Lo descubrí en Roma durante el Seminario L¨Amore e la sua regola. Un Siervo de Dios maestro de otro Siervo de Dios. No sabia de su existencia y me fascinó su carisma, por el cariño que expresaron por él sus discípulos en el Seminario, lo escrito por ellos, el caluroso agradecimiento reconocido públicamente por su “discípulo mayor” el Siervo de Dios Juan Pablo II, y por la expresión humilde, bondadosa, recatada de su rostro recogida de las fotografías vistas. Tanto me cautivó que durante mi estada en Cracovia me encargue que nunca le faltaran rosas al pie del altar donde solía celebrar Misa en la preciosa Iglesia universitaria de Santa Ana en la calle del mismo nombre.
En su honor traduzco aquí una parte del capitulo Amigos y santos escrito por Ludmila y Stanislaw Grygel y publicado en el librito “Belleza y espiritualidad del amor conyugal” (en italiano) .
Jan Pietraszko y Karol Wojtyla, dos personalidades reciproca y estrechamente ligadas no solo a lugares y momentos comunes sino también como fruto de un largo conocimiento que transformándose en amistad se caracterizó por una profunda estima mutua y un deseo compartido de alcanzar la perfección de la vida cristiana, mientras ambos iban creciendo en amistad y en santidad.
Pietraszko nos habló en una oportunidad de su primer encuentro con Karol Wojtyla, que tuvo lugar en la sede episcopal durante la ocupación alemana. Pietraszko era entonces capellán del arzobispo Sapieha, Wojtyla, en cambio, era alumno del seminario clandestino y trabajaba en la fabrica Solvay. Una tarde el Metropolitano le dice a su secretario: “Mañana temprano vendrá aquí un estudiante a servir la Misa. Ocúpese después que tenga un buen desayuno porque lo necesita y es un joven que promete”. “Al dia siguiente” – comenta Pietraszko – se aparece un joven alto y delgado, con algunos libros bajo el brazo. Después de la Misa le ofrecí un desayuno abundante”. Quien hubiese imaginado entonces que unos años después este mismo joven estudiante elegiría justamente al sacerdote Pietraszko como su Obispo auxiliar y lo hospedase en numerosas oportunidades en el Palacio Apostólico? Recordamos una cena del Papa con el Obispo Jan, que le había llevado como regalo su último libro. En determinado momento el Santo Padre le dice: “Obispo Jan, yo aprendo teología de ti”.
El sacerdote Pietraszko fue maestro de Karol Wojtyla sobre todo en cuanto a la actividad pastoral juvenil. El Papa mismo lo reconoció en su carta escrita al Obispo Jan un mes después de su elección a la Sede Pontificia el 20 de noviembre de 1978. “Estando aquí durante tan solo un mes, cada vez me doy mas cuenta de todo lo que debo Te agradezco entonces caro Mons. Jan por haberme indicado – a su tiempo – el camino hacia la juventud universitaria. Y también porque a mi – y además a tantos otros – siempre nos has enseñado y continuas haciéndolo con cuanta veneración, amor y honestidad es necesario encarnar este nuestro ministerio fundamental unido al anuncio de la palabra de Dios. Estoy convencido que es amplísimo el círculo de todos aquellos que deben agradecerte por esto”
En el telegrama con ocasión de la muerte del Obispo Jan en 1988, Juan Pablo II trazó un breve perfil del difunto escribiendo entre otros: “El Señor le otorgó una sabiduría particular, el don de una comprensión especial de la Palabra de Dios y el de la sencillez y la profundidad en transmitirla. Unido a Dios estaba abierto al mundo, al hombre, a las necesidades de su alma […] En cierto sentido fue el artífice de la pastoral universitaria contemporánea de Cracovia. Les indicó los caminos del Señor a numerosas generaciones de jóvenes estudiantes e intelectuales”.
