“… Son tres los momentos clave en la historia de este joven, con el que cada uno de nosotros, en cierto sentido, nos identificamos cuando cedemos ante la tentación y caemos en el pecado.
El primer momento es el alejamiento. Nos alejamos de Dios, como ese hijo de su padre, cuando, olvidando que Dios nos ha dado como una tarea los bienes y los talentos que poseemos, los dilapidamos con gran ligereza. El pecado es siempre un despilfarro de nuestra humanidad, despilfarro de valores muy preciosos, como la dignidad de la persona y la herencia de la gracia divina.
El segundo momento es el proceso de conversión. El hombre, que con el pecado se ha alejado voluntariamente de la casa paterna, al comprobar lo que ha perdido, madura el paso decisivo de volver en sí: «Me levantaré e iré a mi padre» (Lc 15, 18). La certeza de que Dios «es bueno y me ama» es más fuerte que la vergüenza y que el desaliento: ilumina con una luz nueva el sentido de la culpa y de la propia indignidad.
Por último, el tercer momento es el regreso. Para el padre el hecho más importante es que ha recuperado a su hijo. El abrazo entre el padre y el hijo pródigo se convierte en la fiesta del perdón y de la alegría. Es conmovedora esta escena evangélica, que manifiesta con numerosos detalles la actitud del Padre celestial, «rico en misericordia» (Ef 2, 4).”
El primer momento es el alejamiento. Nos alejamos de Dios, como ese hijo de su padre, cuando, olvidando que Dios nos ha dado como una tarea los bienes y los talentos que poseemos, los dilapidamos con gran ligereza. El pecado es siempre un despilfarro de nuestra humanidad, despilfarro de valores muy preciosos, como la dignidad de la persona y la herencia de la gracia divina.
El segundo momento es el proceso de conversión. El hombre, que con el pecado se ha alejado voluntariamente de la casa paterna, al comprobar lo que ha perdido, madura el paso decisivo de volver en sí: «Me levantaré e iré a mi padre» (Lc 15, 18). La certeza de que Dios «es bueno y me ama» es más fuerte que la vergüenza y que el desaliento: ilumina con una luz nueva el sentido de la culpa y de la propia indignidad.
Por último, el tercer momento es el regreso. Para el padre el hecho más importante es que ha recuperado a su hijo. El abrazo entre el padre y el hijo pródigo se convierte en la fiesta del perdón y de la alegría. Es conmovedora esta escena evangélica, que manifiesta con numerosos detalles la actitud del Padre celestial, «rico en misericordia» (Ef 2, 4).”
2 comentarios:
me encanta este libro :)
Gracias amiga!
"Este libro?" algunos posts son muy largos no?
Pues ahora se viene otro mas largo que publicare en etapas relacionado con el Mysterium, extenso pero seguro que te va a gustar.
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