Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 10 de enero de 2019

Y tu quién crees que soy? Papandreou Damaskinos (2 de 2) (de Tertium Millenium)

Así que a menos que tomemos la inseparable unidad de la divinidad y humanidad de Cristo como el punto de partida, la Iglesia es considerada como una organización sociológica o humana,  o institución, o quizás aun como una sociedad separada de los problemas de este mundo, basada en verdades parciales elegidas, las cuales mas o menos conscientemente, se consideran absolutas.
En la situación concreta de hoy si somos fieles a la imagen revelada de Cristo  comprenderemos nuestra relación con Dios tanto vertical como horizontal.
Vertical: el intercambio de amor entre criatura y Creador se realiza al mismo tiempo desde la base a la cima y desde la cima a la base.  Es así como se considera la relación del hombre con Dios.

Horizontal: se refiere a la relación del hombre con hermanos y hermanas. En ellos, el ama a Dios y le sirve a Dios a quien no ve. El no ve a sus hermanos y hermanas tan solo en relación a su vocación eterna, sino también en la perspectiva de su situación concreta en el presente.

El peligro de la verticalidad radica en que olvidemos a nuestros hermanos y hermanas mientras confiamos totalmente en Dios. Y el de la horizontalidad que olvidemos a Dios con la excusa de servir a nuestro prójimo.

El mayor peligro que debemos mencionar aquí es que trabajando en el mundo,   las Iglesias pueden llegar a secularizarse. La Iglesia debe seguir siendo Iglesia, aun cuando se asocia a los pobres, los oprimidos y los hambrientos. Al hacerlo asi, debe predicar el Cristo completo y total a la gente en su tiempo, proclamar tan solo a Él y su redención.

 Es verdad que Jesus es testigo del amor y la presencia tan especial entre los marginados en la sociedad, los enfermos y los pobres, los débiles y los culpables. La Iglesia de hecho se asocia con aquellos que tienen todo en contra y quiere estar con los débiles y los privados de sus derechos. Pero esto no significa que uno deba identificar a Dios con los oprimidos, el mensaje de los Evangelios con el triunfo de la violencia y la injusticia. La Justicia nunca debe ser confundida con la justificación: la liberación política y la victoria sobre la pobreza no pueden estar al mismo nivel que la redención.  

Por otro lado Berdiaev dice que el tema de “el pan nuestro” es un tema material, mientras el tema del pan de nuestro prójimo es una cuestión espiritual. Sin dudas hay algo de verdad en esto.  Aquellos que no se comprometen espontáneamente en ayudar a los demás en sus sufrimientos concretos pueden ser considerados culpables de herejía como aquellos que niegan una u otra verdad de fe.

Que la humanidad tenga suficiente pan para vivir dependerá del hecho que la suficiente cantidad de personas comprenda que no solo de pan vive el hombre. En este sentido seria erróneo enfrentar lo “vertical” con lo “horizontal”. Cada dimensión de fe forma un todo con las demás. No existe separación clara entre la historia de la salvación y la historia del mundo. A propósito de esto, va por descontado que la Iglesia no es un medico inmunizador en la cabecera de una sociedad enferma. Vivimos en una sociedad, y con ella, podemos enfermar, esforzarnos y perder la esperanza.
 Sin embargo no es fácil preservar el equilibrio entre estas dos tendencias diversas, entre la horizontal y la vertical, entre la humanidad de Dios y la adopción de Dios por el hombre. Nuestra generación ha conocido estos “buenos Cristianos” cuyo ideal ha sido escapar del mundo, aunque ellos vivieron una vida confortable.  Hoy experimentamos una tentación opuesta. EN su deseo de dedicarse enteramente al servicio de los demás, muchos cristianos pierden de vista la trascendencia de Dios y asi al final solo en su inmanencia en el hombre, o solo esa humanidad común.

