¡no tengáis miedo de ser los santos del nuevo milenio!
Y Tor Vergata quedaría en su recuerdo para siempre, como nos confía el Cardenal Stanislaw Dziwisz en breves palabras en Una Vida con Karol : “el Santo Padre Juan Pablo II llevaba en su corazón las Jornadas de Czestochowa, pero las Jornadas de Tor Vergata fueron probablemente la cúspide de los encuentros, el punto más alto. Fue allí que el Santo Padre les pidió a dos millones de jóvenes no tener miedo. No tener miedo de la santidad, de ser santos!”
En la Audiencia general del miércoles-23 de agosto de 2000 , concluida las XV Jornada Mundial de la Juventud, trató de volcar su íntimo gozo en palabras:
“Siento un vivísimo deseo de repetir a esos muchachos y muchachas mi alegría por haber podido acogerlos, la tarde de la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, en la plaza de San Juan de Letrán y en la plaza de San Pedro. Persiste en mí la profunda emoción con la que participé, en Tor Vergata, en la vigilia de la noche del sábado, y presidí, al día siguiente, la solemne celebración eucarística conclusiva…. Al sobrevolar esa área en el helicóptero, admiré desde la altura un espectáculo único e impresionante: un enorme tapiz humano de personas gozosas, felices de estar juntas. Nunca podré olvidar el entusiasmo de esos jóvenes. Hubiera querido abrazarlos a todos y expresar a cada uno el afecto que me une a la juventud de nuestro tiempo, a la que el Señor encomienda una gran misión al servicio de la civilización del amor”
Aquellas palabras fuertes, exigentes del Mensaje de Juan Pablo II a los jóvenes y a las jóvenes del mundo previa XV Jornada Mundial de la Juventud marcarían el rumbo, serían el hilo conductor, el alma, de las XV JMJ y no harían más que confirmar los fuertes lazos de amistad del Santo Padre con los jóvenes, su confianza en ellos, que eran su esperanza. “Jóvenes de todos los continentes – decía: ¡no tengáis miedo de ser los santos del nuevo milenio! ¿pero hoy es posible ser santos? Queridos jóvenes, ¡tened la santa ambición de ser santos, como Él es santo! Nos llama a ser “suyos”: quiere que todos seamos santos…nos llama a ser sus hijos, miembros vivos del Cuerpo místico de Cristo, templos luminosos del Espíritu del Amor”.
Y Tor Vergata quedaría en su recuerdo para siempre, como nos confía el Cardenal Stanislaw Dziwisz en breves palabras en Una Vida con Karol : “el Santo Padre Juan Pablo II llevaba en su corazón las Jornadas de Czestochowa, pero las Jornadas de Tor Vergata fueron probablemente la cúspide de los encuentros, el punto más alto. Fue allí que el Santo Padre les pidió a dos millones de jóvenes no tener miedo. No tener miedo de la santidad, de ser santos!”
Ya el 26 de noviembre de 1995 había invitado a los jóvenes a prepararse y a “ mirar hacia la frontera epocal del año 2000 citando Tertio millennio adveniente, 58) reiteraba «el futuro del mundo y de la Iglesia pertenece a las jóvenes generaciones que, nacidas en este siglo, alcanzarán la madurez en el próximo, el primero del nuevo milenio (...). Si (los jóvenes) saben seguir el camino que Él indica, tendrán la alegría de aportar su propia contribución para su presencia en el próximo siglo»
En la Audiencia general del miércoles-23 de agosto de 2000 , concluida las XV Jornada Mundial de la Juventud, trató de volcar su íntimo gozo en palabras:
“Siento un vivísimo deseo de repetir a esos muchachos y muchachas mi alegría por haber podido acogerlos, la tarde de la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, en la plaza de San Juan de Letrán y en la plaza de San Pedro. Persiste en mí la profunda emoción con la que participé, en Tor Vergata, en la vigilia de la noche del sábado, y presidí, al día siguiente, la solemne celebración eucarística conclusiva…. Al sobrevolar esa área en el helicóptero, admiré desde la altura un espectáculo único e impresionante: un enorme tapiz humano de personas gozosas, felices de estar juntas. Nunca podré olvidar el entusiasmo de esos jóvenes. Hubiera querido abrazarlos a todos y expresar a cada uno el afecto que me une a la juventud de nuestro tiempo, a la que el Señor encomienda una gran misión al servicio de la civilización del amor”
