¡Oh Virgen Inmaculada,
honrada en los primeros santuarios levantados sobre tierra malgache, confiamos la Iglesia que está en este país a tu dulce protección maternal!
¡Oh Reina del cielo,
¡Oh Reina del cielo,
tú que conociste la alegría de la resurrección de Jesús, Hijo de Dios e Hijo tuyo, concede a tus hijos e hijas malgaches la dicha de reconocer sin cesar en la fe la presencia viva del Redentor!
¡Oh Reina del cielo,
¡Oh Reina del cielo,
tú que seguiste a Jesús hasta el calvario antes de saber que resucitaría, concede a aquellos hijos e hijas tuyos malgaches que son probados por el sufrimiento la fuerza de la esperanza y la paz del corazón!
¡Oh Reina del cielo,
¡Oh Reina del cielo,
tú que estuviste presente en el Cenáculo hasta que descendió el Espíritu Santo sobre los discípulos, ayuda a tus hijos e hijas malgaches para que sean siempre testigos valientes del Evangelio y artífices de unidad en el amor!
(Juan Pablo II - Regina Caeli, domingo 30 de abril de 1989, Antananarivo, Madagascar)
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