Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 22 de agosto de 2025

Los Papas del Concilio Vaticano II – (4 de 8) Juan XXIII – Luis Marin de San Martin, OSA

 


JUAN XXIII – La primavera del Papa Juan

 


La primera cuestión que se plantea es cómo un hombre tradicional como Roncalli, elegido por los cardenales a los 77 años de edad como papa de transición, fue capaz de poner en marcha tan formidable proceso renovador. ¿De dónde le vino la idea del Concilio? Una mirada superficial a su persona y a su historial no hacía presagiar ningún sobresalto. En efecto, cuando estuvo en Oriente como diplomático se le encontraba demasiado oscuro; de nuncio en París, demasiado hablador; de patriarca de Venecia, demasiado viejo ya. Sin embargo, una consideración más profunda nos hace ver que, en la personalidad de Roncalli, más allá de su innata cordialidad, de su afabilidad, de su religiosidad tradicional y de su perfil de prelado chapado a la antigua, se traslucía en todo momento la realidad de un auténtico creyente y de un verdadero hombre de Dios. Esta es la clave más importante para comprender las decisiones de Juan XXIII. Su lema episcopal, Oboedientia et pax, tomado del cardenal Cesare Baronio, aunque cambiando el orden de las palabras, mostraba todo un programa al que Roncalli tratará de ser fiel durante toda su vida: estar en comunión con la voluntad divina y en abandono completo a las mociones del Espíritu. Y esto también y muy especialmente en lo referido al Vaticano II, cuya idea el papa Juan siempre considerará una inspiración divina. El pensamiento de convocar un Concilio surgió en la mente del papa como resultado de una serie de elementos que interactuaron a lo largo de su vida y que se concretarán en los primeros momentos del pontificado joaneo. Creo que podemos resumirlos en tres principales: los estudios históricos, la experiencia de vida y los contactos personales. Veámoslos brevemente.

Los estudios históricos Aunque tenía el título de doctor en Teología, Angelo Giuseppe Roncalli fue siempre un apasionado de la Historia de la Iglesia, sobre todo la italiana de la época de la Contrarreforma, con san Carlos Borromeo como figura señera en la aplicación de los decretos de re forma del Concilio de Trento. Las referencias a san Carlos Borromeo en los escritos de Roncalli son constantes y la principal obra de investigación histórica de Roncalli fue la publicación de las Actas de la visita apostólica de san Carlos a Bérgamo, que terminó casi en los umbrales del pontificado16. Borromeo aparecía así como modelo de organización y reforma eclesial debido a su actividad en el Concilio de Trento y en la aplicación de las directrices conciliares a la diócesis de Milán17. Junto a esta influencia y como fuente de ella tenemos también el conocimiento sobre lo que supuso Trento, considerado como Concilio de reforma, con la fructífera renovación eclesial que trajo consigo a través de dos importantes medios: el Sínodo diocesano y la visita pastoral: Concilio, Sínodo, visita pastoral; ya tenemos aquí tres elementos de constante presencia en su actividad eclesiástica.

Su experiencia de vida.  Otra clave la encontramos en la propia y riquísima experiencia vital de Roncalli. En primer lugar las vivencias junto a monseñor Giacomo Maria Radini Tedeschi, obispo de Bérgamo, de quien fue secretario personal entre 1905 y 1914. A su lado conoció de forma práctica la actuación de un prelado en la estela reformista tridentina, no sólo en lo referido a la organización de un Sínodo diocesano y al programa de visitas pastorales, sino también en el contacto con la pastoral entendida en sentido amplio. El conocimiento de otras mentalidades y culturas debido a su actividad diplomática en Oriente y en Francia dotó a Roncalli de una gran apertura de mente y de una exacta valoración de las circunstancias históricas y eclesiales. Él mismo lo reconocía así en su lecho de muestre: «Ahora más que nunca, ciertamente más que en los siglos pasados, estamos llamados a servir al hombre en cuanto tal y no sólo a los católicos; a defender ante todo y en todas partes los derechos de la persona humana y no solamente los de la Iglesia católica [...].

(…)

Los contactos personales No cabe duda de que varias personas comentaron con Roncalli la posibilidad de y oportunidad de un Concilio para la Iglesia. La amistad mantenida con los cardenales Celso Costantini, autor de una propuesta de conciliar en tiempos de Pío XI y Francesco Borgongini Duca, presidente de la Comisión Central para la preparación de un posible Concilio en tiempos de Pío XII, hizo que muy probablemente comentaran el tema en varias ocasiones, por lo que Roncalli estuvo informado de las iniciativas tomadas. De igual forma también tuvo contacto con los cardenales Ernesto Ruffini y Alfredo Ottaviani, autores de otra propuesta conciliar y que afirmarán haber hablado del tema con Roncalli durante el cónclave que le eligió papa. Sea como fuere, también resulta evidente que el proyecto que el proyecto de Concilio del papa Juan será muy distinto del modelo propugnado por estos dos cardenales y que siempre manifestará haber tomado su decisión con toda libertad.

