Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 23 de octubre de 2020

“No tengáis miedo” conversación de Andre Frossard con el Papa Juan Pablo II (de la introducción del libro)

 


(una introducción magistral a un libro imperdible) 

Cuando aquel día de Octubre  apareció por vez primera en la escalinata de la Basílica de San Pedro, con el enorme crucifijo plantado sobre su pecho, como si fuese una espada de dos manos,  y sus primeras palabras “No tengáis miedo” resonaron en la plaza, todo el mundo se dio cuenta que algo había ocurrido en el cielo: después de aquel hombre de buena voluntad que había abierto el Concilio,  el profundamente espiritual que lo había clausurado,  seguido por un corto interludio suave y efímero como el vuelo de una paloma, Dios nos enviaba un testigo.

 Se nos dijo que venía de Polonia. Mi impresión más bien fue que había dejado sus redes a orillas del lago y que venía directamente de Galilea, pisándole los talones al apóstol Pedro. Nunca me había sentido tan cerca de las Sagradas Escrituras.  Porque las palabras “No temáis” sin duda iban dirigidas a un mundo en el cual el hombre teme al hombre, le teme a la vida quizás más que a la muerte, le teme a las fuerzas salvajes de las que se siente prisionero,  le teme a todo, a nada,  y a veces hasta a su propio miedo;  pero también eran,  o quizás hayan sido,  la exhortación de un discípulo en los albores del Cristianismo a sus hermanos llamados a ser testigos,  y mientras el Papa hablaba, el recuerdo del Circo de Nerón sobre el cual está construido San Pedro  emergía nuevamente por debajo del mármol.

 No había duda alguna. La multitud asombrada en la Plaza, elevando sus rostros a una nueva luz, mis vecinos llorosos y yo compartiendo el mismo sentimiento: el cristianismo  comenzaba de nuevo….….emergía nuevamente de la tumba que todos pensaban había sido  sellado definitivamente. Este Papa seria el Papa de la renovación cristiana, y con él la esperanza que había huido regresaría y se fortalecería entre nosotros. No sería un Papa tradicionalista como algunos después insistieron en llamarlo,   ni siquiera un Papa tradicional,.  Sino un Papa de los días anteriores a la tradición,  en línea con los primeros apóstoles,  elevándose con su cruz en medio de los mismos imperios paganos de antes, imperios igualmente inclinados a la auto deificación.

Finalmente los cielos no se abrieron.  No obstante aunque en la historia de la humanidad el desarrollo de elecciones decididas,  hechas de época en época,  es lento en el firmamento del pensamiento,  ese día la época dudó  y por un momento la historia dejó hablar a la eternidad.

Pero los Evangelios no pertenecen a tan solo una época….se renuevan con cada generación.. Una generación venera a Maria Magdalena alimentándose del fervor contemplativo de los Evangelios y construye Vezelay

Y otra basándose en las mismas fuentes para su código moral erige construcciones intelectuales en los cuales el rigor de las líneas entra en armonía con las de la ley.  Nuestro tiempo es un tiempo caracterizado por dudas generalizadas, personas desilusionadas de las bellas artes, del futuro de la ciencia y la humanidad misma; a nosotros los Evangelios  sencillamente nos ofrecen fe, el único remedio para la barbaridad de la época.  Aun no nos es completamente claro, ya lo veremos (*):  lo que si esta perfectamente claro es que estamos atravesando un periodo notablemente fluido en la historia, desprovisto de bases morales solidas y racionales, un tiempo de valores colapsados e ideologías en las cuales aquel que quiere seguir adelante tiene una única opción…..caminar sobre las aguas. El hombre de fe que reside en Roma es uno de aquellos que no temen responder al llamado en la barca de Cristo. “No temáis” dice y su voz cunde.

Cunde y llega lejos… Con esas palabras rejuvenece y readquiere esa substancia que nuestro lenguaje desproporcionado le había robado.  Cuando miras las manzanas de una pintura de Cezanne  o de algún otro genio, te parece que nunca antes habías visto una manzana, en todo caso que no le habías prestado la atención que merecían.   De igual manera la palabra “tierra” suena diferente en boca de un agrimensor gubernamental  o gritadaa viva voz  del mástil de una carabela.  De la misma manera cuando Juan Pablo II exclama en su aparición publica “Alabado sea Jesucristo” la frase deja de ser una  suerte de ritual banal para convertirse inmediatamente  en la enunciación de un descubrimiento. Esta aptitud  de darle nueva vida a las palabras es un don de  poetas, de grandes místicos y naturalmente de los apóstoles de Cristo que son los representantes elegidos de la Palabra. Toda la gente no se equivoca: en esto tiene oído musical.

 El Papa pensaba en ellos, en sus angustias, en sus incertidumbres, en sus preguntas a menuda sin respuesta por  “sabios y entendidos” cuando me dijo un dia: “Planteeme algunas preguntas”

 


Creo que le presente setenta. No esquivó  a ninguna de ellas. Esta es la génesis del dialogo que sigue 

(*) escrito en 1982!!!

(**) el libro  (el texto es una traducción del prologo de  Be Not afraid Andre Frossard in conversation with John Paul II ”, The Bodley Head, 1984 (pags. 7 a 9)

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