Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 11 de junio de 2014

Homilía premonitoria del cardenal Karol Wojtyla en octubre de 1978


Pablo VI fue siempre amigo fiel de Polonia. Preocupado por la situación y consciente del esfuerzo de la Iglesia polaca en su empeño por apoyar y sostener el espíritu de su pueblo durante los años de comunismo,  comprendía las dificultades que debía enfrentar la Iglesia detrás de la “cortina”.  Como Obispo de Roma y Pastor universal quizás fue uno de los Papas que menos “gozó” de su pontificado. Debió llevar adelante el Concilio Vaticano II y enfrentar las postrimerías no del  todo gratas. George Weigel llegó a decir que el pontificado fue un calvario para él. Pero para la iglesia polaca siempre tuvo un lugar preferencial en su corazón. 


Cada vez que Karol Wojtyla iba a Roma, Pablo VI lo recibía en audiencia. El Papa lo apreciaba mucho. Lo apreciaba por su profunda espiritualidad, el coraje apostólico, la formación cultural, su serenidad de espíritu y también  por la fidelidad y la lealtad que siempre le demostrara.  El mismo Pablo VI confirmó esta amistad al confiarle la prédica de los ejercicios espirituales en el Vaticano para la Cuaresma de 1976. (Dziwisz)

Después del fallecimiento de Papa Pablo VI el 6 de agosto de 1978,  todo se sucedió  muy rápidamente, increíblemente marcado por fechas y coincidencias.  Albino Luciani quien eligió llamarse Juan Pablo I fue elegido Sumo Pontífice el 26 de agosto cuando toda Polonia celebraba la fiesta litúrgica de su Santa Patrona y Reina: Nuestra Señora de Jasna Gora (Czestochowa).
Su pontificado duró tan solo 33 días! (26 de agosto al 28 de septiembre 1978)

Fue Mucha, el chofer del cardenal Wojtyla,  quien le comunico la noticia de su muerte al cardenal cuando estaba almorzando. Mucha comentó: “Escuché un fuerte ruido. Al recibir la noticia algo se le cayó de las manos al Cardenal.
El cardenal Dziwisz comenta en su libro Una vida con Karol que el cardenal Wojtyla nunca comentó los particulares del conclave y tampoco en privado hablo de la sucesión del Papa Luciani….  Al enterarse de la noticia se recluyó en su habitación y en la capilla. En la homilía de la Santa Misa en sufragio celebrada en la Basílica Mariacka en el centro de Cracovia dijo: “No sabemos qué significa esta muerte para la Sede de Pedro. No sabemos qué quiere decirle Cristo a la Iglesia y al mundo con esta muerte”….. En la biografía de Weigel podemos leer que esta muerte afecto notablemente al cardenal Wojtyla. Su amigo Stanislaw Malysiak recordaba que veía en él un hombre en lucha consigo mismo. El cardenal acababa de cumplir el 20º aniversario de su ordenación episcopal y había escrito su poema “Estanislao” horas después de haber muerto Juan Pablo I. Dijo que lo hacía para “pagar mi deuda con Cracovia”. Presentimientos de una responsabilidad  en puertas? 


Cuando lo acompañó al aeropuerto el chofer le dijo…. Buen viaje Eminencia, y hasta pronto!     El Cardenal, después de un profundo y triste suspiro respondió “nunca se sabe”. Estas palabras impresionan fuerte en boca de Karol Wojtyla. Casi proféticas. Extrañas también las de su secretario Stanislaw Dziwisz “Recen por el cardenal Wojtyla, recen para que regrese a Cracovia”

El 7 de octubre ya en Roma el cardenal Wojtyla se “refugió” en el Santuario de Mentorella y al dia siguiente en la iglesia polaca de San Estanislao concelebró la Santa Misa con el cardenal Wyszynski. Esta fue su última homilía “oficial” (Boniecki) antes de ser elegido Papa.  Por lo emotiva se siente como una homilía “premonitoria”, como si él mismo estuviera preguntándose si estaba en condiciones de asumir tremenda responsabilidad “para que el fruto del pontificado de Juan Pablo I continúe”. El pontificado de aquel Papa elegido significativamente el dia de Nuestra Señora de Jasna Gora había sido para él como un preludio….. y las palabras del cardenal Wyszinski “si te eligen debes aceptar….llevarás a la Iglesia al tercer milenio…la advertencia que Nuestra Señora de Jasna Gora le había concedido un tiempo prudencial para consumar su Magnificat personal y eclesial.