La decisión del papa sobre la convocatoria de un Concilio fue madurando desde lo que podía ser una posibilidad sugerente hasta desembocar en una certeza. El 30 de octubre de 1958 habló por primera vez del tema; el 2 de noviembre, tras una audiencia al cardenal Ruffini, el papa dejó escrita una anotación en un folio indicando que habían tocado este asunto en el transcurso del encuentro. Sin embargo, no será sino el 20 de enero de 1959, después de haberse reunido con el secretario de Estado, cardenal Domenico Tardini, cuando se aclaren todas las dudas para Juan XXIII. Ese día el papa escribió en su agenda: «Jornada albo segnanda lapillo …

(…)

El anuncio oficial lo hizo Juan XXIII el 25 de enero de 1959, jornada de clausura del octavario de oraciones por la unidad de los cristianos, en un consistorio tenido en la sala capitular de la basílica de San Pablo Extramuros, al que asistieron diecisiete cardenales de Curia. En su discurso, Juan XXIII hizo un triple anuncio: la convocatoria de un Sínodo para la diócesis de Roma, la revisión del Código de Derecho Canónico y la convocatoria de un Concilio para la Iglesia universal.

(…)

«¡Mis venerables hermanos del Colegio cardenalicio! Pronunciamos ante vosotros, ciertamente temblando un poco de conmoción, pero a la vez con humilde resolución de propósito, el nombre y la propuesta de la doble celebración: de un Sínodo diocesano para la Urbe y de un Concilio general para la Iglesia universal [...]. Ellas conducirán felizmente a la deseada y esperada puesta al día del Código de Derecho Canónico».

(…)

El desarrollo de esta parte de la ponencia esta  subdividida en los siguientes apartados:

 

2.2.2. Comienza la andadura

 

2.3. Los trabajos preparatorios 2.3.1. Perfilar el Concilio

 

2.3.2. El Secretariado para la Unidad de los Cristianos

 

2.3.3. Hacia el aggiornamento de la Iglesia

 

2.4. La Primera Sesión 2.4.1. Gaudet Mater Ecclesia

 

2.4.2. Esperanzas y temores

 

2.4.3. Opciones y decisiones


2.4.4. La primera pausa

 

(…)

 

Juan XXIII sabía que posiblemente no le fuera dado asistir al término del Concilio: un cáncer en el estómago hacía presagiar un pronto final de su aventura terrena. Comenzó entonces a expresar una cierta preocupación por el futuro del Vaticano II, como pone de manifiesto el comentario hecho al P. Roberto Tucci, director de la Civiltà Cattolica, el 9 de febrero de 1963: «No me queda mucho tiempo de vida. Por tanto debo ser muy cuidadoso en cada cosa que hago, para evitar que el próximo cónclave sea un cónclave contra mí, porque entonces esto podría destruir las cosas que yo no he sido capaz de lograr». Sin embargo, los temores desaparecieron en los meses siguientes transformándose en una gran calma, incluso hasta el punto de que, ya en su lecho de muerte, pudo decir a los cardenales: «Estoy seguro de que se proveerá a la sucesión sin ningún esfuerzo; estoy seguro de que los obispos llevarán el Concilio a feliz conclusión». Juan XXII murió el 3 de junio de 1963, lunes de Pentecostés, a las 19,45 horas

Eneste enlace puede leerse el texto completo de

Concilio Vaticano II 40 años después  - Centro Teologico San Agustin 



Los Papas del Concilio Vaticano II – (3 de 8) Pio XI y Pio XII - Luis Marin de San Martin, OSA

 

