Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 17 de noviembre de 2022

Karol Wojtyla : Homenaje a la "Humanae Vitae" en el decimo aniversario de la encíclica.

 


El 21 de junio de 1978, tan solo unos pocos meses antes de su elección al pontificado el cardenal Karol Wojtyla en su discurso ante el Congreso del CISF (Centro Internazionale Studi Familia, Milano) recordaba los diez años de la publicación de la Encíclica Humanae Vitae del Papa Pablo VI. (este es un pequeño extracto publicado en la revista de la Postulación Totus Tuus)

El significado que, siguiendo el Vaticano II y toda la tradición de la enseñanza de la doctrina de la fe y de la moral cristiana, Pablo VI atribuye a la paternidad responsable es esencialmente ético.  Sobre esta base, se confirma también una neta diferencia entre esta forma de la «regulación de la natalidad», que la Iglesia puede reconocer como conforme a la ley divina, y lo que se define normalmente como una anticoncepción, que en la encíclica de Pablo VI viene llamada «regulación artificial de la natalidad.»  «En realidad», se lee en la Humanae Vitae, «entre las dos casos existe una diferencia esencial: en el primero los cónyuges se sirven legítimamente de una disposición natural. En el segundo impiden el desarrollo de los procesos naturales. Es verdad que tanto en uno como en otro caso, los cónyuges están de acuerdo en la voluntad positiva de evitar la prole por razones plausibles, buscando la seguridad de que no se seguirá, pero es igualmente verdad que solamente en  el primer caso renuncian conscientemente al uso del matrimonio en los periodos fecundos cuando por justos motivos la procreación no es deseable, y hacen uso después en los periodos agenésicos para manifestarse el afecto y para salvaguardar la mutua fidelidad. Obrando así ellos dan prueba de amor verdadero e integralmente honesto.» (Humanae vitae, n.16)

El Autor mismo de la encíclica Humanae Vitae se da cuenta de las diferencias psicológicas, y quizás también intelectuales, que la posición de la Iglesia puede encontrar. Y por eso, aquellos que comparten la posición de la Iglesia tienen que tener  una visión muy clara no solo de las decisiones a llevar a cabo, sino también de todas las razones que se encuentran a la base de las mismas. Ante todo, en la práctica tienen que actuar de modo que la moral de la acción no se confunda con la técnica de la acción, es decir no se confundan los principios con el método.  Uno de los errores fundamentales que se comete en la interpretación de la encíclica Humanae Vitae surge precisamente ahí. La mentalidad contemporánea, que es técnica, quiere ver sobre todo la técnica y la manipulación, incluso allí donde le hombre y la mujer deben ponerse uno ante el otro con la verdad entera de la reciproca donación, siguiendo en ello la voz de la conciencia recta y madura. La Iglesia quiere salvar para ellos el sentido esencial del amor y de la madura dignidad de la conducta, es decir de aquella a medida de las personas humanas. Tal es también la razón fundamental de la abstinencia – especialmente no solo para una paternidad responsable, sino también para el amor conyugal mismo.

A la sustancia de este amor, cuyo maestro insustituible es Cristo mismo, pertenece que ese sepa poner y asumir las justas exigencias, sin las cuales el amor cesa de ser un verdadero amor. La preocupación por un tal y autentico perfil del amor humano ha dictado las exigencias que, siguiendo el magisterio católico, Pablo VI ha formulado en la encíclica Humanae Vitae.  Se siente esta preocupación por ejemplo en el párrafo siguiente: «Podría también temerse que el hombre habituándose al uso de las practicas anticonceptivas acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibro físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoistico y no como a compañera respetada y amada.» (Humanae vitae, n.17)

 

Cardenal Karol Wojtyla, Discurso al Congreso del CISF a los diez años de la Humanae Vitae, 21 de junio de 1978.

 

 

 

 

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