Juan
Pablo II dirigía muy a menudo su mirada al este de Europa y a las iglesias
orientales; las miraba con preocupación, pero también con esperanza.
Percibía la cristiandad oriental no como la alternativa a Roma, sino como su complemento,
“el segundo pulmón”.
Tenia esa preocupación por los católicos romanos que seguían sobre el terreno de la Unión Soviética mucho antes de ser Papa. Basta mencionar que recibió su ordenación de obispo del arzobispo Eugeniusz Baziak, el metropolitano de Leópolis que vivía en Cracovia desde los años 50 del siglo XX. El arzobispo Baziak, separado por una frontera política de su propia sede episcopal después de la guerra, se siguió preocupando por su diócesis hasta el fin de su vida. “¿No fue una gran tragedia lo que ocurrió como resultado de las decisiones de Yalta? ¿No fue una gran tragedia para el Pastor que tuvo que dejar la capital antigua de los metropolitanos latinos, la honrada catedral de Leópolis y tantas iglesias increíbles de esa ciudad y la diócesis entera?” así hablo sobre su vida dijoPablo II en Lubaczów en el año 1991.
El Papa de Este
El
hecho que un Polaco hubiera sido escogido para ser el Papa fue comentado como
algo sin precedentes, tanto por el Oeste como por el Este, éstos últimos llenos de la esperanza. Los Polacos veían en él la mano de la
Providencia “Este papa es un verdadero regalo de los Cielos” Pero en los
círculos de los líderes del campo comunista se sabe que causó gran preocupación y abundaban los
temores acerca de posibles consecuencias
políticas para todo el bloque.
Es muy bien conocido el gesto de Juan Pablo II hacia el primado Stefan Wyszyński durante la misa de inauguración del pontificado el 22 de octubre de 1978: Juan Pablo II no le dejó arrodillarse, pero él mismo besó las manos del primado. De la misma manera trató el Papa al cardenal Josyf Slipyj, el líder de la Iglesia greco-católica de Ucrania. Ese gesto fue una expresión del reconocimiento no solo de la vida del mismo jerarca, que había pasado 18 años de su vida en un gulag, sino también de la Iglesia gobernada por él.
Las
raíces de esta Iglesia llegan a la Unión de Brest adoptada en la Primera
República Polaca en el año 1596, gracias a la cual los habitantes cristianos
ortodoxos del país aceptaron la soberanía del papado, al mismo tiempo
conservando la liturgia oriental. La Iglesia ortodoxa de Moscú,en cambio, lo consideró un acto hostil y no ha cambiado su actitud .. En
el siglo XIX, durante las particiones de Polonia, esa Iglesia fue liquidada y
perseguida en la partición rusa y, hasta la II Guerra Mundial, sobrevivió
solamente en los terrenos de la Ucrania occidental de hoy. Tampoco podría
funcionar en la Unión Soviética - después del encarcelamiento de los jerarcas y
una “reunión” con la Iglesia ortodoxa en los años 40. del siglo XX, la entera
actividad pastoral de la Iglesia greco-católica debió permanecer oculta.
Cabe
mencionar que aunque en Polonia no tuvo lugar una deslegalización completa del
catolicismo ortodoxo, como lo fue en la Unión Soviética, resultado de la acción
“Wisła” ejecutada en el año 1947, la
Iglesia quedó desorganizada y sin
jerarquía. En ese tiempo el primado Stefan Wyszyński recibió del Vaticano potestades especiales para cuidar a los
greco-católicos en Polonia, lo que, a la luz de su colaboración y amistad con
el futuro Papa, influyó en la actitud de Juan Pablo II hacia la Iglesia
perseguida.
Justamente antes de la peregrinación a Polonia, en marzo de 1979, Wojtyła mandó al cardenal Slipyj una carta histórica en la cual delineaba un programa de preparaciones para el milenio del bautismo de Rus. Interpretó el evento de la Unión de Brest como uno de los muchos intentos de reconciliación ecuménica con la Iglesia ortodoxa y no, como lo interpretan los patriarcas de Moscú, una invasión de Roma a un territorio canónico no suyo.
Fuente: JPII online
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