El Concilio Vaticano II fue un verdadero don de Dios para la Iglesia, cuya luz ilumina también nuestro presente. Un auténtico motor de renovación, que ha logrado impulsar la vida de los cristianos despertando sus potencialidades y mostrando el rostro de una Iglesia dinámica y en diálogo con el mundo, que ofrece a los hombres y mujeres de nuestro tiempo la novedad de la fe cristiana vivida en la alegría del amor de Dios, capaz de dilatar los espacios de la esperanza. En estas páginas quiero presentar a los hombres que, de manera más directa, hicieron posible la llegada de esa nueva primavera. El papa Juan XXIII, que convocó el Vaticano II y acompañó su primera sesión. Y el papa Pablo VI, que dirigió las tres siguientes etapas y vivió las tensiones del posconcilio. Junto a ellos quiero recordar a sus antecesores, Pío XI y Pío XII, que también pensaron en un Concilio aunque, por diversas razones no llegaron a convocarlo. Y a sus sucesores, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI, que participaron y vivieron las sesiones conciliares. No pretendo hacer aquí una historia minuciosa del Vaticano II, ni tampoco de los pontificados y sus diferentes circunstancias. Tan sólo quiero exponer a grandes rasgos la acción de estos papas y su profundo amor a la Iglesia, tomando como punto de referencia el Vaticano II. Así fueron y actuaron los papas del Concilio.

 

PÍO XI y PÍO XII: Los primeros tanteos.

En la primera mitad del siglo XX encontramos dos corrientes principales respecto a la realidad de los Concilios. Para unos, la definición dogmática de la infalibilidad pontificia y las robustecidas prerrogativas papales hacían completamente innecesarias y superadas las asam- 24 bleas conciliares como lugar efectivamente normativo. Para otros, sin embargo, la conveniencia de reunir un Concilio era una idea recurrente, casi siempre ligada a la reanudación del inconcluso Vaticano I2 . En este sentido, junto con otras iniciativas ligadas a diversas personas y ambientes eclesiales3 , merecen destacarse los pasos dados al respecto por los papas Pío XI (1922-1939) y Pío XII (1939-1958)

 PIO XI

 


El proyecto de Pío XI Ya en la encíclica Ubi arcano, publicada poco después de su elección , Pío XI indicaba que había pensado «convocar oportunamente en Roma, cabeza del mundo católico, una solemne asamblea del mismo carácter, que buscase un remedio oportuno a la actual decadencia provocada por las grandes perturbaciones de la humanidad». No obstante reconocía también que no se atrevía «a emprender la continuación de aquel Concilio ecuménico iniciado, durante nuestra juventud, por el Romano Pontífice Pío IX», sino más bien esperar «a que la bondad misericordiosa del Señor nos manifieste con mayor certeza los designios de su voluntad (Jue 6,17)». Para avanzar en esta tarea clarifica dora, el papa Ratti tomó dos decisiones. La primera fue nombrar en mayo de 1923 una Comisión formada por el dominico Hugon, el servita Lépicer, el jesuita Tacchi Venturi y por monseñor Bianchi Cagliesi, para recoger la documentación del Vaticano I existente en el Archivo y comprobar lo que restaba por hacer según el plan original. La segunda fue ordenar una consulta a todos los cardenales y también a diversos obispos, prelados y abades nullius para que expresaran su opinión, en el plazo de seis meses, sobre la conveniencia o no de continuar el inconcluso Vaticano I6 . Según algunos indicios, aunque no existe prueba documental de ello, el papa nombró en el año 1924 una nueva Comisión presidida por el cardenal Luigi Sincero, con la tarea de estudiar el material. Así, los trabajos se concretaron en dos propuestas presentadas a Pío XI a comienzos de 1924, con una marcada orientación teológico-dogmática y un evidente deseo de robustecer la estructura eclesial7 . No obstante el interés de Pío XI por la idea del Concilio y los pasos dados en los primeros tiempos de su pontificado, lo cierto es que la enormidad de la tarea y las dificultades de todo tipo que prometían acompañar tanto la preparación como el desarrollo, hicieron que el papa Ratti considerase más sensato no dispersar fuerzas y concentrarlas mejor en la solución de temas más urgentes, como por ejemplo la llamada cuestión romana. Además, las dificultades del mapa político, con el ascenso de los totalitarismos, concentraron muchas de las energías de Pío XI durante el resto de su pontificado, con lo que la posible reanudación del Vaticano I quedó sin llevarse a efecto.

 

PIO XII



Pío XII y el reto conciliar.

