Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 27 de mayo de 2011

El Mensaje de la Divina Misericordia - “tarea particular” del Beato Juan Pablo II desde el comienzo de su Pontificado




Después del Ángelus del 8 de noviembre de 1981 el Beato Juan Pablo II anunciaba en lengua italiana que que el domingo 22 de noviembre, fiesta de Cristo Rey visitaría el “Santuario del Amor Misericordioso de Collevalenza, en la Diócesis de Todi, para recordar en ese lugar de oración y de piedad cristiana, cuanto escribí en la Carta Encíclica "Dives in Misericordia", publicada exactamente hace un año” y resaltaba : "El mundo de los hombres puede volverse cada vez más humano, solo si introduciremos en el ámbito de las relaciones humanas y sociales, junto a la justicia, ese Amor Misericordioso que constituye el mensaje mesiánico del Evangelio”.



En lo que sería la primer visita después del atentado del 13 de mayo, el día de la festividad de Cristo Rey de 1981 Juan Pablo II cumplía con su promesa.


En el Ángelus desde allí habló de su “tarea particular” en la Sede de Pedro:
“Hace un año publiqué la Encíclica Dives in misericordia. Esta circunstancia me ha hecho venir hoy al santuario del Amor Misericordioso. Con esta presencia deseo confirmar de nuevo, de alguna manera, el mensaje de la Encíclica. Deseo leerlo de nuevo y proclamarlo nuevamente.
Desde el comienzo de mi ministerio en la sede de San Pedro en Roma, consideraba este mensaje como mi tarea particular. La Providencia me lo ha asignado en la situación contemporánea del hombre, de la Iglesia y del mundo. Incluso se podría decir que precisamente está situación me ha asignado como tarea ese mensaje ante Dios, que es Providencia, que es misterio inescrutable, misterio del amor y de la verdad, de la verdad y del amor. Y mis experiencias personales de este año, vinculadas con los acontecimientos del 13 de mayo, por su parte me mandan gritar: "Misericordiae Domini, quia non sumus consumpti" (Lam 3, 22).”

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