La llamada de Fátima y el
viento de la renovación
El
13 de mayo de 1981 tuvo lugar el intento de asesinato de Juan Pablo II. El
gravemente herido Papa fue al hospital y su vida estaba en grave peligro. El
hecho que sobrevivió atribuyó a la Virgen María y vinculó con las apariciones
en Fátima - especialmente desde cuando conoció el contenido del tercero
misterio, que hablaba sobre un asesinato de “un obisbo vestido de blanco”.
Dijo: «Gracias a la Virgen María, de nuevo me fue regalada mi vida. Entendí que
la única manera de salvar al mundo de guerra, salvar del ateísmo, es la
conversión de Rusia en consecuencia con el mensaje de Fátima». Eso fue una
referencia a la llamada a una bendición de Rusia expresada en las apariciones
de Fátima, que los papas anteriores nunca habían cumplido completamente.
Finalmente, en 1984, este evento tuvo lugar según el deseo de Fátima - junto
con los obispos de todo el mundo. Cuatro años más tarde la Unión Soviética
formalmente rechazó el ateísmo como el principio nacional y empezó a restaurar
la libertad religiosa.
El viento de la renovación
En
la segunda mitad de los años 80. la entera división política vieja temblaba en
sus fundamentos. Mijaíl Gorbachov, elegido en 1985 por el puesto de secretario
general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, empezó
la política de reformaseconómicas y políticas y de calentamiento en las
relaciones con el Oeste. El 1 de diciembre de 1989, cuando el sistema comunista
en Polonia lanzaba ya su último aliento y en Berlín acababa de caer el muro,
que hasta ese momento simbólicamente dividía el mundo, Mijaíl Gorbachov tuvo un
encuentro oficial con Juan Pablo II en el Vaticano. Hablaban, entre otras
cosas, sobre mantener la paz en Europa y ampliación de la zona de libertad en
la URSS. Los medios notaron un momento significativo de ese encuentro, cuando
Gorbachov se dirigió a su esposa: «Raísa, te presento Su Santidad, Juan Pablo
II, que es la autoridad moral más alta del mundo y, además - como nosotros - es
un eslavo».
Los
cambios y, luego, la caída del sistema, la disolución de la Unión Soviética y
la devolución de las libertades civiles en los países anteriormente soviéticos
daron una gran esperanza en el Vaticano para un renacimiento religioso en los
terrenos que hasta aquel tiempo habían sido hechos estériles por la política de
ateización intencional.
La
introducción de la libertad religiosa en la URSS abrió la puerta para la
reconstrucción de las estructuras de la Iglesia. Ya en abril de 1991 fueron
creadas unas administraciones apostólicas católicas en Rusia que en 2002 se
convirtieron en la estructura diocesana normal. En un tiempo similar fueron
también creadas las estructuras en las otras partes de la Unión Soviética. Pero
hasta hoy (salvo la tradicionalmente católica Lituania) son unas comunidades
pequeñas, a las cuales pertenecen mayormente los descendientes de minorías
nacionales.
Ya
en 1988 empezó el proceso de la reconstrucción de la Iglesia greco-católica
ucraniana, que, desde aquel momento, funcionaba legalmente. Gracias a la
resistencia floreciente a pesar de las represiones, la jerarquía y las
instituciones de esta comunidad de muchos millones fueron reconstruidas
rápidamente. Al mismo tiempo también reanimaron otras Iglesias católicas de
rito bizantino, como el bielorruso, ruso y ruteno (que funciona principalmente
en Cárpato-Rutenia). Durante la existencia de la Unión Soviética, su
funcionamiento básicamente se limitaba solo a los entornos emigratorios y,
después de su caída, finalmente pudieron funcionar con principios normales.
Pero, hasta hoy, no son unas comunidades grandes.
El peregrino en el Este
Además
de construcción de instituciones y creación o recreación de jerarquía, el Papa
quería visitar los países del Este cristiano. Durante la peregrinación a Polonia
en 1991 expresó este deseo visitando p.ej. Przemyśl, que, en este tiempo,
todavía estaba en la diócesis que era un trozo de la anterior metrópolis de
Leópolis. Se dirigió también a los jóvenes de la Unión Soviética, que habían
llegado en grandes cantidades a la Jornada Mundial de la Juventud en Częstochowa
en agosto de ese año. Poco después de la caída de la Unión Soviética, visitó
los países bálticos, incluso la Lituania católica. En 1999, fue a Rumania
después de ser invitado por el patriarca ortodoxo y, durante su siguiente
peregrinación a Polonia (en el mismo año), beatificó a los Mártires de
Pratulin. Finalmente, en 2001, tuvo lugar la peregrinación a Ucrania (y también
a Kazajistán y Armenia) - la única realmente grande comunidad greco-católica.
Pero Juan Pablo II, a pesar de su gran deseo, nunca visitó Rusia. Una invitación así fue mandada a él en 1988, para la ocasión de las celebraciones del Milenio del Bautismo de Rus. El Papa rechazó la invitación, dando la condición que la Iglesia greco-católica sea legalizada de nuevo. Borís Yeltsin, el presidente de Rusia en los años 90. le invitó luego una vez más. Esa vez Juan Pablo II no aceptó la invitación porque esperaba que le invitara la jerarquía ortodoxa. Pero la jerarquía parecía reacia, aún en los años cuando el diálogo parecía ir en la buena dirección. Esa actitud venía de la oposición al soporte del Vaticano a las Iglesias greco-católicas y el establecimiento de la administración católica en Rusia. Eso fue consecuentemente recibido por la Iglesia ortodoxa como una ofensa, en vez de como la realización de la libertad religiosa o una prueba de regulación del estado de hecho y, finalmente, eso llevó a la ruptura completa del diálogo ecumenico. El Papa hasta el fin de su vida intentaba mejorar las relaciones, pero no logró amortiguar la actitud ortodoxa incluso por unos gestos simbólicos de la buena voluntad, como por ejemplo la devolución de la copia del icono de la Nuestra Señora de Kazán a la Iglesia ortodoxa de Rusia en 2004. Y a pesar del hecho que, después de la muerte de Juan Pablo II, el diálogo ecumenico fue renovado, los siguientes papas todavía no lograron cumplir su sueño de la peregrinación a Rusia.
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