“La
gracia es una realidad interior. Es una pulsación misteriosa de la vida divina
en las almas humanas. Es un ritmo interior de la intimidad de Dios con
nosotros, y por lo tanto también de nuestra intimidad con Dios. Es la fuente de
todo verdadero bien en nuestra vida. Y es el fundamento del bien que no pasa. Mediante la gracia vivimos ya en Dios, en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, aunque nuestra vida se desarrolle aún en este mundo. La gracia da valor
sobrenatural a cada vida, aunque esta vida sea, humanamente y según los
criterios de la temporalidad. muy pobre, no llamativa y difícil.
Es necesario, pues, agradecer hoy cada una de las gracias de Dios que ha sido comunicada a cualquier hombre: no sólo a cada uno de nosotros aquí presentes, sino a cada uno de nuestros hermanos y hermanas en todas las partes de la tierra.
De este modo nuestro himno de acción de gracias unido al último día del año, que está para acabar, se convertirá como en una gran síntesis. En esta síntesis estará presente toda la Iglesia, porque ella es, como nos enseña el Concilio, un sacramento de la salvación humana (cf. Constitución dogmática Lumen gentium, 1, 1).
Cristo, de cuya plenitud recibimos todos gracia sobre gracia, es precisamente el "Cristo de la Iglesia"; y la Iglesia es ese Cuerpo místico que reviste constantemente el Verbo Eterno nacido de la Virgen en el tiempo.”
(Juan
Pablo II Acción de Gracias en la Iglesia Del Gesù – 31 de diciembre
de 1979)
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