Era
sábado 12 de junio de 1982 y allí en Palermo celebrábamos por anticipado la
Fiesta de Corpus Christi (del día siguiente domingo 13 de junio) durante
aquella brevísima visita del Santo Padre Juan Pablo II que había venido para
suplicar por la paz entre nosotros, en ese momento histórico doloroso el
venia “impulsado por el amor de Cristo y por la solicitud impelente que, como
Sucesor del Príncipe de los Apóstolos, debo a la Iglesia una y universal, que
se encarna en todos los pueblos, naciones y culturas, para anunciar la
salvación en Jesucristo y la comunión de destino que todo hombre tiene bajo un
Padre común... simplemente un encuentro del padre en la fe con los hijos
que sufren; del hermano en Cristo que muestra nuevamente a Este como camino de
paz, de reconciliación y esperanza.”
Cristo dice: “Tomad, éste es mi cuerpo . . .”, dándoles a comer el Pan. Este Pan se convierte en su Cuerpo, Cuerpo que al día siguiente será entregado en el sacrificio de la cruz. Cuerpo martirizado que destilará Sangre.
Cristo en el cenáculo toma el cáliz, y después de haber dado gracias se lo da a beber diciendo: “Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos”.
Bajo la especie del vino los discípulos reciben la Sangre del Señor, y al mismo tiempo participan de la nueva y Eterna Alianza, que es estipulada con la Sangre del Cordero de Dios.
La fiesta del “Corpus Christi” - solemnidad de la Eucaristía - es, al mismo tiempo, la fiesta de la Nueva y Eterna Alianza, que Dios ha sellado con la humanidad en la Sangre de su Hijo.”
(de la homilía en la Misa para la Nacion Argentina – 12
dejunio de 1982)
Viaje apostolico a laArgentina
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