El sacerdote Pietraszko inicio su servicio pastoral en Cracovia en 1946, dedicándose pronto de una manera muy especial a los jóvenes, primero como maestro de religión en los Liceos, capellán de los scouts y de la asociaron universitaria “Juventud Cristiana”. Disueltas estas organizaciones y ante la prohibición de la enseñanza de la religión en las escuelas el sacerdote Pietraszko supo elaborar un modo propio y original para conducir la pastoral juvenil, pastoral ilegal y peligrosa tanto para el sacerdote como para los jóvenes. Una pastoral escasa de medios se transforma en instrumento potente de formación cultural y religiosa. En su labor Pietraszko no se respaldaba en ningún método conceptual. Sencillamente estaba siempre con los jóvenes, siempre a su disposición, en la iglesia y fuera de ella. Con ellos oraba, comía y se divertía, les enseñaba a ser cristianos bien presentes en el mundo hostil a Dios y al hombre.
No fue un teólogo académico. Ni siquiera se había doctorado en teología. Su competencia teológica se basaba en la contemplación de la Palabra de Dios y del hombre mismo. Y sus prédicas eran el fruto de esta contemplación, asemejándose en ellas a aquellas de los Padres de la Iglesia. Sus homilías dominicales, sus conferencias y los ejercicios espirituales en la Iglesia de Santa Ana, colmada hasta lo inverosímil, constituían eventos de altísimo relieve en la vida de los habitantes de Cracovia. Por eso no debe asombrarnos el hecho que el régimen lo mirase con preocupación y temor. La policía secreta registraba cada una de sus homilías y vigilaba cada uno de sus pasos.
El sacerdote Pietraszko despertaba una estima natural, sin ser autoritario poseía autoridad ante todos. El “enamorado de Dios” (así lo llamaban los fieles) lograba contagiar este amor a los demás conduciéndolos hacia Dios no solo mediante sus predicas sino también en el confesionario. Hacia el fin de su vida pasaba largas horas allí; a menudo hasta bien entrada la noche.
En su honor traduzco aquí una parte del capitulo Amigos y santos escrito por Ludmila y Stanislaw Grygel y publicado en el librito “Belleza y espiritualidad del amor conyugal” (en italiano) .
Jan Pietraszko y Karol Wojtyla, dos personalidades reciproca y estrechamente ligadas no solo a lugares y momentos comunes sino también como fruto de un largo conocimiento que transformándose en amistad se caracterizó por una profunda estima mutua y un deseo compartido de alcanzar la perfección de la vida cristiana, mientras ambos iban creciendo en amistad y en santidad.
Pietraszko nos habló en una oportunidad de su primer encuentro con Karol Wojtyla, que tuvo lugar en la sede episcopal durante la ocupación alemana. Pietraszko era entonces capellán del arzobispo Sapieha, Wojtyla, en cambio, era alumno del seminario clandestino y trabajaba en la fabrica Solvay. Una tarde el Metropolitano le dice a su secretario: “Mañana temprano vendrá aquí un estudiante a servir la Misa. Ocúpese después que tenga un buen desayuno porque lo necesita y es un joven que promete”. “Al dia siguiente” – comenta Pietraszko – se aparece un joven alto y delgado, con algunos libros bajo el brazo. Después de la Misa le ofrecí un desayuno abundante”. Quien hubiese imaginado entonces que unos años después este mismo joven estudiante elegiría justamente al sacerdote Pietraszko como su Obispo auxiliar y lo hospedase en numerosas oportunidades en el Palacio Apostólico? Recordamos una cena del Papa con el Obispo Jan, que le había llevado como regalo su último libro. En determinado momento el Santo Padre le dice: “Obispo Jan, yo aprendo teología de ti”.
