Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 30 de enero de 2021

Juan Pablo II, Papa Mariano - Francisco de P. Falla V., Pbro. (1 de 3)

 


El pontificado del Papa Wojtyla tiene un carácter cristocéntrico iluminado con una clara nota mariana, lo cual se identifica con la personalidad recia de quien forjó su espíritu en la reciedumbre de crecer en soledad, de vivir en la contradicción de los sistemas, de levantarse hasta Cristo en la contemplación. En los ejercicios espirituales predicados por el cardenal Wojtyla en 1976 al Papa Pablo VI y a la Curia Romana, el eje conductor fue el misterio de Cristo "signo de contradicción" en el mundo actual y la exigencia de encontrar la serenidad que dimana de la esperanza cristiana y del encuentro real con Jesucristo. Pero afirmando inmediatamente que este "signo de contradicción" que es Cristo, es el fruto virginal de María que es, a su vez, "el gran signo en el cielo" insepara-ble del misterio de Cristo y de la Iglesia. Esta síntesis describe los rasgos del espíritu de Juan Pablo 11 que ha vivido intensamente entre los signos de contradicción humana pero ha encontrado en María a su Dios y Señor.

Polonia es un axioma del cristianismo indisolublemente vinculado a la figura de María. En la historia de salvación de ese pueblo es innegable la presencia maternal de María. Lo cual ha dado por resultado la conjunción feliz de ser polaco, católico y mariano. De ello recibió el mundo preclaro testimonio en los campos de concentración nazi: "el patrimonio cristiano de nuestra cultura fue lo que nos permitió sobrevivir", escribió el cardenal Wojtyla. y el testimonio patriótico, cristiano y mariano de ese pueblo se prolonga hasta el día de hoy en medio de los signos de contradicción en los que vive su fe cristiana. El hogar formado por Karol Wojtyla y Emilia Kaczorowska trajo al mundo al pequeño Karol de quien pronosticaba su madre con alegría y orgullo: "ya verán ustedes que mi Lolus (Carlitos) será un hombre célebre". Su profunda piedad mariana la recibió de su madre, quien le hizo un altar en un rincón de su cuarto donde el niño rezaba con gusto. A los nueve años perdió a su madre, pero su alma estaba ya suficientemente fortalecida para afrontar una soledad que iría acentuándose en la vida. A los veintiún años perdió a su padre y a su hermano. La providencia lo llevaba por esta ruta para forjar la solidez de su piedad y de su profunda devoción a la Madre celestial.

 

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