El 8 de julio de 1948 Karol Wojtyla recibe su “aplikata”. Estaba destinado a una pequeña Parroquia (su primera parroquia) : la de Niegowić en un pequeño poblado de colinas y tierra arcillosa del distrito de Wielicka de Malopolska, a unos 12 kms de Wielicka y aprox 25 de Cracovia. Con excepción de algunos pocos judíos los habitantes pertenecen a la iglesia católica romana.
Niegowić, esa pequeña parroquia cuya vida y ambiente tan
bien describen e ilustran Adam Bujak y M. Malinski en su libro Juan Pablo II.
Acerca de esa breve experiencia pastoral nos cuenta Karol Wojtyla mismo ya desde la Sede de Pedro en su libro Don y Misterio, cap VI, p 73 (Librería Editrice Vaticana, 1999).
Acerca de esa breve experiencia pastoral nos cuenta Karol Wojtyla mismo ya desde la Sede de Pedro en su libro Don y Misterio, cap VI, p 73 (Librería Editrice Vaticana, 1999).
“Apenas llegado a
Cracovia, encontré en la Curia Metropolitana el primer "destino'', la
llamada «aplikata». El arzobispo estaba entonces
en Roma, pero me había dejado por escrito su decisión. Acepté el cargo con
alegría. Me informé enseguida de cómo llegar a Niegowic y me preocupé por estar
allí el día señalado. Fui desde Cracovia a Gdow en autobús, desde allí un
campesino me llevó en carreta a la campiña de Marszowice y después me aconsejó
caminar a pie por un atajo a través de los campos. Divisaba a lo lejos la
iglesia de Niegowic. Era el tiempo de la cosecha. Caminaba entre los campos de
trigo con las mieses en parte ya cosechadas, en parte aún ondeando al viento.
Cuando llegué finalmente al territorio de la parroquia de Niegowic, me
arrodillé y besé la tierra. Había aprendido este gesto de San Juan María
Viarmey. En la iglesia me detuve ante el Santísimo Sacramento; después me
presenté al párroco, Mons. Kazimierz Buzala, arcipreste de Niepolomice y
párroco de Niegowic, quien me acogió muy cordialmente y después de un breve
coloquio me mostró la habitación del vicario.
Así empezó el trabajo
pastoral en mi primera parroquia. Duró un año y consistía en las funciones
típicas de un vicario y profesor de religión. Se me confiaron cinco escuelas
elementales en las campiñas pertenecientes a la parroquia de Niegowic. Allí me
llevaban en un pequeño carro o en la calesa. Recuerdo la cordialidad de los
maestros y de los feligreses. Los grupos eran muy diversos entre sí: algunos
bien educados y tranquilos, otros muy vivaces. Aún hoy me sucede que vuelvo con
el pensamiento al recogido silencio que reinaba en las clases, cuando, durante
la cuaresma, hablaba de la pasión del Señor.
En ese tiempo la
parroquia de Niegowic se preparaba para la celebración del quincuagésimo
aniversario de la Ordenación sacerdotal del párroco. Como la vieja iglesia era
ya inadecuada para las necesidades pastorales, los feligreses decidieron que el
regalo más hermoso para el homenajeado sería la construcción de un nuevo
templo. Pero yo fui trasladado pronto de aquella agradable comunidad.”
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