Esta tendencia es a menudo acompañada por una orientación teológica unilateral. Para el bien de la humanidad y el mundo, debemos permanecer teológicamente cerca de la profesión de fe de Pedro: “Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”, que considera al mismo tiempo a Dios y al hombre sin confundirlos.

«Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo», la memoria de dos mil años en la historia de la Cristiandad define en mayor o menor medida su responsabilidad también en vísperas del tercer milenio. En el primer milenio, la Iglesia cristiana asocia la paz del mundo Romano “pax romana” con la paz del cielo, fundamentada en el misterio de la encarnación de Cristo, como una “reconciliación” de la humanidad con Dios y como una nueva revelación del hombre con su prójimo en el contexto del humanismo teocéntrico de la Iglesia. Durante el segundo milenio los Cristianos de Oriente y Occidente  han tratado de extender su contribución al humanismo teocéntrico de la Iglesia a través de reflexiones teológicas (la teología escolástica de Occidente) y a través de la emancipación de su propia vida espiritual frente a frente con la experiencia espiritual de la Iglesia – que es “el Cuerpo de Cristo” perpetuado en el tiempo y la historia – descubriendo un humanismo antropocéntrico para la vida de la humanidad y del mundo.
Repasando la historia espiritual de los dos primeros milenios esquemáticamente se presenta la pregunta acerca de que clase de humanismo caracterizará el tercer milenio.   Los cristianos están volviendo a las fuentes que han irrigado su identidad espiritual durante dos milenios y le han dado respuestas creíbles a su angustia existencial. Esta  memoria les recuerda al mismo tiempo la confianza de Dios hacia el hombre y la del hombre a Dios con todos los elementos de las consecuencias que estos dos movimientos han tenido  en la identidad del hombre a través de las condiciones cambiantes de cada era. La Iglesia de Cristo trabaja a través del tiempo como una memoria que garantiza la continuidad y el equilibro entre cuestiones cíclicas y las peticiones de los cristianos. Para ello ella permanece – o al menos debería permanecer – alerta para lograr comprender el mensaje de los tiempos.
  
En el umbral del tercer mileno, somos consientes del hecho que, queriendo hacer su propia interpretación de la identidad y su misión en el mundo, los hombres y mujeres modernos han acumulado muchos problemas en la humanidad que las personas ahora son incapaces de asimilar o manejar para el interes de la humanidad. Su clamor por basar la paz social de las gentes en la necesidad de la muerte de Dios, en la práctica, es vista no solo como una quimera , o peor aun una pesadilla que desafía la ansiedad espiritual del hombre.
  
Las penosas consecuencias de las recientes e inesperadas consecuencias ocasionadas por las quimeras ideológicas han demostrado que el hombre no puede saciar su sed soñando estar cerca de un manantial.  La sed y el hambre espiritual del hombre, causadas por los bloqueos de nuestra era están confirmadas a través de la instintiva y recurrente búsqueda de fuentes  de espiritualidad diacrónica, a pesar del hecho que la Iglesia no se halla aun lista para encontrar soluciones a estos puntos muertos que el hombre moderno debe enfrentar. No obstante, ella tiene el deber de ocuparse del hombre y la mujer modernos con todos sus problemas, encomendarlos a la Mesa del Señor donde está encarnado el realismo social de la Iglesia y se ofrece el “pan de vida! Y el “antídoto contra la muerte”.  Es solo ante el altar del Señor que la muerte se convierte en fuente de vida para alimento espiritual del hombre y para que el mundo pueda vivir. Esta humanidad cristocentrica es la tarea de la Iglesia y la esperanza del mundo para el tercer milenio.

(Papandreou Damaskinos  Metropolitamo Greco Ortodoxo de Suiza y secretario de la Secretaria para la preparación del Gran Concilio Ortodoxo de Iglesias. En su rol esta en permanente y regular contacto con todas las Iglesias Ortodoxas. Fundador y Director del Centro Ortodoxo en Chambesy.)

No hay comentarios: