(altar principal del Santuario de la Divina Misericordia en Lagiewniki/Cracovia)
“La verdad sobre la Divina
Misericordia fue la razón principal de la enseñanza
pontificia del Santo Padre Juan
Pablo II. Surgió ya al principio de su pontificado en la
Encíclica Dives in
misericordia (1981). Este documento constituye, junto con las
Encíclicas Redemptor hominis (1979)
y Dominum et vivificantem (1983), una parte de
la gran trilogía dogmática, en la
cual el Papa habla al hombre contemporáneo sobre
Dios, que se revela al hombre
como la Santísima Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo. La misericordia es la
clave para la comprensión del misterio de Dios y del
hombre. Ella caracteriza a Dios
que se revela al hombre en la Historia de la Salvación.
Es el tema principal de la
enseñanza de Cristo y se muestra en plenitud en el misterio de
la salvación, en su muerte y en
su Resurreción. La misericordia es a la vez una especial
oportunidad para el hombre,
porque por ella puede experimentar la cercanía de Dios que
es misericordioso.
La beatificación
y canonización de la Hermana Faustina
Durante la beatificación de la
Hermana Faustina Kowalska en el segundo
domingo de Pascua, el 18 de abril
de 1993 en Roma, Juan Pablo II recalcó que el
misterio de la Divina
Misericordia, el cual Dios había recordado a todo el mundo por
medio de una humilde monja de
Polonia, es un “llamamiento profético al mundo”. Para
toda la humanidad, cansada de las
guerras terribles, el mensaje de la misericordia se
convirtió en un signo de
esperanza, mostrando la presencia de Dios que regala el amor y
la posibilidad de un renacimiento
espiritual del hombre.
La canonización de la Hermana
Faustina Kowalska el 30 de abril de 2000 en
Roma fue de una especial
elocuencia, porque por medio de este acto Juan Pablo II
transmitió el mensaje de la
misericordia a todo el mundo como un puente que une el
segundo milenio del cristianismo
con el nuevo siglo. Recordó a su vez que la
misericordia de Dios es una
oportunidad especial para el renacimiento de toda la
humanidad: “La humanidad no
encontrará la paz hasta que no se dirija a la Divina
Misericordia” (Diario). El
mensaje de la Misericordia permite interpretar de nuevo el
Evangelio sobre la Misericordia
de Dios, en cuya luz el hombre no sólo recibe y
experimenta la misericordia de
Dios, sino que está llamado a “usar misericordia” con
los demás (DM 14).
Juan Pablo II proclamó el Segundo
Domingo de Pascua, el “Domingo de la
Misericordia”, poniendo de
relieve que la misericordia es una oportunidad para conocer
el “Verdadero rostro de Dios y
del hombre” (Homilía de la canonización, 5). El
mensaje de la misericordia
recuerda a su vez al mundo la dignidad y el valor de cada
hombre, por el cual Cristo
entregó su vida.
Durante la canonización de la
Hermana Santa Faustina Kowalska Juan Pablo II
subrayó de forma clara que el
mensaje de la misericordia, proclamado incesantemente
por la Iglesia, y recordado
gracias a las apariciones a Santa Faustina, se convierte hoy
en una parte de la experiencia
del hombre perdido en medio de diferentes ideologías y
corrientes de pensamientos en el
cambio del siglo XX y XXI. En el misterio de la
Divina Misericordia el cristiano
encuentra el rostro verdadero de Dios, cercano al
hombre, y el rostro verdadero del
hombre que necesita la misericordia y disponible para
practicarla1. El Santo Padre
volvió a este pensamiento muchas veces cuando polemizó
con la “teología de la muerte de
Dios”, o también cuando demostró los errores de los
totalitarismos contemporáneos que
intentan eliminar a Dios de la historia humana.
Consagración del
mundo a la Divina Misericordia
Durante la Consagración de la
Basílica de la Divina Misericordia en Cracovia el
17 de agosto de 2002 Juan Pablo
II una vez más recalcó que el mundo contemporáneo
necesita la Divina Misericordia,
así como encomendó a la iglesia la tarea de acercar al
mundo el misterio de la Divina
Misericordia: “Por eso hoy, en este santuario, quiero
consagrar solemnemente el mundo a
la Misericordia divina. Lo hago con el deseo
ardiente de que el mensaje del
amor misericordioso de Dios, proclamado aquí a través
de santa Faustina, llegue a todos
los habitantes de la tierra y llene su corazón de
esperanza. Que este mensaje se
difunda desde este lugar a toda nuestra amada patria y al
mundo. Ojalá se cumpla la firme
promesa del Señor Jesús: de aquí debe salir “la chispa
que preparará al mundo para su
última venida” (cf. Diario, 1732, ed. it; P. 568). Es
preciso encender esta chispa de
la gracia de Dios. Es preciso transmitir al mundo este
fuego de la misericordia. En la
misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el
hombre, la felicidad. Os
encomiendo esta tarea a vosotros, amadísimos hermanos y
hermanas, a la Iglesia que está
en Cracovia y en Polonia, y a todos los devotos de la
Misericordia divina que vengan de
Polonia y del mundo entero” 2
El tema de la Divina Misericordia
surgió de nuevo en la enseñanza de Juan
Pablo II en la Carta Apostólica Novo
millennio ineunte, publicada en el umbral del
Tercer Milenio del cristianismo
(6. I. 2001), como “imaginación de la caridad”. El Papa
escribió sobre la imaginación de
la caridad en el contexto de la Europa que se unificaba.
Esta cuestión se convirtió en
objetivo de la reflexión del Sínodo de los Obispos en
octubre de 1999, que preparó el
Gran Jubileo del año 2000. El fruto de los debates
sinodales fue la Exhortación
Apostólica Ecclesia in Europa (28. VI 2003). Este tema
parece sugerir unos argumentos de
pensamiento, que abarcan toda la enseñanza del
Santo Padre cuyo nexo es la
verdad sobre la misericordia de Dios.
El emprendimiento de la cuestión
de la Divina Misericordia en la enseñanza de
Juan Pablo II exige la
presentación del problema del misterio de Dios que se revela en el
Antiguo y en el Nuevo Testamento
en su esencia como misericordioso. El Papa ofrece
una interpretación muy original
de Dios, quien se revela como Padre de misericordia en
toda la Historia de la Salvación.
El misterio de la misericordia permite al hombre
comprenderse a sí mismo y
realizar su vocación. Al mismo tiempo le hace consciente de
que necesita incesantemente la
misericordia y de que es capaz de practicarla con el
prójimo. Tales suposiciones del
Papa Juan Pablo II dirigen nuestra atención al misterio
de Dios que revela su
misericordia en el Antiguo testamento, así como a Cristo que es la
plenitud de la revelación de la
misericordia del Padre en la Nueva Alianza, y a los
modos de realización de la
misericordia por los discípulos de Cristo.
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