Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 27 de marzo de 2024

Quien ama ha conocido a Dios, porque Dios es Amor

 


La conversión está orientada a la práctica del mandamiento del amor.. es particularmente oportuno poner de relieve la virtud teologal de la caridad, según la indicación de la carta apostólica Tertio millennio adveniente (cf. n. 50).

El apóstol san Juan recomienda: «Queridos hermanos: amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor» (1 Jn 4, 7-8).

Estas palabras sublimes, al tiempo que nos revelan la esencia misma de Dios como misterio de caridad infinita, ponen también las bases en que se apoya la ética cristiana, concentrada totalmente en el mandato del amor. El hombre está llamado a amar a Dios con una entrega total y a tratar a sus hermanos con una actitud de amor inspirado en el amor mismo de Dios. Convertirse significa convertirse al amor.

(…)

El Dios que ama es un Dios que no permanece alejado, sino que interviene en la historia….. Es un amor que asume rasgos de una inmensa ternura (cf. Os 11, 8 ss; Jr 31, 20); normalmente utiliza la imagen paterna, pero a veces se expresa también con la metáfora nupcial: «Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y en compasión» (Os 2, 21; cf. 18-25).

(…)

El amor nos hace entrar plenamente en la vida filial de Jesús, convirtiéndonos en hijos en el Hijo: «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues lo somos. El mundo no nos conoce porque no le conoció a él» (1 Jn 3, 1). El amor transforma la vida e ilumina también nuestro conocimiento de Dios, hasta alcanzar el conocimiento perfecto del que habla san Pablo: «Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido» (1 Co 13, 12).

Es preciso subrayar la relación que existe entre conocimiento y amor. La conversión íntima que el cristianismo propone es una auténtica experiencia de Dios, en el sentido indicado por Jesús, durante la última cena, en la oración sacerdotal: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17, 3). Ciertamente, el conocimiento de Dios tiene también una dimensión de orden intelectual (cf. Rm 1, 19-20). Pero la experiencia viva del Padre y del Hijo se realiza en el amor, es decir, en último término, en el Espíritu Santo, puesto que «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rm 5, 5).  …El corazón nuevo, que ama y conoce, late en sintonía con Dios, que ama con un amor perenne.

(de laAudiencia de Juan Pablo II 6 de octubre de 1999)


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