La idea de reanudar el Vaticano I volvió a resurgir con fuerza después de la Segunda Guerra Mundial ligada a los que podríamos denominar «ambientes conservadores» que propugnaban un Concilio doc trinal que corrigiese errores y desviaciones, aportara seguridades, fijase la posición de la Iglesia frente al mundo y reforzara la disciplina eclesiástica . En efecto, fue el cardenal Ernesto Ruffini, arzobispo de Palermo quien, durante la audiencia concedida por Pío XII 24 de febrero de 1948, propuso la convocatoria de un Concilio. El papa Pacelli nombró una Comisión secreta presidida por el asesor del Santo Oficio, Alfredo Ottaviani, futuro cardenal, que se reunió por primera vez el 15 de marzo de 1948. De esta Comisión formaban parte los monseñores Hudal y Dalpiaz, los jesuitas Hürt, Tromp y Creusen, el benedictino Beste y el p. Grendel, de la Sociedad del Verbo Divino. A propuesta de esta comisión, en marzo de 1949 Pío XII creó cuatro Comisiones preparatorias coordinadas por una Comisión Central, presidida monseñor Francesco Borgongini Duca, nuncio apostólico en Italia, y con el p. Pierre Charles, S.J., profesor de Teología Dogmática en el Colegio Máximo de Lovaina como secretario. Pronto advirtieron en sus trabajos que ya no resultaba posible pensar en una mera reanudación del Concilio limitándose a asumir, tal cual, los proyectos dejados sin tratar por el Vaticano I. Los retos planteados por el mundo no eran ya los de 1870 ni tampoco podían obviarse diversos temas de interés general sobre los que la Iglesia debiera decir una palabra e iluminar con la luz del Evangelio. En la relación conclusiva presentada al papa Pío XII el 15 de enero de 1951 por monseñor Borgongini Duca, presidente de la Comisión Central, se avanzaba un posible esquema sobre las materias a tratar. En él encontramos un claro deseo de robustecer la unidad de la Iglesia desde la clarificación doctrinal, la consolidación de la disciplina y la lucha contra el error. No obstante, al hilo de las discusiones sobre la temática conciliar, surgieron en la Comisión profundas discrepancias de base que harán imposible el acuerdo en el tipo el tipo de Concilio que se pretendía convocar, en su duración, su desarrollo, el papel de la Curia Romana y en otras cuestiones de calado, que afectaban al perfil conciliar, determinando su orientación. Todo esto, unido a las dificultades logísticas y organizativas, hizo que Pío XII ordenara, en enero de 1951, suspender los preparativos y aparcar el tema. En definitiva, el papa Pacelli quedó convencido, al igual que su antecesor, de que los tiempos no estaban maduros para un Concilio largo, que plantearía enormes dificultades, y también de que el mismo magisterio pontificio y la actividad de la Curia podían suplir, en gran medida y con mucho menor coste, los resultados de un Concilio breve circunscrito a condenar los errores contemporáneos y a proclamar el dogma de la Asunción, como había sido la propuesta inicial de Ruffini y Ottaviani en 194811.


Eneste enlace puede leerse el texto completo en pdf de 

Concilio Vaticano II 40 años después  - Centro Teologico San Agustin 


 

 


Los Papas del Concilio Vaticano II – (2 de 8) Presentación – Isaac González Marcos, OSA

 


El Concilio Vaticano II ha sido uno de los acontecimientos más importantes de la Historia de la Iglesia y uno de los hechos históricos que marcaron profundamente el siglo XX. Convocado por el Papa Juan XXIII en 1962, fue concluido por su sucesor el Papa Pablo VI, en 1965. Desde el 20 de enero de 1959, día que en la conversación entre Angelo Roncalli y Tardini, su secretario de Estad
o, surge providencialmente la palabra «concilio» como un manantial de agua fresca en la Iglesia, y cinco días más tarde, festividad de la conversión de San Pablo, lo anuncia en la Basílica de San Pablo Extramuros, las expectativas fueron creciendo al paso del tiempo. Tres años de preparación, que se vivieron con interés e incluso con impaciencia1 . El Papa, que algunos habían etiquetado de transición, con 77 años a la espalda pero con un corazón rebosante de esperanza, hablaba con acierto y naturalidad de «un nuevo Pentecostés», «una primavera inesperada», de una «Madre Iglesia que se alegra y exulta de gozo», y oponiéndose a tantos «profetas de desdichas», atisbaba un orden nuevo en el que no faltaba la providencia misteriosa y misericordiosa de Dios.

Tres fines se proponía este grandioso «aggiornamento» de la Iglesia: • Promover el desarrollo de la fe católica. • Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles. • Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo. Grandes eran los retos que la Iglesia y la gran asamblea de obispos (unos 2.500) tenían delante. No menores fueron las dificultades. Al Papa Juan le asistía una fe inquebrantable, cimentada en una esperanza colosal.

