Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 19 de octubre de 2022

Bernard Lecomte: Hijo de la nación polaca (1 de 2)

 


He aquí que los venerables cardenales han elegido a un nuevo Obispo de Roma!. Lo han llamado de un país lejano…

La plaza de san Pedro, aquel 16 de octubre de 1978, prorrumpió en aplausos. algunos minutos antes, desde el balcón de las Bendiciones, el cardenal Pericle Felici anuncio el nombre del elegido por el cónclave: «…cardinalem Wojtyla!» Hugo un instante de sorpresa. ¿Quién? ¿Un africano? ¡No, un polaco!

El nombre del arzobispo de Cracovia era casi desconocido. Pero la sorpresa, de por si, ya era grande: ¡el nuevo Papa no era italiano! El colegio de cardenales había interrumpido una tradición de cinco siglos de antigüedad. Solo mas tarde, viendo a Juan Pablo II dar sus primeros pasos como Papa, los observadores entenderían que el nuevo obispo de Roma no es solo un «no italiano», sino que es polaco.

Karol Wojtyla nació en Polonia en mayo de 1920, en el tiempo en que su país acababa de recuperar la independencia después de ciento veinte años de ocupación extranjera. Hijo del capitán Karol Wojtyla, educado en el culto de Jozef Pilsudski, el vencedor de la batalla del Vístula en agosto de 1920, el futuro Papa se ve inmerso en el clima de fervor patriótico y de entusiasmo nacional!  «Mi país ha sobrevivido solo gracias a la cultura»  dirá, sesenta años después en un importante discurso en la UNESCO. Él, polaco, sabe que la cultura no es producto de fuerzas económicas, como afirman los marxistas, sino de la mente humana. Y que la comunidad natural de los hombres, la nación, es ante todo una realidad cultural. «Pensando en todas las culturas», añade el Papa ante la prestigiosa platea en junio de 1980, «deseo decir aquí en voz alta: ¡He aquí el Hombre!»

No habrá que sorprenderse de ver a este Papa predicar constantemente la realidad de la nación, hasta sugerir a la ONU la elaboración de una Carta de los derechos de las naciones: «No existen los derechos humanos», dice «donde los derechos de la nación son violados» No habrá que sorprenderse en oírle valorar la historia de cada nación, recordando a cada pueblo sus raíces cristianas: ¡cuántos aniversarios celebro, los de Santa Isabel (1981), San Casimiro (1984), San Metodio (1985) San Vladimiro (1988) y muchos más, hasta el bautismo de Francia por parte de Clodoveo (1996).

Este Papa, llegado de un país donde el régimen confisco la historia, no escatimo esfuerzos para recordar a los europeos que no debían ocultar sus raíces cristianas. Así, en Santiago de Compostela en noviembre de 1982, dijo: «Yo, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te grito con amor a ti, antigua Europa: Encuéntrate a ti misma. Se tu misma. Redescubre tus orígenes. Reaviva tus raíces. Vuelve a vivir los valores auténticos que han hecho gloriosa su historia.» Se necesitaba que el Papa fuera «hijo de la nación polaca» para que se atreviera a hacer semejantes afirmaciones.

Polonia no es un país como los demás. En la  época en la que el pequeño Karol creció en Wadowice, en la Galicia occidental, Polonia era el país del mundo donde había más judíos. La historia de Europa lo decidió así. Su mejor amigo, Jerzy Kluger, era judío, como muchos otros de sus compañeros de futbol o de teatro: Goldberger, Selinger, Zweig, Beer y otros más. Cuando Polonia, en la década de 1930, se hunde en el antisemitismo de Estado, Karol sufre los efectos devastadores de ese veneno: piquetes ante las tiendas judías, insultos, pogromo, numerus clausus en la universidad, etc.  En 1945, cuando se libera a los prisioneros del campo de concentración de Auschwitz, no lejos de Cracovia donde vivió durante toda la guerra, el joven Wojtyla descubre, con horror, hasta que nivel de locura los nazis llevaron la abyección y el odio.

No habrá que sorprenderse tras su elección en 1978, de ver al Papa polaco emprender un largo y difícil proceso de reconciliación entre cristianos y judíos: visita la gran sinagoga de Roma en 1986, reconocimiento del Estado de Israel por parte del Vaticano, arrepentimiento frente al anti judaísmo cristiano, extraordinario viaje a Jerusalén en el año 2000, con una parada en el museo del Yad Vashem y una oración ante el Muro de las Lamentaciones. ¿Un papa africano,  italiano, brasileño o francés habría realizado tantos esfuerzos en este sentido? Es necesario recordar que del gran poeta Mickiewicz, emblema de la Polonia eterna, Juan Pablo II tomo la expresión «hermanos mayores» con la que se dirigió a los judíos.

(publicado en L'Osservatore Romano mayo 2011) 

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