Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 15 de junio de 2022

Karol Wojtyla - Cracovia, fiesta del Corpus Domini 1976

 


Palabras del Cardenal Karol Wojtyla, previas a la procesión de Corpus Christi en Cracovia, 1976 en plena época de comunismo en Polonia.

“Te reconozco Padre, Señor del cielo y de la tierra”. Palabras que pronuncio Jesucristo. Y con estas palabras hoy nosotros junto a Cristo en el Sacramento de la Eucaristía, bajo la especie del pan, salimos a las calles de Cracovia para proclamar a Dios. “Te reconozco Padre, Señor del cielo y de la tierra!”


Esta proclamación es un deber nuestro particular, pero también es una necesidad particular de nuestro espíritu. Vivimos en tiempos en que se olvida a Dios, en tiempos que no se lo reconoce, que se le quita lugar en publicaciones, libros y vida pública. Un mundo privado de Dios, privado de principio y de fin: un mundo que ha extirpado a su Creador, es esta la imagen, esta la ideología que se busca inculcar de diferentes maneras al hombre de hoy: un mundo sin Dios.


Y precisamente debido a estos proyectos nace la necesidad de nuestro encuentro con Cristo que dice “Te reconozco, Padre, Señor del cielo y de la tierra!”. La necesidad de proclamar a Dios es un signo peculiar de los tiempos que vivimos, de estos tiempos en que se intenta borrar el nombre de Dios en lo más profundo del alma humana. Y esto es algo terrible desde el punto de vista de nuestro sentido cristiano de la realidad. Dios de hecho significa Creador y Padre. Arrancarse del Creador, anular a Dios: que le queda a la criatura? Que queda del hombre?


Y es precisamente en el ámbito de esta lucha por la presencia de Dios en nuestra vida que adquiere particular significado que nosotros salgamos junto a Cristo por las calles de Cracovia y junto a El digamos “Te reconozco Padre, Señor del cielo y de la tierra!”. Reconozco! Cristo es el primer testimonio del Dios vivo y Cristo es también el Maestro de todos sus discípulos. El llama al hombre a ser discípulo. No puede ser un hombre tibio, neutro: debe ser confesor, porque en la profesión de fe se expresa la relación plena con la verdad, con Dios que es la verdad.


Nuestros tiempos tienen especial necesidad de confesores y crean confesores. Citare un ejemplo que ha llegado a mis manos en estas últimas semanas y que se encuentra entre las actas de la Curia Metropolitana. Se trata de un hecho doloroso pero por otro lado extremadamente constructivo.


Un joven que asistía a la escuela profesional llevaba como la mayoría de los cristianos, jóvenes o ancianos, una cruz sobre el pecho. Le fue ordenado quitarse la cruz y no asistir mas a la escuela con aquella cruz, no presentarse a las clases con ella. El joven respondió que no. Fue expulsado de la escuela y se convoco a la madre. Al presentarse la madre se trato de convencerla que el comportamiento de su hijo era inapropiado y ella respondió: estoy orgullosa de mi hijo!


Recordamos también el caso de los niños polacos en Wrzesnia que eran perseguidos y expulsados de la escuela porque rezaban en polaco!
Hace falta poner un freno. Estamos en presencia de una clase de personas que buscan construir su propia carrera violando la libertad de conciencia y de religión. Hace falta poner un freno. Tenemos una constitución que hoy como en el pasado se expresa sobre este tema de manera inequívoca y que prevé sanciones para aquellos que ofenden los sentimientos religiosos y buscan impedir la practica religiosa. Portar una cruz es una práctica religiosa y nadie puede prohibirla.


Si por un lado este episodio suscita pensamientos dolorosos, por el otro sin embargo es edificante. No vivimos solamente en una época de oportunistas, vivimos también una época de confesores, madres e hijos, padres e hijos.


Al hablar de esto querido hermanos y hermanas, pienso en todos los niños que al fin del año escolar se irán de vacaciones, a una colonia, a un campamento. Pensamos con angustia si también le arrancaran las cruces del pecho. Si les prohibirán ir a la iglesia. Es necesario que madres y padres apoyen a sus hijos, como aquella madre que exclamo: Estoy orgullosa de mi hijo!


Y otro ejemplo: en una gran ciudad fuera de Cracovia, se construyo un nuevo barrio. Junto al barrio se sintió la necesidad de contar con un espacio para catequesis. Obviamente la Curia metropolitana, los párrocos, en estos casos hacemos lo imposible para conseguir un lugar para el servicio divino, para el catecismo, para la iglesia. Estad seguros que siempre lo hacemos siguiendo los caminos legítimos. Pero nuestros esfuerzos quedan sin respuesta.


