La filosofía contemporánea
del hombre, que en análisis penetrantes ha sacado a la luz toda la realidad
trascendente de la persona, ha elaborado una visión personalista de la muerte.
Está claro, por la experiencia que tiene, que es un postulado precioso. La tradición
cristiana encuentra en esa visión el fundamento para expresar, en categorías más próximas a la mentalidad contemporánea,
la verdad revelada acerca del Encuentro con el Dios vivo, al que el hombre
que muere está preparado en la medida de su participación en la vida divina, es
decir en la gracia santificante. La trascendencia
propia de la persona humana en lo que se refiere a la verdad (pensamiento) y al
bien (voluntad) alcanza las dimensiones, abiertas al hombre, del Absoluto, y al
mismo tiempo se raeliza a través del encuentro con el «Tu» divino. La revelación
divina nos perite esperar y creer que la trascendencia propia del ser humano no
está suspendida por el aislamiento ultimo de la existencia; es decir que aquella
está profundamente enlazada con la tendencia de la persona hacia otras personas,
con la llamada, radicada en el hombre por el Creador: a la comunidad, a la
vida, en la unidad y en la comunión: in communione
personarum.
El cristianismo no profesa
la verdad sobre la inmortalidad del alma bajo la forma de un existir abstracto
en el mundo de las ideas puras, sino bajo
la forma de verdad sobre el reino de Dios como realización ultima del
hombre-persona en la unión beatísima con Dios «en la visión beatifica» , y al
mismo tiempo en la plena realización de la comunión de personas creadas,
denominada communio sanctorum. La realidad escatológica brota de las raíces
que el Creador ha puesto en la naturaleza del hombre. En ella encuentra el
hombre la realización de su tendencia insaciable a la verdad y al bien que responde
a la trascendencia de la persona; encuentra, igualmente, la realización de la
necesidad de comunión (communio), a través
de la cual las personas participan en el Amor y ralizan el amor como forma de
reciproca referencia y unión en la comunidad.
Al mismo tiempo, el
crecer de la Realización definitiva de toda la obra de la Creación sucede no por
derecho de la Naturaleza, sino debido a la fuerza de la Gracia. Es fruto de la acción
atractiva y transformadora del mismo Dios, acción que llena toda la economía de
la salvación. En el centro de esa economía se encuentran la Cruz y la Resurrección
de Cristo.
(de Karol Wojtyla: EL
HOMBRE Y SU DESTINO, Trilogía inédita, Biblioteca Palabra, Madrid) Original
publicado en italiano por Librería Editrice Vaticana, 1998.
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