El 3 de junio de 1963 el mundo y la Iglesia perdían la figura paternal de Juan XXIII pero no moría con él aquel sueño de una Iglesia desprovista de todo poder mundano y aureolada solamente con la santidad de Jesucristo. El 21 de ese mismo mes, tras un breve cónclave de dos días de duración, salió elegido un entusiasta del Concilio, el cardenal Juan Bautista Montini, Pablo VI, el papa que depositó un 13 de noviembre de 1964 la tiara pontificia como un don destinado a los pobres, el papa del diálogo entre la Iglesia y el mundo, y quien se preguntaba de forma solemne ya desde el inicio del concilio ¿Iglesia, qué dices de ti misma? Al día siguiente de su elección despejó toda duda. Su misión principal era dar continuidad al Concilio. El Concilio quería ser, en palabras de Montini, «el brote primaveral de las energías espirituales y morales que la Iglesia lleva en su seno, prevé una reforma... pero no implica la destrucción de su vida actual, sino que será un homenaje a su tradición, que depurada de formas defectuosas y efímeras, recobrará de nuevo su genuina fecundidad»2 . Pablo VI prosiguió y concluyó el Concilio con aportaciones definitivas, acciones principales de los dos primeros años de su Pontificado .

Después de un laborioso trabajo el Concilio dio luz a 16 documentoscuatro Constituciones (DV, LG, SC y GS), tres Declaraciones (GE, NE, DH) y nueve Decretos (AG, PO, AA, OT, PC, CD, UR, OE, IM). A partir de entonces, agiornamento, colegialidad, diálogo, comunión, libertad religiosa, liturgia, ecumenismo, Palabra de Dios, pueblo de Dios, presencia de la Iglesia en el mundo, educación cristiana, obispos, presbíteros, vida religiosa, formación sacerdotal, apostolado de los laicos, acción misionera, religiones no cristianas, y un largo etc. de temas y conceptos teológicos adquieren una nueva dimensión y pasan a prevalecer en la reflexión de los teólogos.

Albino Luciani, Juan Pablo I, elegido casi por aclamación, en el cónclave más breve de los últimos cinco siglos (sólo nueve horas, con un electorado de 110 cardenales) pronto aseguró que su programa era «quello di continuare... nella prosecuzione dell’eredità del Concilio Vaticano II»

 Juan Pablo II, por su parte, desde su primer discurso y su primera Encíclica, señala que las vías conciliares son las que él mismo y todos nosotros debemos seguir por largo tiempo. Aunque se pregunte ¿Cómo? ¿De qué modo? ¿Qué hay que hacer?5 Puesto que el Concilio es «gran gracia que la Iglesia ha recibido en el siglo XX» , Brújula para orientarse en el vasto océano del tercer milenio7 , riqueza para las nuevas generaciones , piedra miliar en la historia bimilenaria de la Iglesia». Juan Pablo II no deja de «insistir sobre su permanente importancia y empeño por su debida ejecución», es papel primario para el papa polaco «promover la más exacta ejecución de las normas y orientaciones conciliares», adquiriendo «una adecuada mentalidad», y te niendo, por tanto, como criterio general una «fidelidad al Vaticano II» . No es extraño que en sus 12 encíclicas cite el Vaticano II en más de 200 ocasiones y sea una constante en otros documentos.

(…)

Por su parte, una de las líneas programáticas del Pontificado de Benedicto XVI, fue, igualmente, según su mismo testimonio «reafirmar con fuerza mi decidida voluntad de proseguir en el compromiso de aplicación del concilio Vaticano II.

(…)

Los documentos conciliares no han perdido su actualidad con el paso de los años; al contrario, sus enseñanzas se revelan particularmente pertinentes ante las nuevas instancias de la Iglesia y de la actual sociedad globalizada»

 

Eneste enlace puede leerse el texto completo en pdf de

Concilio Vaticano II 40 años después  - Centro Teologico San Agustin 

 

Los Papas del Concilio Vaticano II – (1 de 8) Introducción

 


Con ocasión de los 40 años del Concilio Vaticano II el Centro Teológico San Agustín realizo las  IX JORNADAS AGUSTINIANAS analizando el Concilio Vaticano II. Todo el programa con ponencias completas fue publicado en forma de libro por el Centro Teológico San Agustin (2006) bajo el titulo CONCILIO VATICANO II 40 AÑOS DESPUES,   edición y presentación  Prof. PP Isaac González Marcos, OSA y está disponible on line - 366 páginas).  En este enlace se puede leer el contenidocompleto de las Jornadas. 

El temario de las ponencias expuestas fue el siguiente:

PRESENTACIÓN, Isaac González Marcos, OSA

LOS PAPAS DEL CONCILIO, Luis Marín de San Martín, OSA .