Esta fue su homilía basada en el texto de Juan,  21 de aquel 8 de octubre durante la Santa Misa (traducido de The making of the Pope of the Millennium – Kalendarium of the Life of Karol Wojtyla  - Adam Boniecki, MIC,  publicado por Marians of the Immaculate Conception, USA)

“La sede apostólica está nuevamente de duelo. Vive rezando por el alma del querido Juan Pablo I los 9 días de duelo. Toda la Iglesia está de duelo, la Iglesia de Polonia de duelo. Rezamos en nuestras catedrales, nuestros santuarios, en nuestros templos, en toda nuestra tierra. Y hoy rezamos reunidos aquí en Roma en la Iglesia de San Estanislao, en este predio que su fundador el cardenal Stanislaw Hozjusz quiso que fuese de unión entre la Santa Sede y nuestra comunidad polaca para compartir gozos y pesares.
Cristo dijo de si mismo que El es la piedra angular. La piedra angular del edificio. La Iglesia es una viña y al mismo tiempo un edificio. No hace mucho tiempo que el Papa Juan Pablo I fue llamado a esta viña, para identificarse con las palabras una vez  dichas a Pedro: “Tu eres la Roca”.  Porque la Iglesia es a la vez una viña y un edificio.  Necesita fundamentos. Y así Juan Pablo I fue llamado para ser el fundamento de ese edificio en la Iglesia – el Reino de Dios en la tierra. Esto ocurrió el  26 de agosto de este año. Hace seis semanas. Ocurrió en la Fiesta de Nuestra Señora de Jasna Gora en nuestra tierra polaca.
Cuando pensamos en la sorprendente manera en que Juan Pablo I fue llamado, debemos volver al primer llamado, el llamado dirigido a Simón, a quien Nuestro Señor le dio el nombre de Pedro; a aquel llamado definitivo después de la Resurrección  cuando Cristo le preguntó tres veces. “«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».  y Pedro le contesto: “Si, Señor tu sabes que te amo” Y Cristo le pregunto nuevamente “«¿me amas más que estos?».


