"El que quiera llegar a ser
grande entre vosotros, será vuestro servidor"
(Mc 10, 43).
"El Hijo del hombre
no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por
muchos" (Mc 10, 45).
Entre los cuarenta y cuatro cardenales creados
el 21 de febrero de 2001 – hace 13 años – estaba Jorge Mario Bergoglio,
Arzobispo de Buenos Aires, Primado de la Argentina. Eran los primeros
cardenales que el Beato Juan Pablo II creaba en el nuevo milenio; en sus 27
años de pontificado había creado 231 cardenales diversificando las procedencias
creando así con estos representantes de diferentes naciones y lenguas una
Iglesia verdaderamente universal. En su homilía el Papa lo resaltaba:
“Procedéis de veintisiete países de
cuatro continentes y habláis lenguas diversas. ¿No es este también un signo de
la capacidad que tiene la Iglesia, extendida ya por todos los rincones del
planeta, de comprender pueblos con tradiciones y lenguajes diferentes para
llevar a todos el anuncio de Cristo? En él, y sólo en él, es posible encontrar
salvación. He aquí la verdad que queremos reafirmar hoy juntos. Cristo camina
con nosotros y guía nuestros pasos….. Después de haber tomado en abundancia de
las fuentes de la misericordia divina durante el Año santo, la mística nave de
la Iglesia se apresta a "bogar mar adentro" de nuevo para llevar al
mundo el mensaje de la salvación. Juntos queremos desplegar las velas al viento
del Espíritu, escudriñando los signos de los tiempos e interpretándolos a la
luz del Evangelio, para responder "a los perennes interrogantes de los
hombres sobre el sentido de la vida presente y futura y sobre la relación mutua
entre ambas" (Gaudium et spes, 4).”
Y desarrollaba ambos lemas de la homilía
explicando el profundo sentido del momento y las exigencias del nuevo mandato: “las palabras del evangelista san Marcos nos
ayudan a comprender mejor el sentido profundo de un acontecimiento como el
consistorio que estamos celebrando. La Iglesia no se apoya en cálculos y
fuerzas humanas, sino en Jesús crucificado y en el coherente testimonio que han
dado de él los apóstoles, los mártires y los confesores de la fe. Es un testimonio
que puede exigir incluso el heroísmo de la entrega total a Dios y a los
hermanos. Cada cristiano sabe que está llamado a una fidelidad sin componendas,
que puede requerir incluso el sacrificio supremo. Y esto lo sabéis
especialmente vosotros, venerados hermanos, elegidos para la dignidad
cardenalicia. Os comprometéis a seguir fielmente a Cristo, el Mártir por
excelencia y el Testigo fiel.
Vuestro servicio a la Iglesia se manifiesta prestando al Sucesor de Pedro
vuestra asistencia y colaboración para aligerar el trabajo que implica su
ministerio, que se extiende hasta los confines de la tierra. Juntamente con él
debéis ser defensores valientes de la verdad y custodios del patrimonio de fe y
de costumbres que tiene su origen en el Evangelio. Así seréis guías seguros
para todos y, en primer lugar, para los presbíteros, las personas consagradas y
los laicos comprometidos. El Papa cuenta con vuestra ayuda al servicio de la
comunidad cristiana – agregaba - que se
introduce con confianza en el tercer milenio. Como auténticos pastores, sabréis
ser centinelas vigilantes en defensa de la grey encomendada a vosotros por el
"Pastor supremo", que os tiene preparada "la corona de gloria
que no se marchita" (1 P 5, 4).”
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