NUEVO ROSTRO DE LA IGLESIA, Cándido Martín, OSA..

RETOS ECUMÉNICOS DE LA «DIGNITATIS HUMANAE», Pedro Langa Aguilar, OSA

EN EL MUNDO POR LOS POBRES. EL LEGADO DE LA CONSTITUCIÓN GAUDIUM ET SPES, Ramón Sala, OSA .

LA VIDA RELIGIOSA: DE REGULARES A ESPECIALMENTE CONSAGRADOS. 40 AÑOS DESPUÉS DEL CONCILIO VATICANO II, Pedro Luis Moráis Antón, OSA .

PRESENCIA DE SAN AGUSTÍN EN EL CONCILIO VATICANO II, Jesús Álvarez Maestro, OAR .

CUARENTA AÑOS DE la CONSTITUCIÓN DEI VERBUM. BALANCE Y PERSPECTIVAS, J. Manuel Sánchez Caro ..

CLAROSCUROS DE LA IGLESIA ESPAÑOLA POSTCONCILIAR, Juan María Laboa Gallego

CONCILIO VATICANO II. HACIA UNA COMPRENSIÓN DEL MISMO, A LOS CUARENTA AÑOS DE SU CELEBRACIÓN, Antonio Iturbe Sáiz, OSA

De las ponencias he seleccionado la primera “Los Papas del Concilio” , cuyo texto publico en trozos textuales en 7 posts, incluido este.  Los Papas considerados son Pio XI, PioXII, Juan XXIII y Pablo VI y comenta el autor de la presentacion que  “hubo otros tres hombres que participaron en el Concilio durante todas sus etapas y que, andando el tiempo, llegarán a la sede de Pedro con los nombres de Juan Pablo I (1978), Juan Pablo II (1978-2005) y Benedicto XVI. Estas líneas quieren ser un breve apunte sobre estos otros papas del Vaticano II que nos permita vislumbrar cómo vivieron el Concilio Albino Luciani, Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger”.

En este enlace puede leerse el texto completo de Concilio Vaticano II 40 años después  - Centro Teologico San Agustin

martes, 19 de agosto de 2025

Aquel sábado 19 de agosto del año 2000 - JMJ XV - hace 25 años

 



Me sigue emocionando leer algunos  comentarios:

-          Hace 25 años, yo estaba allí. En Tor Vergata. Entre la multitud de jóvenes que —al borde del milenio— escuchaban a Juan Pablo II gritar con fuerza: “¡No tengáis miedo!”

 

-          Hace 25 años, yo estaba allí. En Tor Vergata. Entre la multitud de jóvenes que —al borde del milenio— escuchaban a Juan Pablo II gritar con fuerza: “¡No tengáis miedo!” Eran otros tiempos, sin duda. Pero algo permanece: el anhelo de sentido, la búsqueda de un nosotros, el hambre de trascendencia.

 

-          Recuerdo perfectamente aquella noche del 19 de agosto del 2000. Caminábamos por la ciudad después de haber peregrinado durante días. Dormíamos en patios de colegios, comíamos con tickets compartidos, nos refrescábamos en fuentes públicas y, sobre todo, hablábamos. En todas las lenguas. Con gestos, canciones, dibujos. Una chica italiana me regaló una estampa con una frase escrita a mano: “Preghiamo insieme per la pace. Siamo uno.” [Recemos juntos por la paz. Somos uno.]

 

-          No he estado ahora allí para ver en los jóvenes de 2025 el mismo brillo en los ojos. Pero lo imagino. Son jóvenes que no buscan fórmulas. Buscan testigos. No necesitan etiquetas. Necesitan un ambiente.

 Y las palabras del Papa Juan Pablo II en aquella Vigila de oración en Tor Vergataaquel sábado 19 de agosto de 2000,  hace 25 años en su discurso de cierre, previa clausura el dia domingo:

 Queridos jóvenes del siglo que comienza, diciendo “sí” a Cristo decís “sí” a todos vuestros ideales más nobles. Le pido que reine en vuestros corazones y en la humanidad del nuevo siglo y milenio. No tengáis miedo de entregaros a Él. Él os guiará, os dará la fuerza para seguirlo todos los días y en cada situación.

Que María Santísima, la Virgen que dijo “sí” a Dios durante toda su vida, que los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y todos los Santos y Santas que han marcado el camino de la Iglesia a través de los siglos, os conserven siempre en este santo propósito.