Entonces en la ciudad que mencionaba, había una pequeña casa particular que contaba con una habitación libre porque los jóvenes de la familia residían en otra parte. Por lo tanto la dueña de casa, de acuerdo con el esposo, la ofreció como espacio para catequesis. Y al ser convocada y amenazada con ser castigada declaró: El Señor Dios no me abandonara. Si me suspenden iré a limpiar. Y la habitación finalmente tuvo su uso. Tenemos necesidad de este testimonio de fe viva, de la fe valiente de esta mujer intrépida y de su marido y de sus hijos porque en aquel lugar en aquel nuevo barrio y recordémoslo, en todo nuestro país nacen nuevos barrios con la intención de ser lugares sin Dios y que no existan lugares para la catequesis donde los niños junto a su sacerdote y por su intermedio junto a Cristo puedan decir “Te reconozco, Padre, Señor del cielo y de la tierra!”.


“…estas palabras fueron reveladas a los humildes…”


Y quizás en este ultimo caso se confirma otro paso de las palabras de Cristo “Haz revelado estas palabras a los humildes”. Una mujer humilde, una mujer pequeña ha tenido una visión esplendida, digna de los grandes genios, de la verdad sobre Dios! Y lo ha testimoniado tal como lo habían hecho el niño y su madre.


Hermanos y hermanas, vivimos en una época de confesores. En otras épocas la Iglesia registraba estos hechos en el libro de los mártires, Acta Martyrum. Mártir es una palabra que nos viene del griego y significa testimonio, confesor delante de todos. También hoy es necesario escribir estas Actas Martyrum contemporáneas, documentos de confesores, para alentarnos mutuamente, para saber unos de otros, para que una repentina injusticia hacia alguien debido a sus convicciones, o por motivos de su fe o de su conciencia se convierta también en un asunto nuestro. A veces se enfadan conmigo porque digo estas cosas. Pero como podría no hablar? Como podría no escribir? Y como podría no intervenir? Cada caso, de cada niño, de cada madre, de cada uno de nosotros, modesto o culto, profesor universitario o estudiante, cada caso es algo que atañe a todos nosotros. Y yo obispo debo ser el primero en ponerme al servicio de esta causa! De esta gran causa del hombre! Porque la causa de la libertad espiritual del hombre, la causa de la libertad de conciencia, de la libertad de religión, es la gran causa del hombre! Del hombre de todos los tiempos, del hombre de nuestros tiempos!


Hermanos y hermanas, mientras permanecemos aquí por la gracia de Dios reunidos alrededor de Cristo, en torno a la Eucaristía, mientras junto a el nos congregamos en la unidad de la profesión de fe, pensemos en todos nuestros hermanos y hermanas en cualquier parte del mundo que comparten nuestra comunión de fe pero no tienen la posibilidad de confesarla públicamente y son perseguidos y maltratados por este motivo. Pensemos en toda la humanidad, en todo el mundo, porque Cristo esta en el centro de la entera familia humana y en nombre de toda la familia humana le dice a Dios ”Te reconozco Padre, Señor del cielo y de la tierra”.

La confesión de fe necesidad de este momento


La confesión de la fe es una necesidad peculiar de nuestros tiempos. El reconocimiento de Dios es la fuente de la libertad del hombre. Satanás, el príncipe de las tinieblas ha tratado desde el comienzo mismo de erradicar a Dios del hombre. Desde el principio el príncipe de las tinieblas se ha empeñado en satisfacer al hombre con el espíritu de este mundo como si este mundo pudiese bastarle al hombre. El corazón del hombre no tiene paz hasta que no descansa en Ti exclamo San Agustín. Esta es la gran verdad sobre el hombre. Este es el gran fundamento de la libertad cuya fuente se halla en Dios.
Queridos hermanas y hermanos, no permitamos que nos quiten a Dios! No permitamos que a ningún costo se le quite Dios a nuestros niños, a nuestros jóvenes cualquiera fuese el precio. Seamos testimonios de Jesucristo. Sea El nuestro alimento..


El sale en procesión con nosotros bajo la especie del pan para decirnos ante todo que es nuestro alimento. Quiere ser el alimento de cada hombre envuelto en la tempestad, en las vicisitudes del mundo, que no logra encontrar a Dios, que lo ha perdido de vista, que piensa que el mundo le puede bastar, que pueden satisfacerle autos y construcciones, fabricas y grandes empresas industriales, conquistas espaciales y otros adelantos: que piensa que todo esto le basta….


Cristo es el alimento de nuestras almas, para que seamos confesores de Dios, testimonios de Dios y de El mismo. Es el quien ha dicho: “Al que me reconozca ante los hombres, Yo lo reconoceré ante mi Padre” También ha dicho “cualquiera que me negare delante de los hombres, le negaré yo también delante de mi Padre”.
Durante esta procesión oremos para que crezca una generación de confesores, que no se llegue a renegar de Dios y de Cristro en nuestra nacion que desde hace siglos esta unida al Verbo de la Vida, a la Luz del mundo, a Jesucristo, a nuestro maestro y pan eucarístico. Amen.”


Cracovia, fiesta del Corpus Domini, 1976


 

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