El sacerdote Pietraszko fue maestro de Karol Wojtyla sobre todo en cuanto a la actividad pastoral juvenil. El Papa mismo lo reconoció en su carta escrita al Obispo Jan un mes después de su elección a la Sede Pontificia el 20 de noviembre de 1978. “Estando aquí durante tan solo un mes, cada vez me doy mas cuenta de todo lo que debo Te agradezco entonces caro Mons. Jan por haberme indicado – a su tiempo – el camino hacia la juventud universitaria. Y también porque a mi – y además a tantos otros – siempre nos has enseñado y continuas haciéndolo con cuanta veneración, amor y honestidad es necesario encarnar este nuestro ministerio fundamental unido al anuncio de la palabra de Dios. Estoy convencido que es amplísimo el círculo de todos aquellos que deben agradecerte por esto”
En el telegrama con ocasión de la muerte del Obispo Jan en 1988, Juan Pablo II trazó un breve perfil del difunto escribiendo entre otros: “El Señor le otorgó una sabiduría particular, el don de una comprensión especial de la Palabra de Dios y el de la sencillez y la profundidad en transmitirla. Unido a Dios estaba abierto al mundo, al hombre, a las necesidades de su alma […] En cierto sentido fue el artífice de la pastoral universitaria contemporánea de Cracovia. Les indicó los caminos del Señor a numerosas generaciones de jóvenes estudiantes e intelectuales”.
El sacerdote Pietraszko inicio su servicio pastoral en Cracovia en 1946, dedicándose pronto de una manera muy especial a los jóvenes, primero como maestro de religión en los Liceos, capellán de los scouts y de la asociaron universitaria “Juventud Cristiana”. Disueltas estas organizaciones y ante la prohibición de la enseñanza de la religión en las escuelas el sacerdote Pietraszko supo elaborar un modo propio y original para conducir la pastoral juvenil, pastoral ilegal y peligrosa tanto para el sacerdote como para los jóvenes. Una pastoral escasa de medios se transforma en instrumento potente de formación cultural y religiosa. En su labor Pietraszko no se respaldaba en ningún método conceptual. Sencillamente estaba siempre con los jóvenes, siempre a su disposición, en la iglesia y fuera de ella. Con ellos oraba, comía y se divertía, les enseñaba a ser cristianos bien presentes en el mundo hostil a Dios y al hombre.
No fue un teólogo académico. Ni siquiera se había doctorado en teología. Su competencia teológica se basaba en la contemplación de la Palabra de Dios y del hombre mismo. Y sus prédicas eran el fruto de esta contemplación, asemejándose en ellas a aquellas de los Padres de la Iglesia. Sus homilías dominicales, sus conferencias y los ejercicios espirituales en la Iglesia de Santa Ana, colmada hasta lo inverosímil, constituían eventos de altísimo relieve en la vida de los habitantes de Cracovia. Por eso no debe asombrarnos el hecho que el régimen lo mirase con preocupación y temor. La policía secreta registraba cada una de sus homilías y vigilaba cada uno de sus pasos.
El sacerdote Pietraszko despertaba una estima natural, sin ser autoritario poseía autoridad ante todos. El “enamorado de Dios” (así lo llamaban los fieles) lograba contagiar este amor a los demás conduciéndolos hacia Dios no solo mediante sus predicas sino también en el confesionario. Hacia el fin de su vida pasaba largas horas allí; a menudo hasta bien entrada la noche.
Referencias:
L¨Amore e la sua regola – la spiritualitá coniugale secondo Karol Wojtyla – Cátedra Karol Wojtyla.
Belleza e spiritualitá dell´amore coniugale – recopilado por Ludmila Grygiel, Stanislaw Grygiel y Przemyslaw Kwiatkowski.- Edizioni Cantagalli, Siena, abril 2009
L¨Amore e la sua regola – la spiritualitá coniugale secondo Karol Wojtyla – Cátedra Karol Wojtyla.
Belleza e spiritualitá dell´amore coniugale – recopilado por Ludmila Grygiel, Stanislaw Grygiel y Przemyslaw Kwiatkowski.- Edizioni Cantagalli, Siena, abril 2009
3 comentarios:
Tampoco yo lo conocia. Y no recordaba haberlo leido en alguno de los textos de jpii.
Luisa creo que hice bien los deberes. Podemos cambiar los papeles ;) tu lista y yo pesada. Habra otra manera de hacerlo?
Gracias Luisa por la paciencia. Se me estaba escapando ;) un detalle "guardar configuraciòn". jeje no te rias. Es que le estaba pidiendo de mas, que interprete mi pensamietno que por ahora y por suerte aun no hace!
Querida, eres un crack:)
Luisa
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