constelación de vida y, a menudo, han dejado de ser comprensibles para nosotros.  O bien ese Cristo que viene sufre un vaciamiento total y es falseado en el sentido de un tópico moral general del que no proviene nada y que no significa nada.

Por tanto, debemos procurar decir realmente la sustancia en cuanto tal, pero decirla de forma nueva. Jürgen Habermas dijo que es importante que haya teólogos que puedan traducir el tesoro que se conserva en su fe de tal modo que, en el mundo secular, sea una palabra para este mundo. Tal vez él lo entiende de manera algo diferente que nosotros, pero tiene razón en que el proceso interior de traducción de las grandes palabras a la imagen verbal y conceptual de nuestro tiempo está avanzando, pero aun no se ha logrado realmente. Y esto solo puede conseguirse si los hombres viven el cristianismo desde Aquel que vendrá. Solo entonces podrán también expresarlo en palabras. La afirmación, la traducción intelectual, presupone la traducción existencial. En tal sentido son los santos los que viven el ser cristiano en el presente y en el futuro, y a partir de su existencia el Cristo que viene puede también traducirse de modo de hacerse presente en el horizonte de comprensión del mundo secular. Ésta es la gran tara frente a la cual nos encontramos.



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