Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 4 de enero de 2019

Y tu quién crees que soy? Papandreou Damaskinos (1 de 2)




«Tu eres Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16) es la respuesta que Simón Pedro da a la pregunta que Jesus le plantea a sus discípulos: «Quien dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» (16,13). Esta es la primera profesión de fe que encontramos en el Nuevo Testamento y es la “roca”, el fundamento sobre el cual está construida su Iglesia. «Cristo es el Hijo del Dios vivo». El es la verdad que nos salva.

Que significa esto? Dios se hace hombre porque el hombre, como portador de las energías no creadas de Dios vive en unión con El. Este evento dinámico renueva toda la creación: Dios se hace hombre para hacerse cargo de las consecuencias del pecado original – sufrimiento y muerte: «aquello que no puede ser asumido, no puede ser salvado».

Toda la humanidad comparte, por así decirlo, orgánicamente en la naturaleza humana de Dios (Logos) encarnado. Aquellos que han sido redimidos se convierten en hijos,  no como Cristo «en naturaleza y verdad» (como dice Atanasio el Grande)  sino por disposición y gracia divina, a través de la participación en su espíritu y por imitación.» De esta manera el Padre realizo la salvación de todo el mundo en su Hijo y creó una relación entre todas las cosas.

Que significa esto?

 Quiere decir que todos los hombres y mujeres pueden llegar a ser hijos de Dios  por el poder del Espíritu. Son hijos de Dios guiados por el Espíritu de Dios. «Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: !!Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (RM 8,14-17).  Todas las personas, sin distinción de sexo, edad, clase, raza, opinión política o valor moral se convierten en miembros de la nueva familia de Dios por medio del Bautismo. Por el Bautismo los Cristianos comparten la labor redentora de Cristo, cooperan en su acción. El agua de la nueva creación que es el Bautismo consagra su transformación y es a través del Bautismo que comienzan a compartir en la vida de Dios-hombre y a trabajar con El para el bien de la humanidad. Ellos rezan incesantemente “que venga tu reino”.  Pues este reino une a toda la humanidad por su esencia y naturaleza. Esta familia, este “Cuerpo de Cristo” se llama Iglesia. Esta Iglesia que conformamos como miembros de este cuerpo no existe por si misma,  para afirmarse ella misma – sino para el mundo.

Y es precisamente porque la Iglesia representa el Cuerpo de El que “a través de su humanidad se hizo uno de nosotros”  y comparte en la vida de la Iglesia y la Historia, la Iglesia no existe a menos que sea la encarnación del Señor en el mundo y en la historia. Ella tiene una relación orgánica con el mundo. Esta relación es a su vez vivida en la Eucaristía.
La Eucaristía es el evento sacramental en el cual se celebra la comunidad renovada con Dios y completada por el poder del Espiritu Santo.  El hombre es colocado en esta comunidad y creado para ella. Si perdiera esta comunidad, la misma relación con sus hermanos y su entorno se quebraría en confusión., «Es en Jesucristo  que Dios renueva la comunidad en su dimensión dual (….) Nuestro compartir la mesa del Señor  fortalece indisolublemente en Jesucristo nuestra comunión con Dios y nuestros prójimos. La Eucaristía es el signo escatológico de salvación universal.»
  
En el centro de esta comunidad está el Dios-hombre, la humanidad divina de Jesus, la visión del “hombre nuevo”, la “nueva sociedad” que se caracteriza por dos movimientos que se cruzan indisolublemente, del altar hacia el mundo y del mundo hacia el altar: contemplación y acción, el servicio del hombre y el servicio de Dios, liturgia y diaconado espiritual y temporal.  Si partimos de Cristo, la salvación del mundo,  no hay diferencia entre servicio de desarrollo y servicios de reconciliación.  Es por eso que nuestra misión posee una vasta dimensión diaconal. Esta dimensión también comienza por partes iguales en la acción  total de Cristo quien “anduvo  enseñando, predicando y curando” (Mt5 9,35) y del total de la existencia humana.

«Tu eres Cristo, el Hijo del Dios vivo». Cristo, la fuente que renueva nuestra acción es «la misma ayer y hoy y siempre» (Heb 13,8)  Cualquier desviación grave en comprender la humanidad y la divinidad del Hijo en la persona misma del Dios-hombre tendría consecuencias para hombres y mujeres, en la Iglesia, por su comprensión de salvación. Para todos los propósitos practicos, esto ocure cuando una u otra verdad parcial es tomada dela profesión de fe y esta es la única verdad uno quiere escuchar. Como ejemplo de esta verdad parcial podriaser queel hombre oprimido por la pobreza y sufrimiento se ate exclusivametne a la naturaleza humana de Jesus de Nazaret en su sufrimiento mientras la inefable naturaleza de Dios «desaparece de su vision» (Lk 24,31b). Por lo tanto  no pensar en Jesus solamente como hombre.

Y esto sobreviene instintivamente si consideramos la divinidad de Cristo como tal, con el resultado que determina nuestra existencia humana y nuestra relación con el mundo.  Todo lo que se refiere a nosotros no debería ser sobreestimado y considerado como un absoluto, a menos que caigamos en este falso dilema: naturaleza humana o Naturaleza divina, humanismo o teocracia, cruz de resurrección. No podemos establecer estas verdades una contra otra, y de tal manera separarlas. Una se encuentra contenida en la otra.  La comprensión de la Iglesia también debe partir de Cristo. Ella es su “cuerpo”, La humanidad divina de Cristo determina la forma de la Iglesia, su existencia, su estructura. (Christus totus in capite et corpore).

(Jubileo 2000, Tertium Milenium, "Y tu quien crees", Papadreou Damaskinos)

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