 Y recordando aquellos días estamos viviendo el hoy:

 


Este Jubileo, impulsado por el papa León XIV, es muy distinto a los anteriores —cada tiempo tiene su contexto, con sus aciertos y sus fallos— pero ha querido ser, por encima de todo, una tregua espiritual: una invitación a reconstruir vínculos y a imaginar un futuro en paz.

 Al volver sobre mis recuerdos del año 2000, me doy cuenta de que no pensábamos en ser héroes, sino en ser testigos. No era tiempo de fundar nada nuevo, sino de abrir una grieta de esperanza. Hoy otros toman el relevo. Con otros lenguajes, con otras heridas, con otras preguntas. Pero con la misma fuerza: una fe que no teme envejecer, porque se deja rejuvenecer por el amor.

 Como entonces, hoy también se canta: “Jesus Christ, you are my life…” Pero ahora muchas otras voces se suman. Otras músicas, otros nombres, otras lenguas. Y eso no empobrece el mensaje: lo amplifica.

 

Fuente parcial: Religion Digital



El Papa Leon XIV en el Santuario de la Madonna delle Grazie en Mentorella.

 


El Papa Leon XIV ha visitado hoy el Santuario de la Madonna delle Grazie enMentorella,  localidad de Guadagnolo en Capranica, dentro de la dioceiss de Palestrina y se reunió con los religiosos Resurreccionistas polacos, quienes custodian el pequeño Santuario, tan querido por el Papa Juan Pablo II,  quen lo visitara ya antes como cardenal en varias ocasiones.  Era su “ermita secreta.”




A falta de sus queridos Tatry (Tatras) gustaba saborear esas escapadas hacia Mentorella recordando visitas anteriores cuando venía a Roma más ligero de carga, como sacerdote y  enviado polaco. Este lugar se transformo luego en  remanso y refugio espiritual en medio del trajinar diario en Roma,  donde podía encontrarse con su Madre Maria más a solas dentro o fuera del templo.


En este blog hay varios posts sobre ese precioso lugar que visitamos en 2011, como un emotivo trozo de  nuestra peregrinación,  con ocasión de la beatificación del Papa Juan Pablo II.



Y recuerdo nuestro propio periplo en llegar hasta alli,  al salir de la autopista, pasando por pueblitos de vida casi rústica,  cerca de Roma pero  lejos de su ruidosa vida cotidiana.  También para nosotras fue un respiro habernos alejado un poco de aquellos días de tanta actividad  y movimiento (durante la  beatificación de Juan Pablo II)  pero de tantas emociones,  que costaba almacenar todas de golpe y hacía falta alejarse un poco para saborearlas por entero.  Un regalo de Dios, inmerecido como todos sus regalos, que aun me cuesta asumir,  y no  me canso de agradecer.

Cuando llegamos el lugar estaba casi desierto,  hasta dudamos si podríamos  acceder a la iglesia y si encontraríamos a alguien. No tardamos en divisar al  padre Adam quien nos atendió con esmero y dedicación dándonos  instrucciones, consejos y programa del día.  Tendríamos tiempo para visitar tranquilamente el lugar y los alrededores, sentarnos a tomar algo y por la tarde en intimo recogimiento participar del santo rosario y la santa Misa con un grupo de personas que habían llegado al lugar.

Y  recuerdo también con mucha nitidez  nuestro regreso. La bruma que se levantó y envolvió el monte parecía haberse apoderado del lugar para  no dejarnos ir…Nos costó abandonar ese santo remanso y luego partimos casi a  tientas por aquellas serpentinas que a la ida no parecían tan temibles, tan largas como entonces y mucho más altas que a la ida. Toda una aventura. No obstante un dia mágico, enriquecido por sentimientos imposibles de explicar.

 Mentorella, siempre en mi recuerdo!  (de uno de mis posts)

 

 

lunes, 18 de agosto de 2025

Candido Pozo: Juan Pablo II y el Concilio Vaticano II (2 de 2)

 




Después de su Introducción el padre Pozo comienza a desmenuzar las diferentes etapas de la participación de Karol Wojtyla en el Concilio. He aquí el detalle. 

1. Monseñor Karol Wojtyla en el Concilio 2. La actividad conciliar de Mons. K. Wojtyla está testimoniada en las actas del Concilio. Ya entre los documentos preparatorios se encuentra un amplio «votum» suyo, como Obispo auxiliar de Cracovia con fecha de 30 de diciembre de 1959) (….)

