Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 14 de marzo de 2024

Juan Pablo II recordando a Pablo VI y la transformación de la Iglesia

 


Como se acercaba la fecha del aniversario del fallecimiento de su amigo Pablo VI fallecido el 6 de agosto, fecha en que se celebra la solemnidad de la Transfiguración del Señor en el Monte Tabor, Juan Pablo II dedicó dos Audiencias Generales (18 de agosto de 1979) a reflexionar sobre diferentes momentos de su pontificado y su magisterio. Recordamos que Giovanni Battista (Enrico Antono Maria) Montini,  el “arzobispo de los obreros” fue  creado cardenal por Juan XXIII y  elegido Papa el 21 de junio de 1963,  heredando la magna tarea de continuar y concluir el Concilio Vaticano II.  Su relación con Polonia tuvo comienzo cuando en 1923 fué enviado a Varsovia a la Nunciatura, pero debido a su delicado estado de salud, que el crudo invierno polaco no favorecía, debió retornar a Roma,  comenzando allí su carrera diplomática al servicio de la Santa Sede. Su primer encuentro con Karol Wojtyla fue cuando Montini aún  cardenal recibia el pedido de Karol Wojtyla por el obsequio de campanas para su iglesia San Florián.  Ya como Sumo Pontífice Pablo VI tuvo  intención de regresar a Polonia para las ceremonias del milenio en Jasna Gora, el 3 de mayo de 1966, pero las autoridades de entonces no se lo permitieron, hecho que Juan Pablo II citó en su visita al Santuario de Jasna Gora el 4 de junio de 1997 )

En la Audiencia del 1 de agosto de 1979  Juan Pablo II  recordaba a Pablo VI asi: “Se acerca el primer aniversario de la muerte del Papa Pablo VI. Dios lo llamó junto a Sí el 6 de agosto del año pasado, fecha en que, cada año, se celebra la solemnidad de la Transfiguración del Señor. Esta solemnidad, bella y rica de contenido, fue la última jornada del Papa Pablo VI sobre la tierra, el día de su muerte, el día de su tránsito desde la vida de aquí abajo a la eternidad. "La vida no se quita, sino que se transforma"; así rezamos en el Prefacio de la Misa de Difuntos. En efecto, el día mismo de la muerte de aquel gran Papa, día de la Transfiguración, se ha hecho signo elocuente de esta verdad.

Y aprovechaba el momento para recordar su primera Encíclica  Ecclesiam suam sobre el “Mandato” de la Iglesia en el mundo contemporáneo …. proclamando el Credo del Pueblo de Dios,  y la Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, acerca de la evangelización en el mundo contemporáneo, Siguiendo el ejemplo del Apóstol Pablo, consideraba el anuncio del Evangelio como su primer deber y como su más grande gozo. Estas catequesis papales llegaron a ser alimento sustancioso para toda la Iglesia…”

Y en la audiencia del 8 de agosto Juan Pablo II subrayaba  que “ni el discurso anterior ni el de hoy podrán agotar la riqueza multiforme de su pontificado y de su personalidad. Lo que pretendemos poner de relieve hoy  - lo resaltaba nuevamente - es la maravillosa convergencia del día de la muerte con el carisma de la vida de Pablo VI. He intentado desarrollar este pensamiento la semana pasada, concentrándome sobre todo en el hecho importante de la transformación de la Iglesia —transformación que ha promovido la interpretación de los signos de los tiempos hecha por el Concilio Vaticano II—. Juan XXIII solía definir esta transformación: aggiornamento (puesta al día). Sin embargo, a ese gran proceso al que "el Papa de la bondad" dio sólo comienzo, el Papa Pablo VI dedicó todo su difícil pontificado de quince años” y su continuo bregar por la paz, la justicia y la dignidad humana.  "La verdadera paz —recordaba él, por ejemplo, en la Jornada de la Paz de 1971— debe fundarse en la justicia, en la idea de la intangible dignidad humana, en el reconocimiento de una igualdad indeleble y feliz entre los hombres, en el dogma fundamental de la fraternidad humana; esto es, en el respeto, en el amor debido a todo hombre, por el solo hecho de ser hombre. Irrumpe aquí la palabra victoriosa: por ser hermano. Hermano mío, hermano nuestro" (Il volto della pace, núm. 172; Pablo VI: Todos recordamos sus palabras: "...si el desarrollo es el nuevo nombre de la paz, ¿quién no querrá cooperar a él con todas sus fuerzas?" (Populorum progressio, 87)…. La paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres" (Populorum progressio, 76). Enseñanzas al Pueblo de Dios, 1970, pág. 405).  

 “Particularmente querida para Pablo VI fue la evangelización en el mundo contemporáneo, a la que —a petición de los obispos reunidos en Sínodo el año 1974— dedicó una magnífica Exhortación, la Evangelii nuntiandi, como suma del pensamiento y de las orientaciones apostólicas, que brotan del magisterio conciliar y de la experiencia continua de la Iglesia. "El esfuerzo orientado al anuncio del Evangelio a los hombres de nuestro tiempo —comenzaba diciendo—, exaltados por la esperanza, pero a la vez perturbados con frecuencia por el temor y la angustia, es sin duda alguna un servicio que se presta a la comunidad cristiana e incluso a toda la humanidad" (Evangelii nuntiandi, 1).” Y explicaba: "Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad: 'He aquí que hago nuevas todas las cosas' (Ap 21, 5). 

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