El 15 de febrero de 2001 en su Mensaje para la XVI Jornada Mundial de la Juventud, a nivel local, con alcance universal, le recordaba a la juventud italiana aquel “intenso momento de contemplación del misterio del Verbo hecho carne por nuestra salvación” conciente que “los auténticos frutos del jubileo de los jóvenes no se pueden calcular en estadísticas, sino únicamente en obras de amor y justicia, en la fidelidad diaria, valiosa aunque a menudo poco visible” y agregaba “Mientras me dirijo a vosotros con alegría y afecto con ocasión de nuestra tradicional cita anual, conservo en los ojos y en el corazón la imagen sugestiva de la gran "Puerta" en la explanada de Tor Vergata, en Roma. La tarde del 19 de agosto del año pasado, al comienzo de la vigilia de la XV Jornada mundial de la juventud, con cinco jóvenes de los cinco continentes, tomándonos de la mano, crucé ese umbral bajo la mirada de Cristo crucificado y resucitado, como para entrar simbólicamente con todos vosotros en el tercer milenio, Quiero expresar aquí, desde lo más íntimo de mi corazón, mi agradecimiento sincero a Dios por el don de la juventud, que por medio de vosotros permanece en la Iglesia y en el mundo (cf. Homilía en Tor Vergata, 20 de agosto de 2000). Deseo, además, darle vivamente las gracias porque me ha concedido acompañar a los jóvenes del mundo durante los dos últimos decenios del siglo recién concluido, indicándoles el camino que lleva a Cristo, "el mismo ayer, hoy y siempre" (Hb 13, 8). Pero, a la vez, le doy gracias porque los jóvenes han acompañado y casi sostenido al Papa a lo largo de su peregrinación apostólica por los países de la tierra”.
Y en el Angelus del 19 de agosto 2001, celebrando el primer aniversario recordaba, casi con nostalgia: El año pasado, precisamente a esta hora, concluía en Roma la XV Jornada mundial de la juventud con el grandioso encuentro de Tor Vergata. Me vuelven a la memoria las imágenes sugestivas de la emotiva vigilia del sábado por la tarde y de la solemne celebración eucarística del domingo, con la que concluyó el encuentro. Aquel acontecimiento extraordinario, situado en el corazón del gran jubileo del año 2000, ha quedado grabado en la memoria de todos, especialmente de los jóvenes, que son los protagonistas de una prometedora primavera de esperanza para la Iglesia y para el mundo. Durante la vigilia les dije con gran afecto: "En vosotros veo a los centinelas de la mañana en este amanecer del tercer milenio"; y, al día siguiente, en la homilía de la misa de clausura, les dije que, si son lo que deben ser, "prenderán fuego al mundo entero".
El 10 de diciembre de 2001 en su Mensaje a los Jóvenes de la Acción Católica Italiana : “ Quisiera renovaros hoy la invitación que os hice en Tor Vergata: sois y debéis ser cada vez más los centinelas de la mañana en esta alba del nuevo milenio….. Hoy, más que nunca, para ser centinelas de esta alba del nuevo milenio es preciso ser santos. ¿Cómo no recordar especialmente el alegre y entusiasta encuentro de los jóvenes? Si hay una imagen del Jubileo del año 2000 que quedará viva en el recuerdo más que las otras es seguramente la de la multitud de jóvenes con los cuales he podido establecer una especie de diálogo privilegiado, basado en una recíproca simpatía y un profundo entendimiento…. Después los vi deambular por la ciudad, alegres como deben ser los jóvenes, pero también reflexivos, deseosos de oración, de sentido y de amistad verdadera. No será fácil, ni para ellos mismos, ni para cuantos los vieron, borrar de la memoria aquella semana en la cual Roma se hizo joven con los jóvenes. No será posible olvidar la celebración eucarística de Tor Vergata (...)”
Claro que no, quien podría borrar de su memoria semejantes recuerdos, quien olvidar al Papa rejuvenecido en medio de los jóvenes?
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