2. El esfuerzo del Cardenal Wojtyla en Cracovia. Concluído el Concilio, del que necesariamente tenía que considerarse coartifice, en cuanto que había trabajado intensamente dentro de él, Mons. Wojtyla puede dedicarse con exclusividad a la tarea pastoral en su diócesis. Obispo del Vaticano II Mons. Wojtyla (Cardenal muy poco después), es consciente de que la obra conciliar no puede quedar en una «Summa» constituída por sus 16 documentos. Es urgente que su doctrina se haga vida en todas las Iglesias locales. A que su diócesis de Cracovia alimentara su vida con el Concilio 51, dedicó todas energías (…)

3. El programa inicialdel Pontificado de Juan Pablo II Cuando Mons. Wojtyla tomó posesión· de la Archidiócesis de Cracovia como Arzobispo, declaraba: «En la perspectiva de mi pastoral veo sobre todo que debemos realizarla juntos ... Si alguno quisiera llamar a esto un programa, también se lo podría llamar así. En este programa no hay nada de original, es simple y existe desde siempre. Las cosas que existen desde siempre, las cosas de Dios son las más simples y las más profundas; no hacen falta nuevos programas; hace falta solamente entrar en aquel programa de siempre de manera nueva, con nuevo celo y con una nueva prontitud y realizarlo en la medida de nuestros tiempos. El Concilio apenas está en curso de desarrollo, pero el Concilio vive sobre todo de esta idea. y yo deseo reavivar con esta idea la Archidiócesis de Cracovia para que viva del espíritu del Concilio y del espíritu de la Iglesia» (…)

4. El nuevo Código de Derecho Canónico El anuncio, por parte de Juan XXIII, de su propósito de celebrar un Concilio ecuménico (25 de enero de 1959) fue acompañado por el de otras dos iniciativas: la convocación de un Sínodo diocesano en Roma y la reforma del Código de Derecho Canónico. (…) Muerto Juan XXIII el 3 de junio de 1963, su sucesor Pablo VI, el 22 de junio, al día siguiente de su elección, asumía expresamente el compromiso de continuar la obra del Pontífice fallecido: «la prosecución del Concilio Vaticano II» y «la revisión del Código de Derecho Canónico» (...)

5. El Sínodo de 1985 El 25 de enero de 1985 en la Basílica de San Pablo, muy cerca de la sala capitular del Monasterio en que 27 años antes Juan XXIII había expresado su propósito de convocar el Concilio, Juan Pablo II anunciaba la decisión de celebrar una Asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos. Tras recordar que en ese año de 1985 se cumplía el vigésimo aniversario de la clausura del Vaticano II, subrayaba la importancia del Concilio mismo: «El Vaticano II continúa siendo el acontecimiento fundamental en la vida de la Iglesia contemporánea (…)

6. La recta interpretación del Concilio.  La imagen compleja de luces y sombras que ofrece la época posconciliar, supone que el Concilio no siempre ha sido leído y entendido correctamente. La Asamblea extraordinaria del Sínodo de 1985 fue consciente de que frente a «la lectura parcial y selectiva del Concilio y la interpretación superficial de su doctrina en uno u otro sentido», urgía «tener en cuenta todos los documentos en sí mismos y en su conexión entre sí, para que de este modo sea posible exponer cuidadosamente el sentido íntegro de todas las afirmaciones del Concilio, las cuales frecuentemente están muy · implicadas entre sí» (...)



El ensayo termina con esta conclusión:

El recorrido que hemos hecho a lo largo de estas páginas, muestra la figura de Juan Pablo II como un Pastor identificado y comprometido con el Concilio desde que éste comenzó su andadura. El Vaticano II ha marcado su espiritualidad y constituye la fuente más poderosa de su inspiración pastoral. Cuando se leen sus Encíclicas, no se puede olvidar que ésta es la mentalidad de su Autor. Será siempre posible recoger la referencia constante en las notas, a los documentos conciliares. Cuando se trata de un problema concreto, como puede ser el caso en la cuestión del encarnacionismo en la Encíclica Redemptor hominis, su solución coincide exactamente, incluso expresada con más fuerza, con la que dió el Concilio.  Es evidente que, muchas veces, la temática va más allá del  Vaticano II. En éste, por ejemplo, no existe la desarrollada teología trinitaria que ofrece la trilogía de Encíclicas de Juan Pablo sobre las tres divinas PersonasEn tales casos, es mucho lo que el Papa aporta más allá del Concilio. Pero, como él mismo ha dicho, lo más fundamental es «la adquisición de una mentalidad» , es decir, de la mentalidad del Vaticano II.  El la tiene. Y se refleja aun en los casos en que su reflexión se extiende más allá de la temática estrictamente conciliar.