“Así pues, esa situación escatológica en la que “no tomarán mujer ni marido”, tiene su fundamento sólido en el estado futuro del sujeto personal, cuando después de la visión de Dios “cara a cara” nacerá en él un amor de tal profundidad y fuerza de concentración en Dios mismo, que absorberá completamente toda su subjetividad psicosomática”. (Audiencia General Juan Pablo II 16/12/1981)
Esta afirmación de Juan Pablo II coloca la
virginidad bajo la óptica teológico espiritual conforme a la gran Tradición de
un modo nuevo, utilizando palabras que la cultura de hoy pueda sentir como
propias. La era del racionalismo y del moralismo no han favorecido ciertamente
una visión espiritual, ni tampoco lo
hizo el periodo siguiente que dirigía – casi en forma de reacción
pendular – toda la atención al enfoque de la ciencia auxiliar. Situar de hecho
a la castidad en el campo de la psicología y de la sociología implica reducir
la posibilidad de comprenderla y de vivirla en toda su amplitud. La virginidad
tampoco puede ser entendida y vivida integralmente si no es en pos de Cristo
Debe ser colocada en la antropología teológica, basada en la vida nueva
recibida en el bautismo, o sea en la vida en Cristo, don del Espíritu Santo. Y
esta vida tiene su fundamento inquebrantable en la plenitud escatológica, en
aquella plenitud de Cristo de la que nosotros, mediante el sacramento de
bautismo, participamos desde ahora y en la santa Eucaristía, que se nos ofrece
como don continuo haciéndonos madurar hacia aquella plenitud.
( Publicado en Totus Tuus, Boletin mensual de la Postulación Nr 9 septiembre 2008)
No hay comentarios:
Publicar un comentario