En el texto del Evangelio de Juan podemos sentir el estremecimiento del corazón del apóstol, cuando respondió, “Señor, Tu lo sabes todo. Tu sabes que te amo”! Una pregunta  difícil y muy exigente.  Probablemente entre todos los apóstoles fue Pedro el que mejor comprendió que esta pregunta excedía los límites de lo humano. Por eso tembló al responder. Cuando respondió “Señor, Tu sabes que te amo”  se entregaba al amor de Aquel que le planteaba la pregunta.
Cundo miro hacia atrás, en la perspectiva de estas últimas seis semanas, al hecho que ocurrió el 26 de agosto en la Capilla Sixtina, creo que en aquel momento tuvo lugar una conversación similar a aquella de Cristo con Simón Pedro. La sucesión de Pedro, el llamado a la responsabilidad del Pontificado, también conlleva un llamado al mayor amor, a un amor muy especial. Y siempre cuando Cristo le dice a  un hombre “ven, sígueme”, El le pregunta cómo le pregunto a Simón Pedro: “Me amas mas que ellos”? Y luego el corazón del hombre debe estremecerse. El corazón de Simón tembló y el corazón de Albino Luciani tembló antes de asumir el nombre de Juan Pablo I. El corazón humano debe estremecerse, porque en esta pregunta hay una exigencia: Tú debes amar!. Tú debes amar más que los demás, si te es confiado todo el rebaño, si estás listo para “«Apacienta mis ovejas» y cumplir con el llamado y la misión de Pedro.
El texto de Juan continúa. Cristo dice algunas palabras enigmáticas. Se las dice a Pedro: “cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo… otro te atará y te llevará a donde no quieras».  Palabras  misteriosas, enigmáticas…. El Evangelista agrega que con estas palabras Cristo preanunció de que manera Pedro glorificaría a Dios con su muerte.
Entonces, en este llamado, dirigido a Pedro por Cristo después de Su Resurrección, Cristo ordena “Ven sígueme” posee un doble significado.  Es un llamado al servicio y un llamado a morir.
En el caso de Juan Pablo I, ambos llamados del Evangelio de Juan se habían cumplido. Ya sabemos con qué muerte glorificaría su vida. Ahora esta muerte queda detrás.
Cristo le dijo a Pedro: “Cuando seas anciano…”  para nuestro entendimiento, en términos humanos – Juan Pablo I no llego a anciano. Un mes de pontificado. Pero este mes bastaría.  Bastaría no acorde a cálculos humanos, no según cálculos de duración, no a una escala  de tiempo humano ni de historia humana.  Bastaría según aquellas significativas palabras de Cristo “Me amas?”
Este mes de pontificado era suficiente como tiempo de amor.
Y mirando al hombre que el 26 de agosto tomo el nombre de Juan Pablo I, y posando nuestra mirada sobre todos sus días – los 33 días de pontificado – creemos que bastó. Porque el amor tiene estimaciones diferentes, obedece a leyes diferentes. En cierto sentido, con respecto al amor, las leyes del tiempo son suspendidas, como lo son las leyes de este mundo, las leyes de las cosas materiales. El amor puede consumarse en poco tiempo. Una vez en acción – una acción basta.  Puede llegar a un final, como dicen las Escrituras “en un corto lapso vivió mucho tiempo..”  Es verdad que el amor que Juan Pablo expresó aquel 26 de agosto y luego los 33 días de su pontificado no quedó plasmado en documentos que guíen el pensamiento de la Iglesia y de toda la humanidad. No encontró expresión en su trabajo pastoral, en viajes apostólicos.  No le fue dado celebrar ni siquiera una Misa ante la tumba de San Pedro. Todo esto no ocurrió. Pero, en cierto sentido, el amor no necesita nada de esto. Puede expresarse sin ello.  Y Nuestro Señor, conversando con Pedro al comienzo de su primer pontificado no pidió nada más que amor: “Me amas”? Ese es el único tema que debemos tener presente en todo pontificado y en toda vida humana.
También es verdad que la historia de la Iglesia no tendrá muchos hechos que registrar bajo el nombre de Juan Pablo I. Desde una perspectiva humana – y la historia es perspectiva humana – este será un pontificado sencillo, privado de grandes documentos y grandes hechos.  Desde un punto de vista humano (y la historia está sujeta a las leyes de los puntos de vista humanos) este pontificado quedará bajo la sombra de Juan y Pablo. Pero hoy comprendemos un poco mejor porque eligió estos nombres. Quizás porque ya entonces sabia que quedaría en la sombra de estos dos nombres, de estos dos grande pontificados: de Juan y de Pablo. Esto es historia. También es la historia de la Iglesia.
Pero el Libro de la Vida se escribe según otras leyes. No sabernos que palabras se utilizaran para registrar el pontificado de 33 días de Juan Pablo I en el Libro de la Vida. Solo podemos asumir, basados en lo que hemos escuchado, lo que hemos sentido – que la respuesta dada a la pregunta de Cristo “Me amas?” fue particularmente ardiente. Hasta podemos suponer que fue tan ardiente, que el corazón humano no pudo resistir. Porque el amor de Dios es mayor que el del corazón humano. Y a veces es expresado en la muerte de una persona.
Estamos en el mes de octubre. Toda la Iglesia está unida en el rosario. El rosario es rezado por muchos pueblos diferentes. Nuestros compatriotas lo rezan. También nosotros lo rezamos. Queremos dejar relacionada la persona de Juan pablo I en este rosario, una persona tan querida por nosotros, que nos dejara hace pocos días. La iglesia esta apenada. Mientras lo velamos, vamos pasando las cuentas del rosario con nuestros dedos y los misterios del santo Rosario en nuestros pensamientos.  Toda la Iglesia, especialmente la Iglesia de Polonia, saluda a este Papa elegido el día de Nuestra Señora de Jasna Gora, rezando el rosario.
Cristo nos habla en la liturgia de hoy.  Estas son palabras  tomadas  de su mensaje en la Sala superior.  En sus palabras dirigidas a los apóstoles. Cristo dijo: “No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero.” En esta oración eucarística, en este Sacrificio Eucarístico, queremos agradecer a Cristo que, con su vida, con su corto pontificado, su siervo Juan Pablo I, expresó tan claramente la verdad de estas palabras al mundo: “No has sido tú quien me has elegido, sino que fui yo quien te elegí”. Y siguiendo estas palabras de Cristo, deseamos se cumplan hasta el final. Que vayas y des fruto, y que el fruto sea duradero.

En este Santo sacrificio recemos para que el fruto de estos 33 años de pontificado de Juan Pablo I continúe.”

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