¡Ser
santos! Pensar en esta realidad, tomar conciencia de lo que significa la
llamada bautismal me recuerda siempre el bellísimo cuadro de Caravaggio que se encuentra
en la iglesia de San Luis de los Franceses, en Roma: La llamada de Mateo. Jesús que entra en la habitación donde Mateo,
con un grupo de hombres inclinados sobre una mesa, están en pleno debate. Mateo
se da cuenta de esta presencia y percibe la mano que Jsús tiende hacia ellos.
Sorprendido casi perturbado, se señala a si mismo al mismo tiempo que su gesto
y y su mano expresan elocuentemente una pregunta: «me lo dices a mi? ¿me llamas
a mi precisamente?» Toda la dinámica del encuentro entre el Maestro y el publicano
contiene el sabor delo increíble. Mateo está sorprendido, intrigado, confndido.
Atónito, consciente de su propia culpa, que como un abismo lo separa de Jesús,
se siente, por otro lado, atraído irresistiblemente por la bondad de quien le ofrece su confianza y su amistad.
¡Es el comienzo de una gran aventura!
Como dijo Juan Pablo II e 1997 en la homilía durante la Misa de beatificación de Karolina Kózkówna en Tárnow (Polonia), en nuestra vida el encuentro con un santo hace surgir en nosotros sentimientos de vergüenza y de esperanza. Sentimos vergüenza por nuestras propias faltas y la distancia entre la santidad y nuestra vida real: esperanza, porque no hay santo que no haya experimentado la misma insuficiencia y no haya luchado y combatido contra su propia debilidad alzando el vuelo hacia lo alto con la ayuda de la gracia de Dios. Los santos son la prueba más clara de la veracidad delas palabras del arcángel Gabriel a María: «Nada es imposible para Dios!»
La santidad es, por lo tanto, un don de Dios, pero es también un deber del hombre. La constante y diaria superación de si mismo y de sus propios límites, la sorprendente pregunta:«Me lo dices a mi?» en boca de Mateo, que nos hace sonrojar. Una pregunta que hace sentirnos revestidos de la confianza de Dios, que nos asusta pero a la vez nos da alas…. He aquí el esfuerzo de ser hombre y el fascinante desafío de vivir como santo. En la práctica, el esfuerzo por superarse a si mismo por perseverar en el bien y reencontrar la fuerza diaria en Aquel que nos renueva su confianza se exterioriza en el cumplimiento de las virtudes. Todo retrato de santidad es un mosaico de virtudes, es un confluir de la fe, la esperanza y la caridad, abundante prudencia, justicia, fortaleza, templanza, y una competición entre pobreza, castidad, obediencia y humildad.
(Slawomir Oder, Postulador de la causa de beatificacion y canonización de Juan Pablo II, Totus Tuus Boletin mensual de laPostulacon Nr 1 enero 20008 - Editorial)
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