Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 7 de enero de 2021

EL CULTO A LA VIRGEN, SANTA MARÍA - Gaspar Calvo Moralejo, O.F.M.

 


Cuando el Concilio Vaticano II se refiere a María, la Madre del Señor, ensalzada sobre los ángeles y los hombres, afirma que es «justamente honrada por la Iglesia con un culto especial. Y... desde los tiempos más antiguos la Santísima Virgen es venerada con el título de Madre de Dios». Prosigue recordando que, a partir del Concilio de Efeso, «ha crecido maravillosamente el culto del Pueblo de Dios hacia María en veneración y en amor, en invocación e imitación, de acuerdo con las palabras proféticas: Todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mí maravillas el Todopoderoso (Lc 1, 48-49)» 1 . Juan Pablo II, en su encíclica Redemptoris Materenseña que la vida cristiana, que se manifiesta en donación y entrega a María como respuesta confiada a su amor de Madre, es la dimensión mariana de un discípulo de Cristo .

 Con esta expresión se manifiesta que esa entrega a la Virgen se hace presente de un modo constante y permanente, como espiritualidad mariana, testimoniada en la devoción y en el culto. Y es un signo de la piedad o relación filial que con María le une. Cuando se quiere profundizar en el mejor conocimiento de lo que es en verdad el culto mariano, es preciso recordar que constituye una forma de veneración a la Virgen que proviene «de raíces profundas en la Palabra revelada y de sólidos fundamentos dogmáticos» 

 Consecuencia lógica de la verdadera fe de la Iglesia, el culto mariano se manifiesta a lo largo del tiempo como devoción a María, la Madre del Señor y una de las expresiones generalizadas del culto con que el pueblo creyente expresa a Dios su gratitud y alabanza. De ese culto que la Iglesia tributa a la Virgen puede afirmarse, al igual que de la devoción mariana, que se refiere siempre al Señor que en María se hace presente como en «una Verónica viviente» que lo recuerda. Ya que ella es «la imagen que reproduce a Cristo en el corazón humano y la refleja haciéndola perceptible en la contemplación del corazón ».

 Basado en la enseñanza de la Sagrada Escritura, el culto mariano manifiesta y refleja una forma de piedad y devoción a la Madre del Señor que ayuda a avanzar por el «itinerario de la fe», siguiendo el ejemplo y los pasos de María. Las enseñanzas del Vaticano II marcan las líneas precisas que ha de seguir el culto mariano y de cuanto es y significa en la vida de la Iglesia. Cristo, que está en ella siempre presente, asocia consigo de modo permanente a su Iglesia para que Dios sea glorificado y santificados los hombres. Lo que realiza de un modo particular, cuando en la acción litúrgica asocia consigo a su esposa la Iglesia, que «invoca a su Señor y por Él tributa culto al Padre Eterno» 5 . En este culto de la Iglesia, afirma el mismo Concilio en otro momento, María «es justamente honrada con un culto especial» ,  que  siempre ha existido y que justa y merecidamente se llama cristiano.

 «que el culto a la bienaventurada Virgen María tiene su razón última en el designio insondable y libre de Dios, el cual siendo caridad (1 Jn 4, 7-8), lleva a cabo todo según un designio de amor: la amó, y obró en ella maravillas (Lc 1, 49); la amó por sí mismo, la amó por nosotros; se la dio a sí mismo y la dio a nosotros» .

 La palabra culto, por otra parte, expresa la forma en que se manifiesta la virtud de la religión, por la que el hombre testimonia y reconoce la grandeza de Dios, su dominio y soberanía sobre todo cuanto existe, y la relación personal que une con Él al mismo hombre. Dicho reconocimiento, interior, vital por parte de la persona humana también se proyecta externamente mediante signos y palabras que están relacionados íntimamente con la diversidad de culturas en las que cada pueblo se expresa y que forman parte y constituyen una de sus peculiaridades distintivas.

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